El mendocino Marcelo Canatella egresó del Liceo Agrícola y Enológico “Domingo Faustino Sarmiento” y luego obtuvo su título universitario en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo. A fines de los 90, ya estudiado, comenzó a trabajar y uno de sus primeros desafíos profesionales fue en la famosa bodega Clos de los Siete: tuvo que implantar sus primeras 200 hectáreas de nuevos viñedos y confiesa que sintió mucho temor y respeto.
¡Debe ser difícil la decisión de implantar tal o cual variedad sin saber si va a prosperar agronómicamente o si el vino que darán esas vides varios años después tendrá demanda o será rechazado por los especialistas!
Cierto día, no hace mucho, Marcelo charlaba con unos amigos sobre toda esta experiencia acumulada en más de 25 años de profesión, cuando se le ocurrió contabilizar todos los proyectos de nuevos viñedos en los que había participado desde 1998. Comenzó en Santa Rosa, en viñedos ubicados en la zona este de Mendoza, siguiendo por Clos de los Siete, Los Arbolitos, en Tunuyán, y en el Valle del Uco. Agregó hectáreas de nuevos viñedos en zonas novedosas como Jujuy o Chapadmalal. Y llegó a darse cuenta que había acumulado 5.000 hectáreas.
En un país que no llega a las 200.000 hectáreas implantadas con vides como es la Argentina, ese número fue suficiente como para convencerlo de que había llegado la hora de contar toda la experiencia acumulada en un libro destinado a las nuevas generaciones de viticultores: como no podía ser de otro modos, la obra se llama “Plantación Exitosa de Viñedos”, puede ser comprado de manera electrónica en este enlace y vale menos de 15.000 pesos.
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“Humildemente considero que tengo algo de autoridad como para transmitir herramientas necesarias para plantar un viñedo con éxito”, escribió el autor para presentar esta guía que contiene recomendaciones aplicables tanto a cultivos en secano como en aquellos proyectos pensados para áreas de regadío, y que incluye desde los análisis previos a realizar al inicio del trabajo de plantación, hasta el manejo agronómico del viñedo durante el primer año.
En el programa radial Colonia Agropecuaria entrevistaron a este singular agrónomo mendocino.
-Haber implantado 5.000 hectáreas de viñedos no es moco de pavo. ¿Cuándo te diste cuenta que habías llegado a 5.000 hectáreas?
-En broma, hablando de lo que era la vitivinicultura en el mundo y los cambios con un par de colegas, llegamos a decir ‘bueno, no muchos tienen en el mundo la posibilidad de asesorar tantas hectáreas como por ahí tenemos nosotros en Argentina’. Por ahí me ha tocado visitar distintas regiones vitivinícolas, donde hay mucha superficie plantada, pero también son muchos los asesores, o cada empresa tiene su asesor o su ingeniero. Ahí surgió el tema. Y me puse ese fin de semana a sacar cuenta desde cuando había empezado allá en el año 97. Y bueno, obviamente con el gran empujón de Clos de los Siete, que fueron cerca de 700 hectáreas. Cuando llegué a las 5.000 dije: ‘bueno, hemos plantado mucho, así que es hora de transmitir un poco la experiencia’.
-Raro, porque muchos profesionales suelen guardarse sus secretos mientras están en actividad…
-También fue por la necesidad de asesoramiento que he tenido en los últimos años desde sectores que no son tradicionales: Chapadmalal, Santiago del Estero, Jujuy, que no tienen una gran historia. Entonces me parece que se podría volcar toda la experiencia de cómo implantar un viñedo de manera exitosa, quizás para ayudar a otros lugares donde quizás van a ser 2, 3, 5 hectáreas y no pueden contratar a un asesor. Es un poco tratar de colaborar con mi granito de arenas. Eso es un poco la idea del libro.
-Arrancaste en 1997, o sea que tu carrera está atravesada por varios procesos diferentes, interesantes en la historia de la vitivinicultura argentina. Uno es la introducción en los 90 fuerte de la reconversión de nuevas varietales. Y otro es la expansión hacia nuevas zonas.
-Sí, fue así. Y a eso le agregaría otro punto que es que a finales de los 90, principios de 2000, hubo por un lado una gran reconversión, y por otro lado una gran expansión hacia lugares que se creían más extremos, más marginales dentro de la provincia de Mendoza, y San Juan también. Ahí es donde surgen los Gualtallary, los Pedernal, que eran sectores que no eran tradicionales, y antes, sin riego por goteo, o sin nuevas tecnologías, era imposible plantarlos en la década del 60 o 70, más allá de los problemas coyunturales que podía tener la vitivinicultura. O sea, esos lugares no se desarrollaban por una limitación tecnológica. Entonces, yo como que viví y disfruté de esa posibilidad de plantar en lugares donde antes no se plantaba. Estamos hablando de 1200, 1300 metros al pie de la cordillera, en todo lo que fue la zona de Tunuyán, Tupungato, San Carlos, Altamira, la parte alta. Eso por un lado. Después reconvertir. Y después, las nuevas zonas. Así que fue un combo excelente toda la parte laboral mía.
-¿Y en el libro qué intenta contar a los nuevos viticultores? ¿Qué tecnologías hay disponibles? ¿Qué secretos? ¿Con qué hay que tener cuidado?
-Una mezcla de todo. En realidad, es un libro que puede sintetizarse como tips para plantar un viñedo, desde cómo elegís los análisis previos al viñedo para no equivocarse, análisis de suelo, análisis de agua, cómo realizar el proceso de preparación del terreno, cómo realizar el proceso de selección de plantas, qué criterios tener en cuenta. Después, la determinación del sistema de riego donde hay cultivo a secano o con irrigación, como es toda la parte oeste de Argentina. Pero también lo que puede ser riego suplementario en sectores más húmedos, que muchas veces están los milímetros suficientes, pero no en la época que se necesitan. Después la plantación propiamente dicha. Es como una guía con un fuerte contenido técnico, pero aplicable.
-¿Cuánto del éxito de un vino tiene que ver con la tarea del agrónomo, con la plantación y la selección de las variedades? Se van a enojar los enólogos…
-Bueno, eso es una gran verdad y es un compartimento que ya no es estanco. O sea, hoy día hay grandes enólogos que conocen de selecciones, de clones. O sea, hoy día hablar de Merlot es muy genérico, hoy día uno tiene que hablar de Clon 181 de Merlot. Quiero decir que hoy día los enólogos participan mucho en el proceso de plantación. Obviamente no están por ahí muy al tanto en lo que son los milímetros de riego, pero tienen el criterio suficiente como para colaborar y opinar sobre las distancias de plantación, es decir qué cantidad de plantas por hectárea; o del porta injerto; o que participan mucho en los mapeos de suelo. Sobre todo porque antes uno plantaba arquitecturalmente o en cuadrados, siempre pensando en la eficiencia de las labores y no por ahí siguiendo las manchas de suelo, que son las que le imprimen identidad a los vinos. Eso ha cambiado: antes eran viñedos cuadrados, hoy día estamos haciendo viñedos que siguen las manchas de suelo. Por eso el enólogo tiene una participación activa, al igual que nosotros los agrónomos participamos en degustaciones y en los perfiles de los vinos. Creo que desde los 90 en adelante hay compartimentos mucho menos estancos, o más compartidos entre la labor del enólogo y el agrónomo.
-¿Cuál fue la hectárea más difícil de todas esas 5.000 que implantaste?
-Bueno, hay varias por distintos motivos. Así a grandes rasgos las primeras 100 hectáreas que hicimos en Clós de los Siete, donde hubo muy poco tiempo, Clós de los Siete es un proyecto francés, donde convivían Monteviejo, Flecha de los Andes, Bodega Roland. Yo empecé con Michel Roland, fue mi gran aprendizaje, y mi gran maestro Michel en plantación de viñedos. Las primeras 100 hectáreas en el año 99, si bien tenía experiencia… Ahí era todo nuevo, en una zona muy pedregosa, muy de pedemonte, y había poco tiempo.
-¿Y en nuevas regiones vitivinícolas?
-Jujuy tiene su complejidad, Cafayate tiene su complejidad, la costa atlántica tiene su complejidad, por distintos factores, cuando no influye el agua, influye el viento, cuando no la altura, pero siempre hay factores limitantes a tener en cuenta, y son los que trato un poco de recalcar ahí en el libro, por lo menos para que se tengan en cuenta.
-¿Cambiarías de oficio si tuvieras la chance de volver a empezar?
-No, tengo la mejor profesión del mundo y siempre lo digo, por ahí hacemos chistes con los colegas: estamos en degustaciones o en presentación de viñedos, y encima nos pagan por esto. No, realmente soy un apasionado de la viticultura y un apasionado del vino, creo que es historia, creo que es tradición, creo que es cultura, y ahí dentro está toda la parte vitícola, de los viñedos.
-¿Y tenemos una agronomía vitícola madura en la Argentina o queda mucho por enseñar y por aprender?
-Yo creo que siempre hay nuevos conceptos para aprender. Cuando uno ya cree que tiene manejado el viñedo, empieza a descubrir que la biodiversidad, por ejemplo, en el suelo, que los microorganismos empiezan a incidir de manera muy diferente en un mismo suelo, generando distintas identidades en los vinos. Hay nuevas técnicas para economizar agua, nuevas técnicas para mantener el suelo vivo, nuevas técnicas para proteger la uva del sol. Sea por cambio climático o no, lo cierto es que cada vez se están sufriendo un poco más de temperaturas extremas los viñedos en algunas partes y sobre todo de la incidencia del sol. Siempre hay una evolución total; siempre estamos aprendiendo y siempre buscando lo nuevo, porque el consumidor también busca lo nuevo. Entonces el enólogo trata de hacer cosas nuevas y los agrónomos tenemos que estar alineados para entender al enólogo y bajarlo a tierra.
Felicitaciones para Marcelo .Se necesitan más emprendedores en la Patagonia Norte