Medir la huella de carbono en la cadena de la carne, particularmente en los frigoríficos, es un misión que encara el INTA desde el año 2022. Al frente del desafío -que representa medir este indicador en vacunos que provienen de diferentes establecimientos ganaderos y que terminan en el plato de los consumidores- está el investigador Rodolfo Bongiovanni, de referencia obligada en el país cuando de mediciones sobre emisión y secuestro de carbono se trata. Por eso ha sido el encargado de medir la huella de carbono en distintas cadenas productivas.
En el caso de la carne vacuna, y si bien el estudio ha requerido de mucho trabajo y todavía queda un largo camino a recorrer, Bongiovanni dijo a Bichos de Campo que ya se cuenta con la información de al menos 12 frigoríficos que forman parte del convenio entre el INTA y el IPCVA, para llevar adelante la investigación.
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“Nos está llevando más tiempo de lo previsto, porque trabajar con la ganadería es realmente complicado. Con respecto a la huella, no es un proceso automático, acá tenemos un montón de condiciones que son diversas. Entonces se dificultó conseguir la información técnica. Hemos avanzado un poquito más lentamente de lo previsto, pero ya tenemos lista la información de 12 de los 24 frigoríficos que finalmente quedaron en este convenio. O sea la huella ya la tenemos”, dijo el investigador.
A pesar de lo engorroso del proceso, Bongiovanni, “el medidor de carbono”, trasmitió tranquilidad y dijo que la situación con respecto a la huella de carbono en la ganadería es menos grave de lo que suele indicar la Unión Europea para los países productores del sur de América.
“El balance entre lo que se emite y lo que se secuestra, son bastante bajos con respecto a lo que se conoce usualmente como la huella de carbono de la carne. En Europa, los veganos dicen que comerse un bife de chorizo emite 100 kilos de dióxido de carbono por cada kilo de carne”, explicó.
Al mismo tiempo aclaró, que estos valores se pueden llegar alcanzar según el grado de deterioro del ambiente, pero que no es el caso puntual de Argentina. “Esto puede ser cierto en algún contexto donde hay mucha deforestación y lleve cuatro o cinco años lograr un animal terminado. Nosotros acá tenemos algo de deforestación, pero no es tan grave como en otros países. Y sobre todo nuestra eficiencia productiva nos permite terminar un animal entre 18 y 24 meses, o sea, en menos de dos años”.
-¿Entonces aquí la huella de carbono de la industria de la cadena de la carne sería menor que la de Europa?
-La huella de carbono de un kilo de carne ya terminado en Europa es de 100 kilos. Es el valor que tienen ellos de referencia. Nosotros acá encontramos valores alrededor de los 30 kilos de dióxido de carbono, por cada kilo de carne al consumidor. Y esto, como hay un rendimiento de por medio, significa que a nivel del campo aproximadamente, la huella de un kilo de peso vivo es de entre 10 y 15 kilos de dióxido de carbono por cada kilo de peso vivo.
Y añadió. Entonces si vos tenés un sistema que produce 100 kilos de carne por año y tu huella es de diez kilos de dióxido de carbono por cada kilo de peso vivo, se estaría emitiendo mil kilos por sistema ganadero. Pero si yo tengo un sistema silvopastoril, pasturas perennes que me esté secuestrando mil kilos por hectárea, estaría logrando la famosa carne carbono neutro.
¿Qué significa que un alimento lleve el sello del Programa Argentino de Carbono Neutro?
-Entonces decís que en un circuito productivo donde se haya utilizado la ganadería regenerativa o quizás un modelo silvopastoril, con bosques combinados. ¿Estoy capturando y compensando esa emisión en el bife final?
–Exactamente. No puedo evitar que el animal rumie, su principal fuente de emisión es la fermentación y no puedo evitarlo. La pregunta es ¿Cómo lo compenso? Bueno, precisamente en un sistema que esté secuestrando activamente. Si yo quiero un sistema carbono neutral como lo tiene diseñado Brasil se necesita un sistema que secuestre la cantidad de crono que queremos disminuir.
-Para vos obviamente este trabajo forma parte de tu inquietud como investigador, para los frigoríficos, tiene un sentido casi de marketing y lo deja mejor parado frente al consumidor ¿Notás que estas mediciones se trasladan luego al ganadero para que mejore sus práctica?
–Yo creo que es algo que desde el consumidor hacia atrás arrastra toda la cadena de valor. No solo a los frigoríficos los involucra porque ya los consumidores les están pidiendo, no. Entre el INTA y el INTI hemos formado un lindo equipo para trabajar en este tema de las huellas porque el mercado europeo, el mercado premium de Estados Unidos y países de alto poder adquisitivo, requieren información ambiental. Esa información es la que nosotros llamamos valor agregado ambiental, que muchas veces no pasa por el precio, a veces pasa por mantener al cliente y asegurarse la venta de ese producto.
En este contexto, donde son cada vez más habituales las exigencias de los mercados más influyentes del mundo, el también profesor de economía, contó -que además de la cadena de la carne- hay otras producciones que entran en el proceso de medición.
“Se nos encargó que hiciéramos la huella del maíz, que en el caso de Argentina da un valor promedio de 178 kilos de dióxido de carbono equivalente por tonelada. No es el más bajo del mundo, pero es uno de los más bajo, precisamente porque el uso de fertilizantes es bajo en Argentina y el rendimiento de la eficiencia productiva de nuestros suelos es alta, con baja carga de insumos”, detalló.
-¿También se midió la huella de carbono de la industria del bioetanol?
-Obviamente se trata de un proceso industrial asociado a la producción del etanol de maíz y es emisor. Pero el tema es cuánto disminuye la huella con respecto al combustible fósil, recordemos que el petróleo no es nada más que carbono almacenado en un yacimiento. Bueno, la reducción que nosotros encontramos en los sistemas que tenemos en los campos del centro de Argentina, en sistemas de economía circular, es que tenemos una reducción del 88% con respecto del combustible fósil. Quiere decir que si bien no alcanzamos la carbono neutralidad porque sería imposible, se bajan mucho los niveles de emisión con respecto al combustible fósil y sobre todo cuando vos le agregas otros productos.
-Está bien que el rol del INTA y el INTI, dos organismos prestigiosos estén tratando de hacer un protocolo que puedan usar todos los sectores ¿Pero te está quedando alguna actividad que sientas ganas de medir?
-Decir que todo está lanzado es por ahí ambicioso. Y por otro lado es el desafío, es conocer las herramientas, conocer las normas y ponernos de acuerdo. Si hay un organismo como Naciones Unidas que dice que la huella de carbono se debe medir de acuerdo a una serie de normas que pone el panel de cambio climático tenemos que ponernos de acuerdo, hay que medir todo de acuerdo a esas normas.
Pero bueno, hasta ahora hemos medido toda la cadena de trigo, estamos trabajando con la cadena de soja en la actualidad, la cadena de maíz, la del algodón. Estamos trabajando con la cadena de maní porque hace diez años atrás publicamos la huella de carbono de todos los productos de la cadena de maní. Ahora las empresas quieren salir de ese estudio y quieren tener la huella por empresa, por producto.