Paulino Ortellado seguramente fue el más notable músico y guitarrista espontáneo y autodidacta que dio la provincia de La Pampa. Aunque fue anotado formalmente el día 25 de octubre, había nacido el 2 de septiembre de 1934 en El Odre, una localidad en el desértico oeste pampeano.
Ortellado pasó la mayor parte de su niñez en Carro Quemado, donde se había radicado su humilde y numerosa familia -tenía doce hermanos-, y allí pudo terminar la escuela primaria. Aprendió de niño todos los oficios rurales, observando a su padre: esquilador, alambrador, hachero, ladrillero y también a “tocar” la guitarra.
En 1951 se estableció en Santa Rosa definitivamente, donde el vínculo con Reynaldo “Sapo” Santa Juliana, un gran referente de la guitarra en la provincia, le acercó conocimientos de música que le harían avanzar en su camino de aprendizaje y conocimiento del instrumento.
Escribió sobre él Pedro Patzer: “…héroe de las seis cuerdas de su provincia, …guitarrista de manos rústicas que logró, como pocos, conmover a la arisca milonga de los desiertos. Del mismo modo en que el viejo resero mantiene díálogos íntimos con el confín, y que el pupitre de la escuela pueblera custodia la madera de la infancia, Ortellado descifraba los ocasos pampeanos con su guitarra de alma de caldén. Las manos de Paulino exhibían llagas producidas por la cultura de la adversidad, las heridas propias de un virtuoso nacido en el interior del interior, allí donde las cartógrafas soledades marcan fronteras, allí donde la milonga es trabajada por los labriegos de la memoria”.
“Fue en ese remoto pueblo del oeste pampeano que, trabajando de esquilador, de peón y de albañil, aprendió a tocar la guitarra -como quien aprende a abrir la tranquera del silencio- para que salieran las milongas, las huellas y estilos más orejanos. Autodidacta, Paulino acudió al conservatorio de la calandria y de los fogones; aprendió a leer del pentagrama en la mirada de su gente…”.
“Descifraba los ocasos pampeanos con su guitarra de alma de caldén y alcanzó un sonido que suena como el callar del molino luego del escarmiento del pampero; la poética de su guitarra logró el ritmo de la breve y extensa noche del peón, y del misterioso horizonte…” proseguía Patzer.
Rubén Evangelista dijo de él: “…no se pudo entender cómo alguien de manos rústicas como Paulino, fruto de los duros oficios de esquilador y de constructor, pudiera arrancar tanta y tan dulce sonoridad al instrumento”.
Agregó Juan Falú: “Paulino posee el sonido que no otorga ninguna academia y no reproduce ningún estudioso, a menos que impregne sus vivencias de las vivencias de sus mayores y curta sus manos en la tierra y el trabajo”.
“Paulino, esquilador y albañil toca la guitarra. Y su guitarra nos toca, bien cerquita.”
Ortellado grabó tres discos de música instrumental: “Travesías”, “Hermana milonga” y “Para volver”. Participó en el “Cancionero de los Ríos”, formó parte del grupo Alpatacal durante una de sus etapas, y se sumó a “Guitarras del Mundo”, movimiento artístico creado por Juan Falú. Falleció a los 78 años de edad, el 10 de diciembre de 2012.
Paulino “…tiene un pacto secreto con la tierra, que lo ha enarbolado para quedarse flameando para siempre. Los que sabemos qué sabor tiene la chaucha del caldén y de qué manera golpea el viento sur, que no le tapa el rastro a Paulino, porque se le ha quedado en la tinajera azul de su guitarra, para siempre. Sus huesos ocuparán el lugar destinado que cada uno tiene en la tierra; pero su música cumplirá el rol que los dioses le asignaron: su inmortalidad en la memoria popular”, dijo Julio Domínguez.
Gentileza de INTA Radio:
Tocando de entre casa con final de unas palabras:
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