Los funcionarios de la Secretaría de Agricultura festejaron la marcha de las ventas de carne al extranjero en un ruidoso comunicado de prensa: “En un contexto marcado por la incertidumbre económica global, Argentina ha logrado un hito histórico en sus exportaciones de carne vacuna durante el mes de febrero de 2024. Las ventas al exterior alcanzaron las 82.548 toneladas equivalentes de res y se superó así el récord del mes anterior, una marca sin precedentes en los últimos 57 años”, escribieron.
Pero omitieron aclarar que ese crecimiento exportador se está dando en un año en el cuál la producción se redujo y por lo tanto también lo hizo la oferta de carne al mercado interno, que a su vez cuenta cada mes con menos recursos para competir por la carne con las empresas que venden al extranjero.
Esto se refleja en números durísimos: El consumo de carne en el primer bimestre, según la propia Secretaría de Agricultura, fue de 44 kilos kilos anuales per cápita, contra los 52 kilos de ese mismo lapso de 2023. La baja fue de 15%.
A pesar de haber menos carne a disposición de los argentinos, el precio al consumidor en marzo aumento 6%, contra una inflación que duplicó ese porcentaje. Es decir que la carne se fue abaratando por falta de demanda.
Estas variaciones dan cuenta del deterioro del poder de compra de los ciudadanos. En este contexto, parece al menos de mal gusto el festejo del aumento de las ventas al extranjero cuando la demanda interna sufre el desgaste de la alta inflación y la caída del nivel de actividad económica. Quizás alcanzaba con no decir nada.
Desde la Cámara de Matarifes y Abastecedores (Camya), con socos ligados directamente al abastecimiento del mercado interno, se celebró “la postura de liberar el comercio exterior”, pero al mismo tiempo se enfatizó: “Hay detalles que no podemos dejar pasar por alto” ya que “los problemas estructurales persisten para el consumo interno y no presentan un horizonte cercano de solución”.
Entre esos problemas los matarifes marcaron que “la informalidad, evasión impositiva y presión fiscal representan la punta del icerberg al momento y desde CAMyA no hemos cesado nuestros esfuerzos en hacer visible estas situaciones, sentarnos con las autoridades que corresponden y proponer soluciones”.
Sucede que en épocas de crisis económicas proliferan los operadores que aprovechan la ocasión para comerciar carne sin los requisitos fiscales y sanitarios correspondientes, para poder colocar así el producto a un costo menor, saltando el cerco de sus compromisos con el Estado y atentando en algunos casos contra la salud del consumidor.
Desde la Camya aprovecharon la ocasión para pegarle a lo que consideran el lobby exportador, pero la responsabilidad no es de los privados que están aprovechando las oportunidades comerciales que se presentan en un país que requiere divisas sino de las políticas macroeconómicas, que deterioran al mercado local. También de los funcionarios que –se desprende del comunicado de Camya- no implementan los controles que deberían en las venta de carne para el consumo.
Este impresentable nos hará veganos a todos.
Lógico
Se convierte en un país para 15 millones. El resto a la pobreza o irse del país