Lorena Bianchi y Edgardo Marotti el 4 de febrero de 2011 tuvieron un hijo al que le pusieron por nombre, Milo, quien empezó a tocar el ukele con dos años de edad. Hoy ya tiene 10 años y vive con su familia en Manzanares, departamento de Pilar, provincia de Buenos Aires.
Llama la atención ver con cuánta pasión sus padres llevan a Milo a presentarse a cantar y tocar en vivo por todos los lugares del país que les puedan surgir. Su madre nos cuenta por qué lo hacen en este emotivo texto que ella misma decidió escribir. Es que la historia de Milo resultó ser emocionante y ejemplar:
“Cuando Milo cumplió 2 años de edad recibimos un diagnóstico médico sobre él que manifestaba un retraso madurativo del lenguaje y trastorno de atención conjunta. Fue muy duro. Pero con el tiempo fuimos descubriendo que su principal y sanadora conexión sería la música, puntualmente la música en vivo. Porque a pesar de su temprana edad, empezamos a ver que se desesperaba por subir a los escenarios en cualquier evento, ya fueran peñas, recitales o fiestas familiares. Y su apego o juguete de transición pasó a ser un ukelele, al que llevaba a su salita en el jardín y dormía con el mismo en sus brazos.
Tenía 3 años y medio y nuestro hijo balbuceaba todas las canciones del grupo Los Carabajal. Podía seguir perfectamente el ritmo de sus canciones con algunos rasgueos en su guitarra. Un día compramos entradas para ir a verlos a un teatro. El consagrado grupo lo vio desde el escenario y lo invitó a subir y a compartir varias canciones. Un hito inolvidable que marcó un antes y un después, en la vida de Milo, porque a partir de ese momento comenzó a pasarse horas en casa mirando videos de artistas, escuchando canciones y observando cómo sus referentes ingresaban al escenario o cómo saludaban al público.
Cerca de cumplir los 4 años, Milo pudo decir por primera vez `mamá`. Y luego de algún tiempo, su segunda palabra fue `Colín`, queriendo decir Violín.
Lo llevábamos a gabinetes de neurolingüística, fonoaudiología y musicoterapia. Y si bien no avanzaba mucho en la atención ni en la conexión, sí mejoraba en ambas áreas cuando se vinculaba con la música. Decidimos incentivarlo llevándolo a talleres de música y de canto. A fin de año participó de la muestra de los alumnos y pudimos comprobar que cuando subía a un escenario, Milo se comportaba como un niño totalmente normal.
A los cinco años de edad, Milo logró pronunciar frases completas, pero seguía con su tratamiento. Quienes lo conocieron en ese tiempo, nos sugirieron que lo lleváramos a un ciclo de `niños talentos` en Canal 9, llamado Argentiniños. Así lo hicimos y fue finalista, en un casting de más de 500 niños.
Cantó por primera vez en la televisión, el tema `Dejame que me vaya`. Si bien su actuación musical fue muy buena, le costó responder a las preguntas que le hacían los conductores, ya que aún le costaba la compresión del lenguaje. A los pocos meses fue invitado a participar en Showmatch y, lenta, pero firmemente, fue avanzando en las distintas rondas de elegidos, hasta que llegó a la final del programa.
Hoy, con 10 años de edad, Milo se mantiene firme en su vocación musical y el escenario se volvió su lugar en el mundo, donde se siente más cómodo. Es bastante habitual y natural que algún artista lo invite a compartir con él, alguna actuación, al punto de que se halla grabando un disco con canciones históricas de folklore, en el que canta cada canción junto sus autores. Por ejemplo: Litín Ovejero, Kali Carabajal, Walter Carabajal y Raúl Palma.
Hace un año que estudia guitarra por internet con una profesora a la que vio sólo una vez por causa de la cuarentena. Asiste a un colegio con fuerte orientación al arte en general.
Milo además se crio con un amor especial a los caballos, transmitido por su padre, Edgardo Marotti. En el presente año, nuestro hijo compartió, junto a nosotros, varios kilómetros montando a caballo, en la Marcha del Bicentenario de Güemes. Un grupo de gauchos salteños partieron a caballo, desde Luján, rumbo a Salta capital, durante 56 días, replicando la gesta `güemesiana`. Llevaron imágenes peregrinas de la Virgen del Milagro y de la Virgen de Luján, durmiendo en catreras y en ocasiones, a la intemperie. En cada ciudad, pueblo o paraje donde fueron recibidos, se armaron rondas de comida y de folklore, que Milo no se perdía.
En el último tramo de aquel viaje, ya en tierra salteña, los homenajes fueron más formales y Milo fue invitado a cantar en la mayoría de ellos. Algunos fueron muy emocionantes, como cuando cantó `La Poncho Colorado`, en el Río Juramento donde Belgrano hizo jurar la Asamblea del Año XIII e izó por primera vez un pabellón celeste y blanco.
Todos momentos que quedarán grabados para siempre en la memoria de Milo y que lo alientan a seguir en su lucha por la vida, como todos nosotros, y por ser feliz. Su gran sueño es conseguir que se escuche más folklore y en especial, que este género musical les guste a los niños de su edad. Sin duda está aportando todo de sí, para lograrlo”.
Milo nos quiso obsequiar la chacarera “Lágrimas de amor”, de Walter y Kali Carabajal, interpretada por él mismo.