Matías Kulfas, el ministro de Producción, no está totalmente de acuerdo con aplicar el cepo actual a las exportaciones de carne vacuna. Lo ha confesado ante varios empresarios. Pero firmó sin chistar la resolución que lo extiende hasta el 31 de octubre.
Lo mismo dice cuando habla con sus íntimos el ministro de Agricultura, Luis Basterra, que también firmó la resolución.
Ambos quisieron en las últimas semanas flexibilizar un poco más ese cerrojo exportador (incorporando la ya famosa vaca conserva), porque saben que la medida no sirve y que provoca un daño innecesario a un sector productivo importante, pero no pudieron torcer la voluntad política del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
Luego de la filtración de un mensaje telefónico por parte del secretario de Agricultura, Jorge Solmi, quedó claro que quien tenía la palabra final sobnre esta decisión era Máximo Kirchner, un diputado que quizás entienda de ovejas, por su origen santacruceño. Pero de vacas no debe entender demasiado.
Lo de Kulfas y Basterra es un acto de disciplina política que, aún a costa de poner a riesgo su propia dignidad, será recordado cuando sus nombres se expongan en el museo de funcionarios pusilánimes que no se animan a decir lo que piensan. Son muchísimos aquellos, y quizás estos dos ni ingresen en el hall de la fama. Pero que estarán expuestos, estarán. Se merecen entrar en el salón de la obediencia debida, una figura que remite a los militares que cometieron delitos de lesa humanidad pero se ampararon en las órdenes de superiores.
Nadie les pidió, de todos modos, que salgan a justificar la continuidad de un cepo exportador con el cual nunca estuvieron de acuerdo. Quizás por eso, al anunciar hoy la extensión de esta política que afecta a la cadena productora de ganados y carnes, prefirieron exponer las razones oficiales de modo anónimo. Para evitar pasar una verguenza al cuadrado. Una cosa es hacer algo con lo que no se está de acuerdo y otra cosa es justificar por qué se hace algo con lo que no se está de acuerdo.
En el cable de la agencia Télam que anuncia la prórroga hasta el 31 de octubre del cepo, los argumentos son los siguientes: fuentes oficiales que seguro son las del Ministerio de Desarrollo Productivo, ya que Kulfas ha venido diciendo algo parecido todos estos días, afirmaron que “las exportaciones de carne no están cerradas” y que “se está exportando muy por encima del promedio histórico”.
Son verdades a medias. Es cierto que las exportaciones de carne no están cerradas sino que han sido limitadas, cupificadas entre 66 plantas frigoríficas,a las que se les permite exportar la mitad de lo que exportaron en el segundo semestre de 2020, con la excepción de la Cuota Hilton, la 481 de feeedlots, las 20 mil toneladas para Estados Unidos y recién ahora unas 3.500 toneladas adicionales de cortes kosher para Israel.
¿Pero será cierto que las exportaciones, aún cupificadas, están por encima del promedio histórico? En principio, habría que interrogar de qué promedio histórico hablan los funcionarios y cuál es el lapso de tiempo que se considera? Sería esta la pregunta lógica que uno debería hacer si Kulfas o Basterra aceptaran responder preguntas de la prensa no domesticada. Pero no aceptan ese tipo de preguntas.
Definición de promedio: “Resultado que se obtiene al dividir la suma de varias cantidades por el número de sumandos”.
La afirmación oficial es temeraria y solo cierra si se incorporan al promedio histórico como “sumandos” los pésimos años que se registraron en materia de exportación de carne después de la primera intervención del kirchnerismo sobre el negocio de exportación de carne vacuna, que comenzó en 2006 y concluyó en 2015.
Durante ese largo lapso histórico, por cierto, las exportaciones también estuvieron cuotificadas y cotnroladas como ahora: había permisos de exportación. Pero los resultados de esa política fueron tan negativos que los embarques de carne se redujeron a niveles mínimos en toda la historia.
Dicho de otro modo, las exportaciones que usualmente representaban el 25% de la carne producida, pasaron a representar solo un 5/6% de la oferta. Se desplomaron.
“En julio último, se exportaron 194 millones de carne bovina”, dicen en su explicación con medias verdades las fuentes oficiales que esonden a Kulfas. Pero vamos a prescindir de las cifras en dólares (porque los precios en el mercado internacional varían, y de hecho han subido por la propia decisión argentina de recortar sus exportaciones). Utilicemos los volúmenes exportados para hacer este análisis.
Este cuadro del IPCVA (en base a datos del INDEC) muestra con claridad que si el “promedio histórico” tan mentado se construye con los últimos diez años, es cierto que todavía se está exportando más carne vacuna, pues queda en evidencia que en el promedio mensual de 2021 (de más de 67 mil toneladas res con hueso) solo es superado por los envíos de 2019 y 2020.
En esos dos años, las exportaciones de carne llegarona represnetar el 28% del total de la producción.
Pero claro, esas 67 mil toneladas mensuales son el promedio de todos los meses de 2021, que no han tenido restricciones (el cepo entró en vigencia en junio). En realidad, estos dos últimos meses de cepo se exportó poco más de 50 mil toneladas.
Además en este cuadro se comparan los indicadores de 2021 con años paupérrimos en materia exportadora, ya que los envíos de carne al extranjero tocaron mínimos históricos desde 2010, luego de que Guillermo Moreno ejerciera un fuerte cepo exportador entre 2006 y 2009 y se perdieron 10 millones de cabezas de ganado.
Se nota claro en el gráfico: Fue tal el desastre de aquel primer cierre exportador, que las exportaciones recién comenzaron a repuntar a partir de 2018. De ese año es también la apertura de China, un nuevo jugador que irrumpió con todo en el mercado, a la carte enfriada y congelada de la Argentina.
Las fuentes oficiales reconocen ante Télam que, aún en dinero, las exportaciones retrocedieron un 16% en julio pasado respecto de igual mes de 2020, y también fueron inferiores a julio de 2019, dos años donde la recuperación exportadora ya se notaba a pleno. Recién comienza a cobrar sentido su comparación cuando ingresan al promedio histórico aquellos años de bajas exportaciones. Eso es lo que les permite decir muy suelto de cuerpo a Kulfas y compañia que comparado con 2015 las actuales exportaciones -a+un con cepo- están un 172% por encima.
¿Qué promedio histórico tomamos para hacer las cuentas? Lo cierto es que con el actual cepo y medidas en toneladas, las exportaciones de carne son las más bajas desde 2018. En julio de ese año, cuando comenzó la recuperación exportadora, se exportaron 50.600 toneladas, casi lo mismo que las 50.400 toneladas exportadas en julio de este año. Pero en 2019 los embarques de ese mes subieron a 67 mil toneladas res con hueso. Y en julio de 2020 llegaron al récord de 79.500 toneladas.
La recuperación era franca, notable. La política de cepos fue una poda drástica a un árbol que volverá a tardar años para volver a dar frutos.
Si contra este periodo histórico más corto, el escenario actual es claramente de retroceso…. ¿Qupe sucede contra promedios históricos más alejados y previos al desastre de la primera intervención del kirchnerismo? Vale resumir que en julio 2005, un año antes de que Néstor, Cristina y Moreno comenzaran a manipular el mercado com lo están volviendo a haxcer ahora con Máximo a la cabeza, las exportaciones habían llegado a casi 54 mil toneladas res con hueso. Es decir, fueron más elevadas que las de ahora.
Para los 90, los 80 o los 70 se puede hacer la misma comparación estadística que la conclusión será la misma: con el actual cepo a la carne se está exportando menos que respecto del “promedio histórico”, salvo que ese promedio histórico se construya con los años más malos de exportación, que fueron los que sucedieron al primer bloqueo de las exportaciones decidio por el kirchnerismo en 2006 y aplaudido por muchos fucnionarios pusilánimes, como sucede ahora coin Kulfas y Basterra.
Ambos ministros deberían callar ahora por completo, no volver a hablar del asunto, pues el lugar en el museo ya se lo ganaron y saben que los efectos de este nuevo cepo exportador (que ellos firmaron a pesar de no estar de acuerdo, solo por obediencia debida) lo que interrumpió es el proceso de recuperación de las exportaciones y el reposicionamiento de la carne argentina en los mercados internacionales.
Tampoco desconocen que esta pésima señal -poner techo a un negocio lícito- se traducirá en una menor producción de carne para los próximos años, lo que necesariamente impactará luego en una caída de las exportaciones, como ya se vió entre 2010 y 2017.
Vaya moco histórico que se mandaron. Semejante cagada será muy difícil de comparar contra cualquier promedio.