Aunque por momentos pareció haber sido olvidado, el cultivo de colza sigue pisando fuerte en distintas regiones del territorio, y diversos programas de investigación impulsan su posicionamiento. Uno de ellos es el programa de mejoramiento genético liderado por el INTA Paraná, que persigue la excelencia en la calidad de la semilla que se comercializa.
De esto dio cuenta Lucrecia Gieco, investigadora de la Estación Experimental Agropecuaria Paraná (EEA Paraná), quien señaló, en conversación con Bichos de Campo, que los actuales cultivares, tanto de híbridos como de líneas puras, son altamente competitivos por su capacidad de adaptación a los distintos ambientes de la Argentina y otras países.
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“Considero que estamos bien parados respecto a otros países. Situándome desde el programa de mejoramiento de INTA, diría que estamos a niveles de naciones europeas o de Australia, donde hay un desarrollo más fuerte del cultivo. Particularmente nuestro programa desarrolla líneas puras, y es lo que generalmente se comercializa. Son cultivares muy competitivos. Basta con mirar la evaluación de germoplasma que se hace en distintas subregiones, dentro de Argentina y en algunos países limítrofes, como por ejemplo Uruguay, donde se comercializa germoplasma desarrollado por INTA”, indicó la especialista.
Sin embargo, este no siempre fue el escenario en el que se desarrolló la colza, también conocida como canola, ya que se trata de un cultivo que ha tenido altas y bajas. Actualmente ha vuelto el interés en implantarla, por su gran potencial en la industria de los biocombustibles.
“Hay una fuerte demanda de colza y de otras brasicáceas como la camelina o carinata, atendiendo a esa necesidad de buscar alternativas para reemplazar los combustibles con origen fósil por otros a partir de energías renovables. Entonces hay una nueva demanda por parte de las instituciones, empresas y organismos ligados a toda la cadena de producción de estos cultivos, con un rol importante dentro del esquema de producción para satisfacer la demanda internacional”, explicó Gieco.
A tono con el contexto, muchos productores vienen jugando con el cultivo y lo han incluido dentro de su esquema de rotación. Si bien se trata una práctica que generalmente se han permitido quienes tienen mejor espalda productiva, la investigadora subrayó que en los últimos años el aumento en la presencia de estos lotes responde a que la colza ha demostrado influir “en la mejora de los márgenes agrícolas.”
“A partir de las investigaciones de INTA y de algunas otras instituciones, se ha demostrado que la colza dentro de los esquemas de rotación puede mejorar los márgenes agrícolas de la soja implantada posteriormente, por ejemplo. También son tangibles las ventajas que tiene la colza en el mejoramiento de la estructura de suelo por el tipo de raíz que posee. Son cultivos para ir alternando dentro de los esquemas de rotaciones y sería bueno utilizarlos como cultivos de invierno también. Potencialmente mejoran en diversos aspectos el suelo y el riesgo de enfermedades a los cultivos siguientes”, sostuvo Gieco.
-¿Crees que de esa forma se podría dar el ingreso definitivo de estos cultivos al ecosistema agrícola e integrar el sistema de rotación?-le preguntamos.
–Claro, son alternativas, no cultivos alternativos porque suena a cultivos menores, que deben empezar a evaluarse dentro de ese esquema de producción y de rotaciones. Es importante empezar a centrarse en el manejo y en las posibles adversidades, porque estos cultivos también se presentan como un desafío ante la aparición de nuevas plagas. Es un camino que hay que empezar a recorrer para tener cultivos exitosos.