“Maruca” se llama en realidad María Francisca Pedraz. “Miki”, su vecino en el campo desde que eran niños, lleva por nombre Edgardo Cousello. Se casaron hace unos 40 años y tienen hijos que, aunque grandes, siguen viviendo con ellos en la apacible localidad de Saliquelló. Ambos, juntos, han pasado todo tipo de aventuras, en la vida y en el trabajo compartido en la manga. Pero a la hora de competir no hay tregua: cada uno manda -por separado- su propio lote de novillos.
Es así que en octubre pasado, en la última Exposición Rural de Saliquelló, en el tradicional concurso ganadero Cousello obtuvo varias cucardas(Campeón biotipo Continental, Reservado Campeón biotipo Británico, Campeón biotipo Británico categoría Vaquillona Pesada, etcétera), mientras que Maruca se alzó con el premio al Reservado Campeón biotipo Británico categoría Novillo de Consumo.
Marido y mujer en todo, salvo en la jura.
La historia es más o menos así. Maruca heredó unas 50 hectáreas de su familia. Cruzando un camino vecinal de tierra, unos 2.000 metros más allá, Edgardo trabaja sobre 84 hectáreas que habían sido de su padre. Todo indicaría que ambos campitos deberían funcionar como una sola unidad económica, pero no resultan tan sencillo. Los bovinos son trasladados de uno a otro lugar solo en situaciones especiales, como cuando hay que vacunar. Para esas cosas, es el campo de los Cousello el que cuenta con mejores instalaciones.
Mirá la entrevista a Miki y Maruca:
Lo increíble es que, a pesar de su escasa superficie de la que disponen (es igual juntos que separados), el matrimonio se las ingenia para sacar premios en el tradicional concurso ganadero de Saliquelló desde por lo menos 2006 o 2007. Hay una clara apuesta a hacerlo, trabajan para ganar. En el campo de Edgardo Bichos de Campo pudo ver la envidiable calidad de un lote de cría compuesto por unas 70 vacas con sus terneros al pie. Entre un campo y el otro, los llevará al peso ideal para la faena, de unos 450 y hasta 480 kilos, en un muy corto periodo de tiempo.
Habla orgulloso de sus vacas Edgardo, mientras asiente Maruca.
-Y ella tiene una partecita de campo cruzando calle acá mismo, donde tiene otro rodeo que lo manejamos aparte por cuestiones de..
-Qué se yo. Por cuestiones impositivas, digamos. Porque él tiene lo de él y yo tengo lo mío.
-Pero no entiendo… ¿Tienen los animales separados, pero los manejan juntos?
-Cuando los terneros se destetan se traen para acá, se engordan acá. En el campo de ella no hay comodidad, no hay corrales, no hay manga, no hay nada. Entonces cada vez que hay que trabajar con ellos hay que traerlos para acá. Además me queda más cómodo, porque es el lugar donde yo paro es acá- explica Edgardo.
Miki cuenta que su padre ya tenía vacunos cuando él era chico, pero luego discontinuó. Como tuvo edad suficiente como para que “no le guste que te manden tanto o quiere arriesgarse a hacer lo de uno”, empezó él mismo a comprar de a cinco o diez vacas. “Fue como llegue al rodeo de ahora”, define. Empezó más o menos en 2001.
Maruca cuenta que su padre también tenía ganado pero cuando murió ella decidió venderla porque “era hacienda muy mezclada”. Con ese mismo dinero volvió de a pocos, como Miki, a armar su propio rodeo.
Lo curioso es que ambos compran hacienda de gran calidad y generalmente en los remates de cabañas: adquieren vaquillonas controladas o madres Angus seleccionadas. Y los toros siempre son de pedigrí. Los últimos que compró Edgardo para servir a sus vacas provienen de la prestigiosa cabaña Tres Marías, ubicada en Espartillar. A él le gusta que los nacimientos sean estacionados, en un periodo que va de mayo a julio de cada año.
“Desde que arranqué siempre me gustó de tener, tener bueno. Estas vacas te van a comer lo mismo que una vaca que no tenga clase. Y la respuesta la vas a tener después, con el ternero. Si fuera de una vaca que no tiene la genética, va a engordar mucho más lento”, nos explica Cousello.
Las compras, de uno y otro, de Miki o de María, se producen en pocas cantidades, de cinco o seis vaquillonas por operación. Por eso las conocen de memoria a cada una de ellas, las propias y las ajenas.
“Yo para eso soy bastante detallista; a mi no se me despinta el animal. No sé por qué motivo, pero lo fijo mucho, me doy cuenta enseguida”, nos cuenta Maruca en primera persona del singular. “Con lo que he llegado a hacer en el transcurso de 25 años estoy re conforme y pienso seguir así”, confirma Edgardo en igual tiempo verbal.
-¿Y se suelen poner de acuerdo con la hacienda que van a comprar?
Ambos asienten de inmediato. Pero Cousello marca la cancha de su compañera de vida con un pequeño mimo. “Por ahí ella trabajó mucho con el padre en lo que era tambo. En eso me supera a mi porque yo de vacas overas no sé nada, solo se que tienen cuatro tetas y nada más. Pero de a poco ella ha ido conociendo un poco más por lo que uno va haciendo. Ahora ya se da cuenta lo que es un buen animal (para carne) y qué es lo que hay que mirarle”.
Es la primera vez, tras dos intentos frustrados por la sequía, que Cousello logra cosechar un buen lote de maíz para elaborar un silo que da ahora de comer a sus vacas y los terneros. Esa es su prioridad, que crezcan sanos y lo más rápido posible. “Yo podría hacer todo agricultura, pero lo que voy a tratar es de mantener las 70 madres en las 80 hectáreas y voy a tratar de sembrar en otro campo, para maíz o para algún rollo, con tal de dejarle lo que es campo a ellas acá, y no tener que moverlas”, define su plan.
-¿Y este planteo les alcanza para vivir dignamente?
-Es cuestión de buscarle la vuelta. Por ahí hay muchos gastos como en todas las cosas. Es muy probable que yo pierda plata porque nunca me puse a hacer los números. No sé si es por el gusto que uno tiene, pero lo voy a seguir haciendo…
-¿Y vos Maruca lo vas a seguir acompañando?
-Y… Son muchos años de compañía, de matrimonio, de trabajar en la manga. El otro día cuando preparábamos los animales para llevar a la Rural, yo lo ayudaba. Sábado y domingo vengo con él al campo. Me gusta el trabajo.
-¿Y qué necesitarían ustedes para, como quiere el gobierno, producir más?
-¿Del gobierno? Mirá, uno tiene ciertas ideas pero no creo que le hagamos cambiar las ideas que tiene ellos. Yo creo que más de lo que hago no puedo hacer. Porque criar un ternero en 14 meses, llevarlo hasta 450 o 480 kilos, no sé que es más rápido que eso.
-Vos producís mucha carne en poco tiempo…
-Es un poco por la genética y otro poco porque los animales no pasan nunca miseria. Porque el mismo ternero una vez que se lo saco a la vaca tampoco va a andar rastrojeando. Lo normal es que se descuide y se crie en un lote, pero no es mi gusto, yo los veo sufridos a los animales. A lo mejor es contraproducente si hago los números, pero mientras los puedo hacer y vea que no me vaya yendo en decadencia lo voy a seguir haciendo- ratifica Miki.
Maruca lo interrumpe, corrigiéndolo por primera vez en toda la charla: “Pero mal no nos va. Uno va aumentando de a poquito a costa de mucho sacrificio”.
Edgardo asiente: “Es lo que uno eligió y lo que heredamos de nuestros padres. A hacer algo contra gusto no le veo sentido”.