La siguiente columna fue escrita por José María Panero, corredor y analista de mercados de Bahía Blanca. Hace un análisis de lo sucedido con la comercialización del trigo en la campaña 2019/20, en el cual se precipitaron mucho las ventas de los productores y de los embarques de exportación, ante el cambio de escenario político y la suba de retenciones, del 6,5% al 12% actual.
El productor triguero disparó sus ventas anticipándose a posibles medidas -que finalmente se tomaron- que perjudicaran sus ingresos. La captura de ingresos del sector es ampliamente criticable, y las medidas posteriores terminan complicando aún más los problemas que genera una venta mayúscula ajustando los stocks remanentes para la industria, dejándolos en manos de compradores que obviamente realizaron su especulación, ya que no tenían DJVE (Declaraciones Juradas de Venta al Experior).
Periodistas y analistas de mercado anunciaron un ajustado stock que podría provocar un aumento desmedido de precios y/o faltantes como consecuencia de mayor retención ante el aumento de valor, lo que traería aumentos que impactarían al consumidor final.
El gobierno estableció precios máximos o convenidos en las góndolas y la molinería tuvo el corset de precios en su producido que se ceñía al precio máximo que debía pagar por su materia prima. La exportación vio que el precio FOB comenzó a aumentar, impulsando a que los exportadores retornaran el trigo con ventas al interior del país, volviendo a perder el Estado la posibilidad de más ingresos vía exportación.
Hay quien opinaba que debieron cerrar los registros de exportación. Hay quien dice que no hacía falta, pero que sólo debía permitir a la exportación comprar lo que se exportara previa DJVE, evitando cualquier compra en demasía que implicara “especulación”. Y hay quien opina que el mercado debe moverse libremente, y que el productor que desee vender pueda encontrar la contrapartida, aunque esto signifique que alguien especule invirtiendo su dinero (sólo los que están registrados en el mercado granario pueden hacerlo) como deseen.
Una nueva postura aparecería dentro del sector ruralista, invitando al Estado a que permita que las fuerzas de la producción puedan tener la misma libertad para producir y especular reteniendo, contando para ello el aporte de financiación concreta para hacerlo, garantizando así el normal abastecimiento del mercado interno -sosteniendo la famosa doctrina k de la matriz alimenticia- y los excedentes que sean pujados en precio por los compradores para ser exportados.
Como vemos, ese año, nada de eso sucedió. La puja de precios quedó circunscripta a lo básico para que el precio tenga una formación deficiente: mayor oferta que demanda, y de no haber intervenido -esto es literalmente una regulación encubierta- el Estado, los que tenían el trigo en su poder podrían haber vendido a cualquier precio lo que manifestaba el deficiente stock.
Por suerte el agua no llegó al río, tal vez por temor a otras represalias que el gobierno argentino tiene acostumbrado al sector exportador, y fluyeron ventas hacia la molinería para normal abastecimiento de harina a la góndola.
La molinería impone condiciones de venta de trigo a los productores, castigando la calidad que no le interesa recibir y no pagando demasiado -pues siempre se producen en exceso- los trigos de calidad-. Se cumplen los preceptos de formación del precio: oferta y demanda, con la mirada severa del análisis molinero descontando ad libitum en sus laboratorios propios.
Pero vaya aceptación que ha tenido este año el trigo que les venden los exportadores, bajo el lema “esto es lo que hay…”. Los que hacemos uso de harina tres ceros para nuestros panes o pizzas vemos una coloración parduzco a negra fácil de entender.
Para cerrar un semestre en el que otros sectores la pasaron peor, nos queda como conclusión que la participación del Estado como socio en las ganancias con retenciones sólo impulsa menores producciones, y sin ellas obtendría mayores ingresos por exportaciones.
El Estado Argentino es el número 5 del fútbol. Todos los equipos juegan con doble cinco pero el nuestro la ve pasar y corre de atrás cometiendo faltas, por llegar siempre tarde. ¿El técnico debería cambiar la táctica, no?