Luego de una de las tantas subas en los precios de la carne vacuna, hacia fines de 2015 y comienzos de 2016, en el debut del nuevo gobierno, la Secretaría de Comercio encomendó a la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC) un estudio para descartar maniobras o algún complot por parte de los “sectores concentrados de la cadena”.
La CNDC encargó luego el trabajo a Guillermo Sabbioni, un especialista ligado a la Universidad Católica (UCA). El resultado fue desalentador, al menos para quienes desde cierto sector político acusaron de estas subas de precios a la vieja oligarquía vacuna. Es que aquella vieja protagonista del imaginario colectivo argentino o bien dejó de existir o bien se ha reducido a mínimas expresiones.
“La conclusión principal del análisis realizado es que los mercados que componen la cadena productiva de la carne vacuna presentan características competitivas, con niveles de concentración relativamente reducidos y bajas barreras de entrada para nuevos agentes económicos”, afirma como conclusión el estudio realizado por el experto.
Muchas manos en un plato hacen flor de garabato. Tras descartar concentración en los diferentes eslabones del negocio de la carne, Sabbioni sí alerta que lo que existe en el sector es un “importante grado de informalidad” que “en la venta minorista genera asimetrías entre los diversos oferentes, que pueden distorsionar la competencia”.
Traducido al criollo, lo que sostiene el especialista es que si hubiera algo que produce una distorsión en los procesos de formación de los precios de la carne, esto no es la presencia de actores concentrados de la vieja oligarquía bovina, sino la actuación de una informalidad en el negocio protagonizada por cientos de comercios minoristas.
¿Y cómo es que la CNDC descartó que exista concentración? Pues enumerando quienes juegan en cada eslabón del negocio.
- En las etapas de cría y engorde participan tres actores diferentes: el criador, el invernador o feedlot y el criador de ciclo completo (que realiza ambas actividades). Dice el informe que “predominan los establecimientos de baja escala, con pocas cabezas de ganado. Se destaca que existen alrededor de 205 000 establecimientos dedicados a la cría y/o engorde y que el 5% de estos (unos 10.000 establecimientos) concentra el 40% de la producción total”. Puede ser ese el indicio de que algo queda de la vieja oligarquía ganadera. Pero todavía así diez mil son muchos como para ponerse de acuerdo.
- En la faena de bovinos, la Comisión descubrió que “existirían 457 plantas frigoríficas, de las cuales el 32 % son Clase A y B y concentran el 81 % de la producción”. A y B quiere decir que son plantas de faena con control nacional, del Senasa. Largamente son más de un centenar.
- “Adicionalmente los frigoríficos funcionan como proveedores de servicios de faena. Es decir son contratados por terceros que adquieren el novillo, pero no tienen capacidad productiva para faenarlo. En este caso el frigorífico realiza el servicio de faena y entrega el producto (la media res y los subproductos) al contratante”. La CNDC, en este punto, descubrió la importancia de los matarifes, que dominan buena parte del mercado pero que también son cientos y están muy lejos de aquel viejo arquetipo de los ganaderos que pasaban dos meses por año en Europa.
- En la etapa de venta minorista las cosas no difieren demasiado al primer eslabón. “Tanto en la etapa de venta minorista como en las etapas de cría y engorde, los agentes se encuentran atomizados y, por lo tanto, no se vislumbra que ninguno de ellos pueda tener poder de mercado. En la venta minorista se destaca que el 25 % del total es comercializado a través de supermercados y el 75 % restantes a través de carnicerías. El jugador más importante en este mercado sería Carrefour que tiene una participación de mercado menor al 6%” , se explicó.