Flavio Gauna (52) es un cantautor de fino folklore, nacido en Las Lomitas, Formosa. Hoy vive en Buenos Aires y desde ahí recorre el país cantando. Vivió un tiempo en Resistencia, Chaco, donde estudió Economía, pero decidió no terminar la carrera cuando reflexionó que él provenía de un ámbito rural y que la formación académica apuntaba a un cálculo frío y descorazonado, casi siempre a merced de políticas que no incluyen a la gente de su pago.
“Mi padre siempre dijo ‘Yo soy hombre de mil oficios y un montón de necesidades’”, recuerda. Entonces eligió el camino de la música. En Buenos Aires consiguió un trabajo estable que hasta hoy conserva y dice que eso le da libertad para dedicarse a su arte, porque se autofinancia.
Fue su abuela quien le sembró la música y la poesía en su corazón, cuando de chico le cantaba melódicas guaranias. Él fue el primer artista de su familia. Comenzó a cantar de muy chico, acompañándose de un bombo, si bien lo fascinó el piano. Pero como en su pueblo llueve mucho durante los veranos y la temperatura puede llegar a los 50 grados, los mismos se desafinan y no prosperan. De modo que a los 13 años comenzó a tocar la guitarra. En su casa escuchaba, por la radio de su padre, música salteña, santiagueña y también paraguaya. De ahí que su repertorio hasta hoy es amplio, si bien con una marcada identidad litoraleña.
Su padre le había aconsejado que al ingresar a la universidad, estudiara y no se dispersara con la música. Pero él se llevó a la pensión en Resistencia su primera guitarra, que sólo tocaba para sus amigos. Un día se encontró con un vecino músico, Chacho Guzmán, que solía escucharlo de lejos y le dijo que él tenía un don muy bello y que debía compartirlo con más gente que sus amigos. Entonces recuerda que con 27 años se compró su primera guitarra “enchufada” y decidió volver a los escenarios que había truncado cuando ganó el premio Pre-Pirané. Y no paró más. Fue estudiando música con los maestros Coqui Ortiz, Adrián Abonizio, Rubén Goldin y Roberto Calvo.
Se presentó como solista en el concurso “La Revelación del Chaco” y ganó el tema inédito con su primera canción “Cuando llueve allá en mi pueblo”, en letra de José María Vicente y música de él. Y comenzó su camino de componer canciones propias en letra y música. Recordando a los troperos de su pueblo, que suelen coplear mientras arrean, nació la zamba “El puente”, que ha interpretado junto al percusionista Pata Corbani. Luego hizo “Corazón de arcilla” a un ladrillero de su pueblo; y “Pinturitas”.
Todo fue compilado en su primer disco, “Madrejón”, que pinta su niñez y su tierra formoseña, ese suelo caliente bajo sus pies descalzos y las ardientes siestas en las que el mítico pombero hace de las suyas. Su tema, “El eco lógico” habla del maltrato que recibe la Tierra y su gente, que resiste allá lejos. Y en “El árbol solo” rememora a su padre.
Más tarde vino su segundo disco “Formosa en el aire”, en 2012, con dirección y arreglos de Néstor Acuña y la participación de Ariel Acuña y Jorge Suligoy. Después vino su tercer disco “Amarradero”, junto a Manu Navarro, Hernán Pagola y Ariel Sánchez, el percusionista de “Dos + Uno”, que toca en La Peña de Morfi. Refiere a todo lo que le dieron los nuevos paisajes, fuera de su pago natal. Incluye una huella, un vals peruano, un aire de chacarera y hasta un huayno. El cuarto disco fue “Mbojeré” que en guaraní significa “mezclar” o “revoltijo”, con una tonada a Mónica Abraham, un candome y otros géneros, junto a Pablo Budini, Colo Belmonte, Donata Paz, Fernando Pedernera, Bosquín Ortega y otros.
El paisaje rural de Las Lomitas nutrió la infancia y la adolescencia de Flavio con las imágenes de pequeñas quintas y corrales con animales. A 40 kilómetros se ubica el Bañado La Estrella, rodeado de monte de tusca, algarrobo, tala, garabato. El vinal es plaga y no sirve para leña. Por tener un clima tropical, abunda el verde follaje como buena pastura para los animales, incluso en invierno. Abundan los hornos de barro o “tatá cuá” (en guaraní, cueva de fuego). Antes de que se levantara la ciudad de Las Lomitas, hace unos 550 años, pasaba por ahí el cauce del gran río Bermejo. Ese cauce hoy muerto dejó conformado un “madrejón”, que acumula agua de lluvia, con la que se provee la ciudad.
Explica Flavio: “Mi abuela me enseñó a cocinar todos los platos de origen guaraní. Me crié comiendo guiso de charqui. Y cuando me fui a estudiar a Resistencia, mi padre me enviaba una caja con sesina, que es el charqui cortado en tiritas, antes de que se endurezca. Machacaba esa carne salada en el mortero y con ella preparaba guisos que me recordaban a mi pago. En Formosa se prepara chipa, chipa so’ó, chipá guasú, el chicharrón ju’ití (que quiere decir harina negra), de cerdo. Se retiran los chicharrones de la olla, se limpia, se echa harina de maíz y se tuesta. Luego se le echan los chicharrones de cerdo y se ‘amilanesan’ con esa harina. Esta comida es típica de las zonas rurales porque sin tener heladera, se pueden conservar hasta 15 días”.
Y sigue este cantautor: “En mi pago se bebe la Añapa, una bebida fresca y dulce, hecha a base de la chaucha de algarroba molida en el mortero. Se le echa agua, se revuelve y se cuela. Hoy se enfría en la heladera y se logra una bebida refrescante, rica, dulce, energizante y natural. Si a esa pasta molida se la deja fermentar en agua, se torna una bebida alcohólica a la que se llama Aloja”.
“Se bebe Tereré, el mate frío cebado en mate de guampa o cuerno vacuno. Se le agregan yuyos refrescantes y a veces también con fines curativos. Por ejemplo, se usa el cocú o yerba lucero o cuatro cantos. También le ponen, la raíz del ca’á rurupé o vila vila. También, la cola de caballo. Unos yuyos se usan con fines diuréticos, o con fines estomacales o hepáticos”.
“Se cazan y comen wasunchos -nombre quichua de los pequeños cervatillos- con su carne se suelen hacer milanesas, el carpincho, que es un roedor de los bañados, el conejo de los palos, las charatas, vizcachas, patos, hasta el mismo yacaré, todos van a parar a la olla popular, en forma de guisos o estofados. Ni hablar del surubí y el dorado. En la última gran crecida de 1980 se llegaron a sacar pacú de hasta 9 kilos”.
Flavio se presentó muchas veces con sus canciones en La Peña Callejera que fundó en Las Lomitas su difunto amigo René Oviedo. Actualmente se encuentra confeccionando una obra musical al doctor Laureano Maradona, junto al poeta y escritor de Esperanza, Santa Fe, Sergio Geese -de la misma ciudad donde nació aquel médico-. Y otra obra dedicada a las mujeres cantoras, como a Mercedes Sosa, Suma Paz, Nacha Roldán, Ramona Galarza y más.
Este talentoso artista ahora sueña con jubilarse de su trabajo fijo y dedicarse plenamente a la música y al canto. Nos quiso dedicar su gualambao “Bracero”, dedicado a los cosecheros del algodón, en recuerdo de cuando él mismo, con 14 años, se iba a cosechar con sus amigos, en bicicleta.