Se dedican a la esquila, acondicionamiento-clasificación de lanas, y al hilado y tejido. Se apasionan por “esta fibra natural de alto rendimiento y clase mundial”. Son una familia nómade, de la zona magallánica, en la Patagonia chilena; pero les gusta sentir que la Patagonia es una sola, dado que para subir a Santiago deben hacerlo por Argentina y también porque su tarea los lleva a compartir con muchos pares del vecino país.
A través de la campaña “La verdad sobre la lana”, Camila Quinteros Peñafiel junto a su pareja, buscan revalorizar el producto y “generar orgullo en los oficios y profesiones relacionadas con el, rompiendo estigmas, conceptos e informaciones erróneas, acortando la brecha entre el campo y la ciudad, a través de cursos, talleres, charlas y demostraciones”.
Vienen de Punta Arenas, y su historia comenzó al salir de la Facultad y siguió hasta estos días. “Mi esposo es esquilador y yo soy acondicionadora y clasificadora de lana”, relata Camila.
Desde el lugar donde residen por estos meses -Isle of Man, una dependencia autónoma de la Corona británica en el mar de Irlanda, ubicada precisamente entre Inglaterra e Irlanda- Camila cuenta que es Ingeniera agropecuaria “y siempre estuve yéndome hacia el lado de la producción ovina, pero después mi esposo aprendió a esquilar en una de estas vacaciones que uno hace después de la Universidad. Hicimos unos voluntariados en Escocia”, agrega.
En aquel primer viaje, el ofrecimiento de un estanciero los conectó con la esquila y con la idea de viajar por el mundo junto a esta actividad. Mediaba el año 2014, y mientras su esposo se especializaba en la esquila, ella estudiaba un Master en Escocia. “Me transformé en botánica y me quedé estudiando todo lo que es plantas en zonas aisladas y remotas que conviven con la ganadería”, detalla.
La tarea de esquilador, le fue dando herramientas a Kenny -su marido- para seguir moviéndose por el mundo y por este motivo, Camila decidió sumarse a la actividad en 2018 con el fin de evitar una separación geográfica aun mayor.
“Ahí él estaba con un contrato en Nueva Zelanda y el contratista me puso como entrenadora a una maorí, que me enseñó acondicionamiento de lana. Desde ahí ya nos dedicamos 100% y vivimos de esto”, cuenta.
En su tiempo en Escocia, además de estudiar, Camila aprendió algo muy arraigado en aquella cultura, el tejido. “Ahí aprendí a hilar en rueca y a tejer, entonces eso lo llevé a la Patagonia con las razas que tenemos allá que son los Corriedale, los cruza con Merino. Mi mamá me consiguió una rueca y comencé a hilar, a tejer, y Kenny me ayudaba con el cardado de la lana”.
Con todas estas incorporaciones, la familia -compuesta ahora por tres, Camila, Kenny y Agnes, su pequeña de tres años- completa la cadena y ofrece productos tejidos. Más que la venta del producto, “se trata del rescate de las razas”, afirman.
“Cuando empezamos a descubrir que en el mundo textil había ignorancia sobre el origen de la lana, comenzamos a planificar los talleres y a dar forma a los contenidos que llevarían ‘La verdad de la lana’ a los territorios”, asegura. Además, recuerda cómo se inició la idea bajo ese nombre.
En cuanto a ‘la verdad sobre la lana’, amplía: “Es una campaña que inició una australiana que era clasificadora de lanas y fotógrafa rural. Una mujer que hacía unos vídeos y una campaña espectacular, pero luego por vueltas de la vida dejó esta campaña de lado. Entonces le pregunté si podía tomar el nombre, así que con su autorización iniciamos esto que no es como un taller en específico que tiene un día y hora sino que es como un todo”, relata Camila.
“Tratamos de ir educando con el tema de la lana, porque mundialmente se está yendo para abajo la fibra”, expresa. “Yo creo que es una realidad en muchas partes, el tema de la cosecha de la lana, hay pocos esquiladores. En Magallanes por ejemplo no existe el acondicionamiento como tal sino que está el vellonero, el escobero, el mesero, el de prensa, los cocineros… Es como un oficio que está casi en peligro de extinción y no se ve futuro en los jóvenes, dado que cada vez más se quieren ir de los campos aislados y sin conexión a internet. Tampoco hay ganas de un trabajo como este, que es tan físico”, afirma.
Camila destaca la esquila como una actividad que en muchos países ya es considerada un deporte “que tiene su campeonato mundial y qué es en lo que nosotros como familia competimos también. Cuando estuvimos en el mundial pasado, que fue en Escocia, conocimos al chubutense Arsenio Saihueque, que lleva como tres mundiales en el cuerpo y es instructor de esquila”, cuenta.
“El siempre viaja en el verano a Punta Arenas para apoyar como juez las competencias de esquila que se hace en Magallanes”, agrega.
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La vida de la familia se mantiene muy dinámica, entre las actividades de campo y el jardín de la pequeña, lugar al que le cuesta ir “porque se quiere quedar a esquilar con el papá”.
“Se esquila, y se trabaja muchas horas pero también estamos trabajando como padres y después también hay que cocinar, preparar las cosas para el otro día y lavar ropa”, enumera entre sus tareas.
“Estamos en una isla que está entre medio de Irlanda e Inglaterra de mayo a julio, que es la temporada de esquila. En agosto vamos a Escocia y en septiembre ya volvemos para la Patagonia, cuando es la esquila pre-parto”, especifica.
Ese “todo” abarca cada paso que dan y hasta un Instagram que manejan bajo el sello “Oveja Nómade”, en el que van subiendo imágenes y relatos de sus quehaceres cuando la actividad les da un respiro.
“El objetivo de lo que mostramos es poder dar a conocer todo lo de la cosecha de la lana, qué es la esquila, cuales son las razas y este año tenemos el proyecto de poder sacar vellones de razas que esquilamos acá mismo para poder hilarlos y mostrar cómo se puede tejer”, explica la mujer.
“Acá hay muchas razas que caen en la categoría de ‘escasas’ en el Mundo, a las que les deben quedar menos de mil animales. Son razas muy primitivas, entonces la idea es poder rescatarlas y darlas a conocer”, remarca sobre el lugar que ahora habitan.
Asegura que en todo “se pone énfasis en el bienestar animal y en que esta es una actividad que también puede mantener a una familia unida”.
“Ahora estamos viendo porque el siguiente mundial de esquila es en marzo en Nueva Zelanda entonces este año estamos viendo cómo vamos a desarrollar nuestro segundo semestre para poder ir. Cada mundial lleva su propia raza y cambian las reglas cada tres años”, explica.
“Es una maravilla porque este trabajo lleva a las zonas rurales que son como el corazón de cada lugar. Nunca hemos estado en ciudades, siempre nos movemos por zonas muy rurales”, reflexiona.
Entre sus próximos planes, Camila planea competir -el 25 de julio- contra los campeones mundiales de Gales como acondicionadores de lana junto a un compañero oriundo de Tierra del Fuego. “Son tremendas oportunidades”, asegura.