El agro argentino siempre ha admirado del agro de Brasil la estabilidad de las reglas de juego. Esto, en el vecino país, se ha logrado a partir de conformar la famosa “bancada ruralista”, que está integrada por diputados y senadores de todos los partidos políticos que tienen alguna ligazón con el sector agropecuario y se comprometen a formular políticas a su favor más allá de sus partidos y a salvo de cualquier disciplina política electoralista.
La Argentina podría tener una bancada ruralista, quizás al principio mucho más modesta que la que funciona en Brasil, pero finalmente con fuerza suficiente como para instalar algunas problemáticas del agro en la agenda parlamentaria o resistirse a otras que los afectarían, como por ejemplo la muy reciente Ley de Humedales. Sin embargo, por arte y parte de la mediocridad de la política local, esta bancada no existe, porque los que deberían ser sus integrantes privilegian sus pertenencias (y ambiciones) políticas a la fidelidad con este sector social y económico.
Un trabajo de la Fundación Barbechando pone ahora en evidencia que una supuesta Bancada Ruralista en la Argentina podría tener al menos 30 legisladores propios si hubiera vocación para hacerla. Esto representaría poco más del 10% del total de los 257 diputados. O la cuarta parte de los 129 votos necesarios para tener quorum.
Pero no, es apenas una ilusión nomás.
Según Barbechando, actualmente el 12% de los legisladores están vinculados a la agroindustria de algún modo: hay 19 productores, 9 agrónomos o técnicos, 5 ex ministros de Agricultura nacionales o provinciales y 14 que tienen algún vinculo familiar con la actividad rural. Como algunos nombres se repiten, la cuenta no surge de una suma perfecta. En el listado hay tanto diputados como senadores.
Los productores son el misionero Héctor Bárbaro, el formoseño Ricardo Buryaile, el neuquino Pablo Cervi, la formoseña Nelly Daldovo, el entrerriano Alfredo De Angeli, el bonaerense José Luis Espert, el entrerriano Pedro Galimberti, la jujeña Silvia Giacoppo, el entrrerriano Gustavo Hein, el pampeano Daniel Kroneberger, el riojano Julio Martínez, el mendocino Eber Pérez Plaza, el chaqueño Juan Carlos Polini, el puntano Adolfo Rodríguez Saá, el tucumano Roberto Sánchez, el misionero Roberto Schiavoni, el bonaerense Pablo Torello, el correntino Jorge Vara y el chaqueño Víctor Zimmermann.
Adicionalmente el conteo de fuerzas propias realizado por Barbechando contabiliza estos profesionales de las ciencias agronómicas: Pablo Cervi, Juan Manuel López, Ignacio García Aresca, Julio Martínez, Eber Pérez Plaza, Roberto Sánchez, María Victoria Tejeda, Jorge vara y Lucio Yapor.
Vara y Buryaile, ya mencionados, han sido ministros de Agricultura. Lo mismo sucede con otros legisladores que no tienen nada que ver con el agro, salvo que ocuparon ese cargo: Carlos Gutiérrez, Emilio Monzó, y Alejandro Topo Rodríguez.
Finalmente hay varios senadores y diputados que tienen vínculos familiares con el sector rural, como Victoria Borrego, Gabriela de Koning, Carolina Castets, Enrique Estévez, Carlos Fernández, Rogelio Frigerio, Gustavo González, María Victoria Huala, Juan Manuel López, Martín Maquieyra, Claudio Poggi, Paula Omodero, Marilú Quiroz y Gabriela Valenzuela.
A primera vista, entre estos nombres habría masa crítica suficiente como para discutir seriamente adoptar posiciones comunes en torno a ciertos debates que tienen que ver con el agro, como sucede en Brasil, aunque la relación de fuerzas no sea tan evidente aquí como allá. Pero no, es apenas una ilusión.