Leímos que Estibaliz Cuesta Ramunno, que es doctora en Antropología Médica y Antropología Aplicada, era anunciada como oradora en el reciente congreso de Aapresid. Nos preguntamos: ¿Qué puede aportar una antropóloga a un congreso de productores? La llamamos para preguntarle eso y surgió un lindo tema de charla.
Las explicación es que la especialista lleva a cabo una investigación financiada por el Instituto Nacional del Cáncer, en donde estudia las percepciones de riesgos en comunidades chicas de la región Centro (Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos). Es un tema que divide y crea grietas, incluso en comunidades muy pequeñas. La gente se divide entre quienes temen y critican abiertamente las prácticas agrícolas actuales y entre quienes las defienden por considerarlas inofensivas.
“Investigamos la percepción del riesgo que siente la gente con respecto a factores del ambiente que impactan en su salud, y ahí nos acercamos a uno de los ejes más conflictivos del agro argentino”, contó la antropóloga, en alusión a que muchos productores son acusados por sus vecinos por envenenar y contaminar todo con el uso de agroquímicos.
Mirá la entrevista completa a Estibaliz Cuesta Ramunno:
En un intento de explicar esta percepción, la antropóloga manifestó que “detrás de todo lo que tiene que ver con la creencia, siempre hay factores culturales. La gente no es irracional o ignorante, y no le falta información, sino que tiene razones que están construidas no desde el riesgo estadístico y matemático, sino desde la percepción del riesgo”.
Esta percepción, añadió, “se va constituyendo primero por los temas que están en boga en la sociedad en que vivimos, o los que escuchamos desde que nacemos o en los ámbitos donde nos relacionamos. Pero también por lo que sentimos, lo que es totalmente diferente al riesgo estadístico”.
-¿Y el miedo vendría a ser parte de los sentidos que uno incorpora a la construcción de esta imagen?
-Por supuesto, porque el miedo es una respuesta adaptativa que no podemos evitar. Estamos tan adaptados con nuestras expresiones de miedo, que de repente tenemos miedo a subir a un ascensor, pero es un miedo heredado de nuestra especie, y su miedo a los grandes depredadores. Son todas adaptaciones fenotípicas, o bien vivimos también un poco desadaptados.
-Ahora sabemos por qué te convocó la gente de Aapresid. La comunidad agropecuaria es cuestionada desde muchos sectores sociales. ¿Vos tratás de explicar que esto es una construcción más compleja y que los productores no tienen por qué sentirse perseguidos?
-En la percepción del otro hay razones que desde la antropología no cuestionamos o enjuiciamos como buenas o malas, sino que intentamos conocerlas. Hay razones que tal vez se mantuvieron en el tiempo y tiene que ver con un hecho específico que ocurrió hace 20 años, por ejemplo. En las discusiones muchas veces se generan diálogos de sordos, si yo ya doy por hecho de que el otro me habla desde la ignorancia o irracionalidad.
Estibaliz nos cuenta que un sociólogo llamado Anthony Giddens sostiene que “todos ponemos en una balanza qué riesgos tomamos y qué riesgos no. Si nos exponemos al virus o no lo hacemos. Todo siempre lo ponemos en una balanza. Lo mismo pasa con las decisiones dietarias. No son cuestiones irracionales, son decisiones que tienen razones”.
-Entonces se trata de entender las razones del otro…
-Exactamente. Volviendo a nuestra investigación en la región Centro, estamos haciendo un trabajo de campo que nos quedó truncado por la pandemia. Pero estuvimos en localidades pequeñas, de menos de 5.000 habitantes, porque generalmente conocemos más sobre lo que pasa en grandes ciudades, y justo en esas localidades chicas todos los habitantes están expuestos a un mismo factor con respecto al ambiente
-En esas localidades deben construirse de modo diferente los miedos o las razones. Debe ser mucho más personal ¿No?
-Hace tiempo que hablo con la gente de Aapresid acerca de esta distinción que mantenemos a nivel de discurso entre el campo y la ciudad. Ponemos al campo contra la ciudad o viceversa, pero nos sorprendió bastante que en localidades chicas se vive casi igual que en las grandes ciudades, y el impacto del estilo de vida en la salud es casi igual. Por eso me pregunto si debemos seguir manteniendo una distinción entre campo y ciudad.
La profesional citó el caso de Los Molinos, Santa Fe. “Vimos que la gente tiene el mismo nivel de estrés que una persona de ciudad; tiene los mismos tiempos de trabajo que una persona de ciudad, y aparte tiene que trasladarse a la ciudad para recibir el confort y atención a la salud. Es que uno se imagina que en las localidades chicas rurales se vive bárbaro, se saluda todo el mundo y que no viven problemas de inseguridad. No estamos viendo eso, por lo menos en lo que estamos investigando”, aclaró.
Ver: Un estudio confirma la pésima imagen en la sociedad de los productores agropecuarios
-Debería darse una empatía casi natural entre los productores y sus vecinos. Sin embargo, muchas veces los productores encuentran resistencias en sus propios pueblos y no logran conciliar.
-Podríamos decir que hay una naturalidad, con respecto a que la mayoría de habitantes de estas localidades están vinculados al sector productivo. Lo que pasa es que es una vinculación medio de encrucijada. Puede haber un familiar que está trabajando en el campo, o bien tener amistades vinculadas al sector productivo. Pero si hay alguna percepción de que el sector les puede generar algún riesgo a su salud, ¿cómo lidias con eso en una comunidad chica con tu primo o tu vecino? No es lo mismo en las ciudades, donde a lo mejor hay un tercero de apelación, que puede generar un diálogo o una charla sin conflicto.
-Es cierto. Es mucho más complicado discutir con quien ves a diario.
-Uno puede hablar las cosas para mejorarlas, pero pensemos que las localidades chicas no han pasado por procesos de planeamiento urbanos. Entonces surgen los conflictos, del mismo modo que en las grandes ciudades como en Rosario, se avanzan con barrios sobre tierras o campos con producción agropecuaria extensiva, lo que genera conflictos entre vecinos. Bueno, en las localidades chicas pasa lo mismo. ¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a hablar con el intendente, cuando lo conocés y luego lo verás en el club? Cuando sabes que hasta la gobernanza local tiene sus propias limitaciones. De eso hablamos en Aapresid.
-¿Y qué les sugerís a esos productores que se encuentran en esa encrucijada de sentirse mal y no poder dialogar abiertamente con sus vecinos?
-Yo no lo llevaría al plano de la empatía o de la emoción, sino al plano del raciocinio. Nosotros trabajamos con grupos focales que son charlas de dos o tres horas, para poder identificar de dónde viene esa violencia, enfrentamiento o malestar. En estos casos, recomiendo buscar un tercero de apelación, una persona que pueda gestionar el conflicto y mediar.
Estibaliz nos contó que en una de las localidades pequeñas que estudiaron “encontramos que la persona que servía muy bien como puente del diálogo era la secretaria del intendente. Ella nos abría las puertas y tenía un estilo en el manejo del conflicto, que abría mucho el diálogo. Era además una persona con mucha credibilidad, que sobrevivió a varias intendencias. Tiene un liderazgo más femenino, con lo cual genera más diálogos, acuerdos y baja los decibeles de conflicto”.
-Uno tiende a pensar que el tercero que habilita el diálogo es el Estado o político electo.
-Claro, y en este caso, es un actor más cotidiano, no tan apegado al palo político, lo que podría generar resquemor o desconfianza. Nosotros (a la secretaria del intendente) la terminamos tomando como un actor con mucha credibilidad, algo que es difícil de encontrar en instituciones de localidades chicas, donde todos se conocen supuestamente. Y otra institución que identificamos como buena mediadora en otro proyecto fueron los bomberos voluntarios.
-Claro. Son figuras institucionales, pero que no forman parte de la política partidaria.
-Si, porque también identificamos que las intendencias o presidencias de comunas tienen bastante recortadas las alas en el sentido de que están muy limitadas por el apoyo de niveles superiores, y en muchas ocasiones son también puenteadas al querer resolver los conflictos. Tienen también sus limitaciones.
-Entonces la recomendación es no ocultar los problemas, y encontrar una voz mediadora en los conflictos locales. Y sobre todo, no tomarse todo como una agresión constante.
-Exacto. Hay que sobreponerse a la desconfianza, y empezar a confiar más en los que formamos parte de la comunidad, sin excluir a nadie, porque sino el conflicto continuará manteniéndose.