Originariamente se llamaba Presidente Perón pero “pasaron cosas” y desde 1955 tiene el nombre de doctor Bernardo de Irigoyen. La escuela en cuestión es una agraria ubicada en Rivera, partido de Adolfo Alsina, en Buenos Aires pero muy cerquita del límite con La Pampa (18 kilómetros), razón por la cual asisten muchos chicos de esa provincia.
La capacidad de residencia, es decir para que los chicos y chicas se queden a vivir en la escuela de lunes a viernes, es de 192 varones y 86 mujeres. En total hay actualmente 322 alumnos (entre los que residen y los que vienen y vuelven a sus casas), 107 docentes y 48 auxiliares. Es una escuela secundaria del estado donde los alumnos egresan con el título de Técnico/a Agropecuario/a con orientación en alimentos. Y un dato extra: si bien fue fundada en 1952, recién en 1977 pudo asistir la primera alumna mujer y en 1994 la posibilidad de que la residencia sea también para mujeres.
“El colegio trabaja con lo que se llama ´entornos formativos´, que son unidades didácticas productivas y en séptimo año realizan prácticas en empresas de la zona”, describe Gabriela Trabucco, médica veterinaria y directora de la institución (y la segunda directora mujer en toda la historia del colegio). “Pero antes de eso, en el sexto año. los chicos ya se forman en la práctica en las distintas unidades que emulan una situación de trabajo real, por ejemplo elaborando distintas materias primas que luego se usan en el comedor de la escuela y se venden si hay excedente”.
En las 8 hectáreas y media del establecimiento (el colegio tiene un campo de 350 hectáreas en otro lugar) los alumnos producen quesos y dulce de leche con marca La Agraria. Otra unidad productiva es la huerta que, además de servir para el comedor, también alimenta la sala de conservas, que son otros de los productos que los chicos elaboran y venden. Hay una plantación de durazno que se usa tanto para dulce como para hacer en almíbar y una granja con producción de pollos parrilleros y gallinas ponedoras cedidas por el INTA. Tienen una sala de faena y con todo lo que sobra se hace compostaje.
“En este momento se está trabajando en un proyecto para tener una fábrica de pastas en la escuela para los alumnos del séptimo año, para que con la práctica concreta aprendan a llevar a cabo un emprendimiento que a la vez les genere ingresos”, cuenta Gabriela. “Para realizar todo esto se están capacitando en elaboración de pastas y en cómo manejar el negocio”.
Otro de los proyectos que ya se ha puesto en marcha es en turismo rural donde los alumnos se capacitarán con la idea de organizar las visitas que hoy en día llegan espontáneamente al colegio. De esta forma, los chicos capacitados en turismo estarían a cargo de realizar las guiadas de forma programada y hasta generar ingresos para ellos mismos. Por este motivo la escuela se ha sumado al grupo de INTA/Cambio Rural llamado Triángulo Turístico Carhué, Rivera y San Miguel Arcángel.
Annabel Loewy es técnica superior en Industria Alimentaria y es una de las profes que trabaja con los chicos codo a codo para que se perfeccionan en sus tareas, por ejemplo en la elaboración de quesos y dulce de leche.
“Estas son las prácticas profesionales que hacen en sexto y séptimo año y que implican que pasen por todos los entornos”, explica. “Permanecen una semana en cada uno para ir aprendiendo el proceso de elaboración de cada producto porque la idea de la escuela es que aprenden haciendo, integrando los contenidos que fueron aprendiendo durante todos los años de escolaridad para ponerlos en práctica en la realización concreta y la elaboración de alimentos. Los chicos se encargan de toda la cadena productiva, desde el proceso hasta la venta, lo cual les permite tener una dimensión tanto de los procesos productivos como de lo que implica la comercialización y el trato con las personas a la hora de vender”.
“Cuando terminamos la escuela primaria decidimos venir a la Agraria por todo lo referente a la naturaleza, al campo, a los cultivos, a la elaboración de productos y también con para conocer personas de otras localidades, nos parecía una gran idea para socializar”, cuenta Danit Entelman, alumna de sexto año.
“Nosotros permanecemos muchas horas en la escuela y compartimos un montón de vivencias, podemos decir que es como una segunda casa y además de los contenidos que se aprenden en los entornos y en el aula, también aprendemos valores y nos formamos como buenas personas”, destaca Danit, que concurre a la escuela con su hermana Sivanit. “Este año estamos todos muy entusiasmados por poder realizar las prácticas profesionalizantes en los entornos formativos que nos da herramientas para la vida después del cole”.