En una sola foto, difundida por medios oficiales, puede verse con total desparpajo la “doble nelson” que los frigoríficos exportadores aplicaron a los matarifes con la ayuda de funcionarios del gobierno nacional.
Este fin de semana comenzaron a circular por algunos distritos del Gran Buenos Aires los puestos del “Mercado Federal Ambulante” con cortes envasados al vacío a precios subsidiados.
Tal como había prometido Mario Ravettino, presidente del Consorcio ABC, en los puestos itinerantes los compradores iban a poder acceder a “la misma sanidad de producto que consume un europeo y un americano (por un estadounidense) o un chino”.
Eso mismo se puede apreciar con claridad en la siguiente imagen, correspondiente a un puesto ubicado en el playón de la estación de trenes del municipio de Tigre, en el cual se ofrecen cortes elaborados por el Frigorífico Gorina a precios subsidiados (la cuadrada o bola de lomo, el roast beef y la carnaza a 515, 409 y 379 $/kg respectivamente).
Lo que se observa en esa foto es la meta histórica de los propietarios de los frigoríficos exportadores: que los cortes de carne vacuna en el mercado interno se comercialicen envasados a vacío directamente en la planta industrial, tal como se elaboran para exportación.
En un país normal, con una presión tributaria y política cambiaria normal, inflación normal y marcos normativos que no cambian de manera abrupta, la economía de escala presente en los frigoríficos exportadores seguramente habría consolidado el modelo de negocios de venta directa de cortes.
Pero en la Argentina, paradigma de la anormalidad –incluso considerando lo que sucede en países vecinos–, esa lógica no es viable, razón por la cual buena parte de la comercialización interna de carne bovina está en manos de una multiplicidad de emprendedores cárnicos, matarifes y carniceros, que tienen “cintura” suficiente para adaptarse a la constante inestabilidad de las variables presentes en el negocio.
Hasta que llegó el día que los exportadores, luego de décadas de lobby, finalmente convencieron a los funcionarios del actual gobierno para que, lo que no pudo hacer el mercado por sus propios medios, se instrumente de manera forzada a través de la imposición de una medida oficial.
Así fue como llegó la “doble traba” para los matarifes. Por un lado, la obligación del cuarteo de la media res para introducir un proceso industrial –y por lo tanto un costo adicional– en la ecuación económica. Por otro, restricciones para aquellos exportadores cárnicos que no tengan una planta industrial propia.
Ahora vamos viendo, con mayor claridad, que los cortes subsidiados distribuidos por los frigoríficos exportadores, a razón de 8000 toneladas mensuales (volumen equivalente aproximadamente a un 5% del total del consumo interno), en realidad tienen un precio que no se refleja precisamente en los camioncitos repartidores.
Los funcionarios kirchneristas “compraron” el proyecto de los exportadores, por medio del cual se asegura que las medidas tendientes a diluir la participación de los matarifes para promover un crecimiento de las ventas de frigoríficos contribuirán a abaratar el precio de la carne pagado por los argentinos.
Vale recordar que la primera experiencia de los frigoríficos exportadores con un gobierno kirchnerista no terminó muy bien. En julio de 2008 la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, durante el acto de reapertura del frigorífico Swift en Pontevedra, gestionado por la brasileña JBS, destacó que el sector pudo “articular el mercado interno para garantizar la mesa que consumimos los argentinos”. Por entonces, plena liquidación histórica del rodeo bovino, los valores de la hacienda estaban planchadísimos y el negocio de los frigoríficos era una fiesta.
Pero cuando el nivel de vientres vacunos llegó a un nivel crítico y los precios del ganado comenzaron a volar por los aires, el propio secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, les comunicó a los representantes de los frigoríficos que, luego de ganar fortunas, había llegado el momento de hacer su aporte. Lo que vino después es un cierre generalizado de plantas industriales y miles de trabajadores cárnicos que quedaron sin trabajo.
Así fue como el cupo de exportación de cortes de alta calidad destinados a la Unión Europea (“cuota Hilton”), que en 2008/09 se había distribuido entre 67 plantas frigoríficas, en 2015/16 se asignó apenas a 24 frigoríficos. Una verdadera tragedia.
En definitiva: pretender que un marco normativo creado por el Estado sea la solución para un problema creado por el propio Estado no luce muy razonable. Especialmente si los cambios implican inclinar la balanza hacia un sector en desmedro de otro.