La historia de Juan de Pian es muy particular. En 1923 su familia montó un estudio fotográfico en Tandil y desde entonces se dedicó a esa actividad. Pero él decidió romper con la tradición y comenzó a trabajar en una empresa de instalaciones de tambos.
En 1995 instaló el primer tambo en Tandil y en 2006 –las vueltas de la vida– ese fue el primer tambo que alquiló cuando decidió convertirse en empresario lechero. Luego dejó ese campo para alquilar un tambo en Balcarce, donde se encuentra en la actualidad.
Pero la historia que nos trae aquí tiene que ver con una visita realizada por Juan a un tambo de un colega, a quien conoció por medio de un grupo de WhatsApp llamado “tamberos argentinos”.
Juan, durante la recorrida que realizó con otros tamberos, se encontró con una pizarra en la cual había una anotación muy particular: una vaca que había “muerto dos veces”.
Desafortunadamente, durante la recorrida no se encontraba presente en autor de tan insólito registro, con lo cual no hubo manera de saber qué quiso decir exactamente el operario que la anotó. ¿La vaca fallecida había sido dada de baja por error en el pasado al ser confundida por otro ejemplar? ¿El trabajador del turno anterior la había dado por muerta cuando no era así y finalmente terminó muriendo en el turno siguiente? Misterio.
Cosa é mandinga pic.twitter.com/qpxjtcvta8
— Juan De Pian (@juandepian) November 13, 2021
El interés de Juan –quien cuenta con más de 300 vacas en ordeñe– por visitar diferentes establecimientos reside en una búsqueda orientada a mejorar el confort de los animales.
“En los últimos dos años realizamos una inversión para transformar la guachera de individual a colectiva, la cual está ahora en un galpón techado para resguardar a las terneras y terneros”, explica Juan a Bichos de Campo.
“Siempre me gustó lo que sucede en un tambo. Muchos años después de dedicarme a la actividad, al mirar un álbum de fotos en la casa de mi viejo, encontré una foto de mi bisabuelo en una chacra ubicada a la ladera de un cerro”, añade. Después de todo, es algo que quizás llevaba en la “herencia genética” y no lo sabía.
El tambero, quien comercializa su producción a la Cooperativa Nuevo Amanecer, está preocupado por los números del sector cuando finalmente se produzca la tan anunciada devaluación del peso argentino.
No se tratará, por cierto, de la primera crisis sectorial que le tocó vivir. “En otras situaciones similares hemos resignado producción para tratar de pasar el momento; nos hemos acostumbrado a sobrevivir a entornos extremadamente volátiles”, aseguró.
Bonus track. La empresa de Juan, Tambo La Cachila, tiene seis empleados, tres de los cuales son mujeres.