Soy nacido y criado en Necochea, al sur de la provincia de Buenos Aires, de familia gringa –españoles e italianos- de clase media. Cuando cumplí seis años me enviaron a aprender inglés británico en clases particulares y pasé mi adolescencia bailando en boliches con música en inglés o juntándome en casas de amigos, donde armábamos “peñas” –palabra que viene de España y cuya semántica refiere a espacios comunitarios para festejar la amistad y la vida-, y alguien tocaba la guitarra, canciones de los Beatles o de Charly García, pero jamás un ritmo al que hoy llamamos folklore nativo.
Actualmente considero que todo puede ser folklore, porque es música de mi país, como Los Beatles podrían ser considerados como parte del folklore de Inglaterra. Pero claro que hay músicas que vienen de muy antiguo (imaguaré, en guaraní, o ñawpa, en quichua) y nos señalan nuestras raíces culturales, que serían más propiamente “folklore” y solemos llamar “folklore nativo”.
Cuando cumplí 18 años me vine a estudiar a Buenos Aires. Y en la Capital de mi país tuve la dicha de conocer a muchos jóvenes de todas partes de la Argentina que cantaban folklore nativo. Tuve la oportunidad de viajar a Córdoba y cruzar Pampa de Achala escuchando la música andina de Uña Ramos que colmó mi alma. Luego, la de viajar al interior del Chaco, a Corrientes, Formosa y Paraguay donde conocí las músicas del chamamé y la guarania, ritmos que –dicen- adoptaron la cadencia de la canoa en el agua.
Se comenzó a “empapar” mi alma con una idea que desconocía: la íntima relación de un cancionero -en letras y músicas- con el paisaje de cada lugar. Un paisaje del que no conocía casi nada, lo que me generó cierta vergüenza.
Luego, en la universidad, me llamó la atención, que a muchos jóvenes del Noroeste y del Noreste argentinos, de la región pampeana y de la Patagonia, descendientes de gringos como yo, les gustaba guitarrear folklore nativo, con bombos, guitarras y acordeones.
Fui invitado a conocer Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, Santiago del Estero, y ante mi asombro, me llevaron a una peña donde jóvenes universitarios jujeños comenzaron a bailar ritmos folklóricos que desconocía. Y me llamó más la atención ver sus caras de alegría y felicidad, porque eran, además, danzas esencialmente comunitarias, que vivencian la cultura de quienes las bailan. Todo muy diferente a lo que había vivido en mi ciudad. Ese mundo nuevo, me fascinó y me incitó a seguir viajando y a tratar de conocer qué significaban tantas palabras guaraníes, quichuas o araucanas.
A continuación, les comparto la letra de una chacarera, de un músico y cantautor santiagueño, plagada de palabras que refieren al paisaje de esa provincia y que, poco a poco, tuve que ir descubriendo:
Chacarera del Chilalo
¡El monte, qué lindo está! / ¡Cómo hay miel de palo! / Bajo los garabatos / Lechiguana y chilalos. (estribillo) // Aroma de tusca en flor / perfuma la huella, / y el mistol coloreando / está de adorno en la tierra. // La tuna y el piquillín ya van madurando / y por sobre los cercos / está la doca colgando. // Ofreciendo está el cardón / su flor blanca y pura / mientras que la ulúa / ya se abre de madura. // Por entre el vizcacheral / y Pampa Tackellus / florecen quiscaloros / tuscas y sisackellus. // El sacháyoj se hace oir / cuidando los montes. / Despiertan las salamancas / en medio los lockontis. // Se entreveran los tum tum / de bombos legüeros / de hachas, de malambos / y de criollos morteros. // (se repite el estribillo)
Vocabulario utilizado:
- Chilalo: avispa que construye una diminuta tinaja bajo tierra. En ella deposita sus huevos con una reserva de miel y polen. Chilay = endurecerse, en quichua, y se supone que refiere a la dureza de la tierra árida que debe perforar el insecto para hacer su nido.
- Miel de palo: miel que producen las abejas Meliponas dentro de los troncos de los árboles.
- Garabato: arbusto espinoso.
- Lechiguana o Lachiguana: avispa que construye sus colmenas colgadas de gajos o ramas de árboles.
- Tusca: arbusto espinoso con flores amarillas muy bellas en forma de un mechón esférico.
- Mistol: árbol leñoso que da frutos redondos y rojos, muy dulces.
- Tuna: cactácea que da frutos muy ricos y jugosos, similares al kiwi, pero más dulces.
- Piquillín: arbustito espinoso que da frutos pequeños, muy dulces.
- Doca: enredadera trepadora, que da un fruto comestible.
- Cardón: cactus de tronco ancho y hueco que simulan ser manos con los dedos señalando al cielo, cuya madera fue aprovechada por los españoles para hacer los cielos rasos, bancos y púlpitos de las iglesias, entre muchas más cosas.
- Ulúa: cactácea rastrera, con gajos cilíndricos muy espinosos y frutos rojos.
- Pampa Tackellu: arbustito bajo y espinoso, “algarrobito del campo o de las pampas” (Tacko = Algarrobo o “El Árbol”, por lo sagrado).
- Quiscaloro: cactácea ligeramente parecida a la tuna. Quisca = espina. Luru = fruta, en quichua, según el profesor Domingo Bravo.
- Sisackellu: también llamada Ckellusisa. Planta silvestre que da flores amarillas. Ckellu = flor, y Sisa = amarillo, en quichua.
- Sacháyoj: personaje mitológico, dueño del monte, que cuida su flora y su fauna. Significa “Que tiene monte”, de Sacha = monte, en quichua. Hay una ciudad con ese nombre en el Este santiagueño.
- Lonckonti: enredadera silvestre.
- Bombo legüero: bombo hecho de tronco ahuecado, cuyos retumbos se pueden oir a una legua de distancia.
- Salamanca: lugar mitológico, siempre difícil de hallar, en medio de montes o en cuevas de cerros, donde habita un ser maligno. Parece ser que los árabes lo introdujeron en España y luego llegó a América con la conquista. Los nativos de América concibieron que en las salamancas habitaba un diablo acriollado, que proponía experimentar todo lo que la cultura española tildaba de pecado, referente a los placeres del cuerpo, al sexo desenfrenado, a beber hasta embriagarse, a las alucinaciones, a los ritos orgiásticos, a las danzas sensuales con el fin de la seducción. Por eso hasta hoy, cuando en una peña folklórica las personas se liberan anímicamente, se exclama: “Aquí hay salamanca”. (Fuente: Alero Quichua Santiagueño)
Los despedimos con la Chacarera del Chilalo, del santiagueño Fortunato Juárez, por Raly Barrionuevo, Dúo Coplanacu y Peteco Carabajal en el espectáculo “La Juntada”, grabado en vivo los días 5 y 6 de diciembre de 2003 en el teatro Ópera.
Siempre es bello para el alma encontrar que muchas otras han recorrido caminos similares para llegar a lugares parecidos. Muchas letras de nuestro folclore utilizan y conjugan vocablos o palabras en quechua, kakan, o idiomas ancestrales en desuso según nuestro oido de ciudad……. pero cuando suenan en nuestra música y hacen vibrar la fibra mas intima nos demuestran que aún corren por nuestras venas restos de “indianidad” que busca expresarse a pesar de nuestros globales orígenes. Hermoso tu escrito Esteban….. gracias por traerme palabras tan chaqueñas a mi oído en este relato.
Hola amigos de Bichos de Campo,
Solo les deseo que sigan teniendo mucho éxito en la difusión de distintas actividades que se desarrollan en su pais.
Para mi esto es una fortuna el tener la oportunidad de atreves de Uds alimentarme con este alimento llamado diversidad de culturas, hoy me he dado el escaso tiempo para leer algunas publicaciones de este numero.
Les doy las gracias por haberme permitido ser parte de esta suscripción, no se imaginan lo interesante que resulta informarse de lo que para Uds puede ser solo un diario vivir, pero para uno que vive al poniente de la hermosa Cordillera de Los Andes resulta enriquecedor desde el punto de vista sociocultural.
Un gran abrazo a la distancia.
Miguel Bravo Barrera
Curico – Chile