Viven varios años menos. Se suicidan tres veces más. Tienen muchas más posibilidades de morir de cirrosis y de estrellarse con el auto.
“Quizás la mayor resistencia tiene que ver con reconocerse como sujeto de género, es decir, entender que nuestra subjetividad no es el resultado de la mera biología sino que estamos atravesados por esos discursos que hacen que la gran mayoría de los varones vivamos con presiones. ¿Qué presiones? Muchas: iniciarnos sexualmente de forma temprana, demostrarles a otros varones nuestra capacidad de conquista, lograr un trabajo que nos permita mantener a otras personas y exponernos a conductas de riesgo para nuestra salud, por nombrar algunas”.
Quien habla es Lucho Fabbri, doctor en Ciencias Sociales, que menciona los datos con que se inició esta nota: los hombres viven en promedio 7 años menos que las mujeres y se suicidan 3 veces más. Pero contrariamente a lo que se cree no es por una causa biológica, sino que responde a la imposibilidad de reconocer y trabajar sus angustias, miedos, tristezas y ansiedades.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto con el campo? Todo. Estos temas y otros se trataron en la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera de la República Argentina (Atilra) y en John Deere (entre muchos otros lugares), en el marco del programa Masculinidades por la Igualdad, que apunta a involucrar a los varones en estrategias de prevención y erradicación de las violencias por razones de género. Es una iniciativa del Gobierno de Santa Fe.
Una de las herramientas para hablar de todo esto son las “rondas de varones”. Consisten en encuentros para reflexionar acerca de los estereotipos de género (entre otras cosas) donde se juntan varones mayores de 16 años para compartir lo que “les pasa”. Sí, nada fácil. Por eso en general estos encuentros arrancan con resistencias. Después de todo ¿a quién le gusta andar mostrando debilidades?
“La idea es que el grupo ya preexista antes de la ronda (pueden ser de una escuela, sociedad de fomento, cooperativa) porque eso permite trabajar con una base de conocimiento mutuo entre los participantes. Son unas dos horas y media de taller con metodología participativa y apela a un intercambio cuidado y confidencial. Se trata de construir un encuadre de confianza que permita ablandar algunas de las resistencias con las que los varones solemos llegar a los espacios donde se habla de género”.
-¿Qué suele ser lo más difícil en estas rondas?
-Exponer una vulnerabilidad ante las personas con las cuales nos vinculamos. Los hombres no solemos hacerlo y no tiene que ver con algo de nuestra naturaleza, sino con el mandato de ser autosuficientes y porque la sensibilidad se asocia a lo femenino o a la homosexualidad. Eso explica también que una de las tres causas de mortalidad más frecuentes sea la cirrosis hepática, vinculada a un consumo problemático de alcohol y también de drogas. Entre las causas externas de mortalidad encontramos una paradoja: muchas veces ridiculizamos a las mujeres al volante, sin embargo somos los varones quienes protagonizamos los accidentes más letales de tránsito. A esto se le suman prácticas de exposición a riesgos, ya sea actividades de aventura o descuidos personales. Y todo tiene que ver con mostrarnos masculinos y viriles ante los ojos de otros hombres.
-¿Ante otros hombres? ¿No era para impresionar a las mujeres?
-Eso en segunda instancia. Lo primero es ratificar nuestra posición masculina frente a otros varones, para legitimarnos como tales.
-¿Cómo reciben los hombres este tipo de capacitaciones?
-Hay un punto de partida que tiene que ver con una desorientación. No saber cómo posicionarnos, cómo actuar ante las agendas de género, sentirnos un poco afuera. También hay una resistencia, porque las cuestiones de género vienen a interpelarnos, a señalar alguna de nuestras prácticas que suelen estar atravesadas por las desigualdades de nuestros privilegios y eso hace que el varón se ponga alerta. Por eso es importante dejar claro que no es un espacio donde vayan a ser juzgados ni señalados, sino que es para la reflexión y de autocrítica.
-¿Qué pasa con lo afectivo, con demostrar cariño o interés por otro?
-Estamos educados en el distanciamiento afectivo, sobre todo entre varones. No solo por lo que no nos permitimos poner en diálogo con nuestros amigos, sino también inter-generacionalmente. Muchos varones adultos cuentan que nunca recibieron palabras de afecto por parte de sus padres varones, que nunca les dijeron que los querían y que nunca los abrazaban, que a lo sumo les tocaban la cabeza de paso.
-La típica figura paterna “de autoridad”…
-Claro, de autoridad pero no de cuidado. Eso nos interpela para pensar distinto el ejercicio de la paternidad hoy hacia los niños y las niñas, para no reproducir esa distancia. Estamos en busca de una paternidad más presente, que se encarga de las tareas de cuidado y así alivia, además, las vidas de las mujeres y personas con las que construyan familia.
-Un enorme peso para las mujeres son los cuidados, desde mantener limpia la casa, criar y hasta el famoso qué comemos. ¿Cómo se hace para cambiar la idea de que todo eso solo debe hacerlo la mujer y que esa carga sea repartida?
-Una de las rondas tiene que ver con esta problemática y hasta hay un curso online disponible en la página web de la provincia de Santa Fe. Estos materiales permiten identificar cómo los mandatos de cuidar de las otras personas y de uno mismo están a cargo de las mujeres, lo cual implica que los varones no se vinculen con este tipo de cuidado, generando más desigualdad entre hombres y mujeres.
-En este tiempo que usted lleva en temas de género, ¿cree que los varones se están a animando a cambiar?
-Podríamos decir que hay cambios en los varones contemporáneos, que hay muchos más sensibilizados con esta agenda. A la vez muchos varones, al experimentar malestar y frustración por no poder alcanzar los estándares que proponen los mandatos de masculinidad, ubican a las mujeres y a los feminismos como responsables de su impotencia, los usan como un chivo expiatorio. Por eso se enojan.
-¿Qué es lo mejor de las rondas?
-El alivio. Al transitar estos encuentros los varones van soltando algunas resistencias y temores iniciales. Después de hablar durante dos horas o más algo cambia, algo se afloja. En este espacio compartido se habla, se reflexiona y muchas veces hasta se reconocen las heridas que los mandatos les han provocado. Y todo esto genera mucho alivio.