Ubiquémonos en 2016. La Argentina vivía tiempos de cambio políticos, pero además ya comenzaba a crujir el modelo agrícola basado en la soja RR y el glifosato. En ese momento, dos jóvenes conscientes de dichos cambios y con ganas de progresar decidieron unirse en un proyecto y en un galpón alquilado cercano a la localidad de Lobos. Casi como aquellas empresas que nacen en un garaje, se pusieron a formular insumos biológicos para el agro.
Menos de diez años después, en los próximos días, esos emprendedores estarán inaugurando sobre la ruta 41, a poco más de 100 kilómetros de Buenos Aires y en la localidad de Lobos, una planta modelo que les demandó una inversión total de 10 millones de dólares. La empresa se llama Biofilm y talla cada vez con más fuerza en le creciente negocio de los bioinsumos para el agro, que ya moviliza unos 150 millones de dólares al año de los productores.
Matías Lopresto y Rafael Jurado son los dos socios que arrancaron esta aventura (a ellos dos se sumó Danilo Bianchi como tercer socio). Recibieron a Bichos de Campo en esa novedosa planta de producción. Cuando arrancaron no se conocían personalmente pero ambos tenían referencias sobre el trabajo del otro en diversas empresas agrícolas. “Ya estábamos por separado los dos trabajando con el bichito del tema biológicos y un amigo en común nos vinculó y nos juntamos”, rememoran.
La oferta de bioinsumos, más allá de los tradicionales inoculantes para la soja, era por ese entonces una rareza para el agro local. Pero estos emprendedores arrancaron convencidos de que tarde o temprano el concepto de trabajar con insumos biológicos iba a prosperar, porque la producción con agroquímicos convencionales se iba agotando y además la sociedad ponía límites, reclamaba mayor cuidado con la Naturaleza. “Nos juntamos una vez en mi casa, otra vez en la casa de Rafa y en una servilleta arrancamos” con el proyecto, anotando las ideas.
Los dos tenían otro trabajo y se especializaban en la venta de semillas, pero para grandes empresas. Ahora recuerdan que en aquella servilleta anotaron “ese deseo de armar algo juntos, creando valor. Así salió la idea de armar una marca propia y ahí fue cuando empezamos”. Era tanto el entusiasmo que tenían que incluso el primer nombre que imaginaron para la empresa tuvieron que desecharlo rápido, cuando les llegó una carta documento diciendo que ya había sido registrado. Así nació Biofilm. La palabra puede ser interpretada como “la película de lo biológico”. O como una capa natural que los protege.
“Cuando empezamos a trabajar en este proyecto, más que trabajar fue elegir pasar las 24 horas pensando en esto, dedicando a esto cada mango que generamos”, contaron los socios, que aún todavía hoy se sorprenden con la envergadura de las instalaciones que pudieron construir en un terreno que compraron sobre la ruta 41, unos kilómetros afuera de Lobos, y que estaba lleno de yuyos cuando llegaron allí en 2021.
Mientras ultimaban los detalles de la planta con mucho equipamiento nuevo, tanto comprado como de desarrollo propio, los socios de Biofim contaron a este medio no solo aquella experiencia sino todo lo que hacen actualmente para abastecer al creciente mercado de biológicos de uso agropecuario.
Mirá la entrevista:
En la flamante planta de Biofilm, que inicialmente era un galpón de 800 metros cuadrados al que se le fueron anexando nuevos sectores y construcciones hasta llegar a una superficie actual cubierta de 4800 metros cuadrados, se estaban montando, al momento nuestra visita, nuevos equipamientos adquiridos por la empresa argentina, como una envasadora de última generación y una ambiciosa planta pata la formulación de microfertilizantes, que es un diseño propio del cual los socios se muestran muy orgullosos.
Rafael, que es licenciado en Administración Agraria, curiosamente es quien se ocupa más especialmente de casi todos estos desarrollos, mientras que Matías está muy atento a las ventas y la relación con los productores. A Jurado especialmente se lo percibe como un alma inquieta, una esponja que absorbe todo tipo de conocimiento.
Mientras nos muestra las nuevas líneas para fraccionamiento y envasado que acababan de llegar y se estaban poniendo a punto, contó que Biofilm distribuye sus bioinsumos e inoculantes tanto en bidones de 5, 10 y 20 litros como en pequeñas botellitas de hasta 250 miligramos. Todos depende del producto de qué se trate. La idea de los dos socios es que el productor tenga acceso a las dosis justa para el tratamiento de sus semillas, y no quede con remanentes para la campaña siguiente.
Lopresto refiere que una de sus principales líneas de producción en Biofilm es un coadyuvante, que es una sustancia que permite optimizar las aplicaciones de agroquímicos o bioinsumos, permitiendo que “la gota caiga y se disperse de manera más pesada y más pareja” sobre el cultivo objetivo. Para él, un buen uso de estos insumos es una de las mejores maneras de ir reduciendo el uso de agroquímicos en el agro, porque “lo que busca hacer un coadyuvante es aumentar la eficiencia de aplicación”.
“Desde que lo aplicamos, ya sea con un dron, con un avión o con una pulverizadora, hay una distancia que tiene que recorrer la gota del producto, que sale al ambiente donde hay temperatura, hay demanda ambiental, hay evaporación. Todo eso incide en la gota, que más o menos está en torno de los 200 micrones. Lo que buscamos es que el producto o principio activo que estamos tirando llegue al cultivo objetivo”, indicó. El sentido final está claro: se trata de “no desperdiciar productos ni tirar demás sobre los cultivos”.
Un poco más allá, el otro enorme galpón donde se está armando la innovadora línea de fertilizantes micro granulados, Rafael nos sorprende nuevamente con sus conocimientos prácticos sobre química, ingeniería y agronomía. Dice que tuvo que aprender a la fuerza, porque no encontraron ningún especialista en el país que pudiera decirles cómo hacer lo que ellos pretendían crear, que es incorporar algunos microorganismos benéficos entre los nutrientes convencionales que utilizan los productores.
La decisión obedece a las nuevas tendencias existentes en la agricultura, que comienzan a pensar en utilizar fertilizantes sólidos en pequeños micro granos, que abaratan muchísimo los costos de flete y facilitan el proceso de aplicación.
“Es es un mercado que que viene creciendo. A nosotros nos pareció algo súper interesante para poder empezar a combinar la línea de bioestimulantes que tenemos y de productos biológicos con una fertilización de base”, sinceró Jurado, siempre empeñado en añadir biológicos a la paleta de insumos que ofrecen a los productores. Por eso puso tanto esfuerzo en el desarrollo de una línea muy novedosa desde su concepción.
Confiesa en ese punto que “trabajamos con un herrero, pobre tipo, al que volví loco. Armamos tres plantas a escala de laboratorio, de distintos tipos de granulación, y la verdad que fue prueba y error. Por suerte estamos en los últimos tramos”, añadió, convencido de que la planta estará operativa para el momento de la inauguración, en junio próximo.
-Cuando uno dice “agroquímicos” abarca un montón de líneas distintas de trabajo: hay insecticidas, hay fertilizantes, hay herbicidas, hay fungicidas. ¿Esa misma ramificación se traduce al universo de bioinsumos?- le preguntamos a Lopresto.
-Lo mismo. Depende de lo que tengas que hacer en el campo vas creando una familia o una subfamilia de insumos. Es más o menos así. Dentro del mundo de los de los biológicos tenés productos que se usan con distintas funciones. Y luego tenés productos específicos, por ejemplo, para el rizoma de cada leguminosa. O sea, tenés inóculo para soja, para legumbres, para maní.
El empresario agregó que “básicamente en lo que estamos trabajando todos los que trabajamos con productos biológicos es tratar de bajar la carga de químicos. Sabemos que hoy es un utopía pensar en decir ‘hago todo con biológicos’. Sacar el químico de una línea de trabajo es muy difícil. Entonces lo que apuntamos es tratar de acompañar con biológicos, para tratar de bajar la carga de químicos. Al mismo tiempo, ir cada vez más hacia químicos de bandas toxicológicas más bajas”.
En Biofilm tratan de tener productos muy diversos, para aplicar ante cada necesidad específica que plantea el propio sector. En ese intercambio cotidiano con los productores, luego de la inauguración de esta enorme planta en Lobos va madurando la idea de destinar una parte del terreno al armado de un centro de investigación y desarrollo, que busque nuevas soluciones a los requerimientos del sector y sirva como plataforma para otros investigadores locales.
“Ese es un proyecto. Hay un montón de gente que está trabajando en esto y la idea es tratar de acá, generar un centro para un montón de investigadores que quieran desarrollar ese tipo de de trabajos, poder hacerlo en conjunto, generar sinergia y generar más cantidad de información”, explicaron los socios.
Mientras tanto, creen que los bioinsumos ya forman parte de un proceso hacia una agricultura menos tóxica y más responsable en materia ambiental.
-¿El productor tiene que hacer un aprendizaje todavía? ¿Necesita ser mucho más flexible en lo que pensaba cuando había una receta única prestablecida con agroquímicos?
–Sí, pero la verdad es que cada vez es más el interés que tienen los productores sobre este tipo de productos. Te preguntan muchísimo. A las jornadas de biológicos cada vez son más los productores que van. Todos tienen una conciencia de ir mejorando día a día para tratar de ir a una agricultura más sustentable. Todo el mundo está trabajando para eso.
-Parece ser un proceso que recién comienza…
-Es un camino larguísimo. O sea, hay un montón de microorganismos para descubrir, y entonces todavía hay un montón de laburo para hacer, para encontrarles el uso y la función. Creo que a todos en la empresa, desde que arrancamos, nos encanta la investigación y desarrollo, ir sacando productos nuevos e ir probando cosas nuevas, ir desafiándonos constantemente. Desde el día uno siempre le dedicamos muchos recursos a la investigación. Invertimos, desde que somos chiquititos, guita que ganamos, guita que iba a tratar de desarrollar un producto o cambiar una formulación. Estamos constantemente probando cosas nuevas.