Alberto Andruszyszyn es hijo, nieto y biznieto de colonos yerbateros descendientes de ucranianos. La chacra familiar, de pocas hectáreas, está ubicada en Apóstoles y para muchos puede parecer detenida en el tiempo. Pero no lo está, para nada: Alberto acaba de regresar al nido familiar con el flamante título de ingeniero agrónomo. Es el primer profesional en la línea familiar.
“Hay una visible profesionalización en el cultivo de la yerba y aunque hay un área muy importante para explorar, en los últimos años se están atendiendo cuestiones que antes no se atendían, tales como el cuidado del suelo, el aumento de la productividad por hectárea, un manejo más racional en torno a la cosecha e implementación de genética”, contó el joven a Bichos de Campo.
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De a poco los colonos yerbateros dan cabida a los ingenieros agrónomos en su aporte por mejorar el cultivo. Esto no implica que no existan discusiones. Alberto incluso a veces choca con su propio padre, también llamado Alberto, un “polaco” que finalmente quien está al frente de la chacra. “Es permeable, pese a que tengamos diferencias; la idea está en encontrar el punto medio y saber guiar”, describe el flamante profesional.
“Ahora es como que se están acostumbrando a tomar contacto con un ingeniero, que no es alguien que sepa más que ellos sino que tiene una idea diferente acerca de cómo abordar un cultivo como la yerba”, agrega.
¿Y qué pueden aportar los ingenieros agrónomos a la economía yerbatera? “Hay diversos ámbitos. Tanto en la gente mayor como en los jóvenes que abordan un cultivo que pueden haberle dejado los padres quizás no hay un conocimiento acabado, y entonces optan por acudir a un profesional”, responde Andruszyszyn.
En el relato del agrónomo se observan dos universos paralelos: los nuevos y los viejos yerbales. A pesar de que en los últimos años hay quienes decidieron cambiar el manejo del yerbal, especialmente en las nuevas plantaciones, sigue habiendo muchos colonos que aún no lo hicieron.
-¿Qué habría que cambiar en el cultivo?
De acuerdo al joven hay un panorama amplio y si se compara al cultivo con otros a nivel mundial se podría decir que la yerba mate está en pañales dado que sólo se produce en tres lugares en todo el mundo: el noreste argentino, el sudoeste brasileño y en Paraguay.
Entonces, o mejoran ellos mismos, los productores, o no lo cambia nadie. “Es un nicho muy particular de un cultivo que se inició con los pueblos originarios, luego le siguió la colonización y el cultivo cobró auge. Hablamos de no más de 500 años de historia”, explica. Comparado con otros cultivos como el trigo, es muy incipiente.
De todos modos, los resultados de poder hacer un mejor manejo de los yerbales son auspiciosos. “El año pasado un productor obtuvo un récord de producción de 20 mil kilos por hectárea; ahí tienen una idea de que tranquilamente se podría duplicar el rendimiento”, resume Alberto.