A Juan Ardissone, de 33 años, el cannabis sativa le resulta un cultivo apasionante desde hace mucho tiempo. “Es una planta que conozco bien”, afirma a Bichos de Campo. Hace cuatro años, junto a tres amigos que además se convirtieron en inversores, comenzó a poner en marcha el sueño de producirla a escala comercial con fines medicinales. Tuvo que ir a hacerlo en Uruguay, donde el cultivo está permitido aunque bastante regulado. El proyecto se llama Cannabhanga y está a poco de realizar su primera cosecha…
O sea que el resumen de esta nota debería ser que el argentino Juan Ardissone está a punto de cumplir el sueño de realizar su primera cosecha de cannabis medicinal en Uruguay.
“Logramos atravesar todos los trámites para hacerlo. Es un cultivo muy regulado, aunque sean dos cultivos diferentes. El cannabis recreativo pasa por otros entes y regulaciones. Esto es cannabis medicinal, con el objetivo de cosechar flores para extracción de aceite”, nos cuenta Juan, parado entre las 2.000 plantas que puso en producción dentro de un campo ganadero en Mercedes, lindero al Río Negro, en Uruguay. Allí su plantación ocupa 2 hectáreas, pero por ahora con una muy baja densidad de plantas.
Estas plantas de cannabis son las mismas que se usan para la producción de marihuana, aunque en este proyecto se optó por una línea genética especial que permite que la concentración de los cannabinoides psicoactivos (el famoso THC) sea menor al 1%. Por ende, no hay cuelgue. Las proporciones de ciertas sustancias dentro de la flor que se cosechará, establecen las diferencias entre un cannabis para uso recreativo y este cultivo, que Ardissone denomina claramente como cáñamo medicinal.
“El fin de esta producción es extraer aceite de CBD, que es cannabidiol, un componente que tiene muchos beneficios para la salud”, nos ratifica Ardissone.
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La cosecha de las flores, que se realizará entre fines de marzo y principios de abril, no se decidirá a ojo ni habrá intuición. Nada parecido. Los socios del proyecto realizarán previamente algunos análisis para determinar el contenido exacto de CBD en el total de los aceites. “Tenés que estar jugando todo el tiempo para no pasarte de THC (el componente psicoactivo, que debería estar por debajo del 1%) y al mismo tiempo obtener la mayor concentración de CBD. Ese es el momento justo” para la cosecha, nos dice Juan.
En este campo de Mercedes, a unos 50 kilómetros de Gualeguaychú, la tierra para implantar cannabis se empezó a trabajar a fines de septiembre: primero se aró, luego se armaron camellones, se inocular biorganismos benéficos. Luego en noviembre se armó el sistema de riego por goteo y en diciembre se colocaron los plantines, que ya tenían un mes de germinación. En las últimas semanas la principal tarea fue colocar mallas sobre las plantas, para evitar daños por el viento y otros factores. Los pájaros vuelan felices entre ellas. No les hacen daño y por el contrario sirven para controlar las plagas.
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Nos dice Ardissone que lo ideal hubiera sido implantar los plantines un tiempo antes, pero que se demoraron los papeles y finalmente la habilitación tardó más de la cuenta. “Esta primera temporada la retrasamos por temas burocráticos y perdimos dos meses en los que las plantas podrían haber estado a suelo”, indica el productor. Por esa misma razón fue que optaron por plantines y no por sembrar la semilla, que es una posibilidad concreta.
Los ciclos del cultivo casi coinciden con los de un maíz o una soja. Pero Juan nos dice que “lo que se suele hacer es adelantar algunos estados vegetativos dentro de un invernadero para salir en septiembre ya con una planta conformada. Pero si vos querés haces 100% autor (desde la semilla), germinás a fines de septiembre”
-¿Y es un cultivo complicado?- le preguntamos-
-La planta es muy rústica, se la banca. Tiene un hábito de crecimiento muy voraz. Vos le das lo que necesita y crece firme, sana y fuerte. Lo que si requiere es estarle encima, es un cultivo muy intensivo. Tenés que tener un esquema de control de plagas, hacer poda, aireación, cuidarlo de los hongos. Estamos todo el tiempo tratando de airear la planta y desmalezando.
Mas tarde nos explicará que el cannabis es una planta anual, que reacciona a determinado fotoperíodo: cuando nota que se viene el invierno empieza a florecer para generar semillas. “Nosotros no queremos que eso suceda y por eso se utilizan todas hembras y la plantación no tiene machos para que no polinicen. Además cosechamos antes de que pueda llegar a tener el grano”, indica Juan.
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En la campo de Cannabhanga llama la atención los amplios pasillos entre los surcos y la distancia (más de 1 metro) entre plantas, Juan nos dice que fue una decisión para esta primera temporada. “No queríamos tenes una alta densidad para zafar de que si se enfermaba una planta se enfermaran todas. Ahora tenemos problemas, pero son muy localizados. Al estar separadas, zafamos de eso. También nos permite usar el tractor o mover tierra de un lado a otro. Es más rápido y más ágil”, relata el emprendedor.
-Falta poco para la cosecha… ¿Será manual no?
-La cosecha es manual, aunque tiene varios procesos. Hay una parte que consiste en sacar las flores del tallo y en otra parte se debe dejar el cogollo sin hojas. Luego está todo el proceso de secado y guardado, que no es menor. Ahí hay mecanización. Tiene que ser rápido, limpio y muy organizado. Si lo hacés mal, todo el proceso previo no sirvió de nada.
-¿Entonces se necesita de gente bien preparada?
-Mas que gente preparada se necesita gente con ganas y buena actitud, que tenga ganas de trabajar y de aprender. No son tareas complicadas.
De esta primera cosecha de cannabis medicinal, Ardissone espera obtener unos 100/150 gramos por planta, cuando un rendimiento óptimo debería rondar los 400 gramos. Pero él se siente muy conforme con la experiencia: obtendrá unos 200 kilos en total, que venderá a un precio todavía incierto.
“Los precios están variando mucho. Estados Unidos tuvo este año una siembra récord, y como es un cultivo muy nuevo, no es un commoditie, no hay un precio fijado. Entonces hay que tener contactos y un producto de calidad”, relata el emprendedor.
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-En Argentina ya está comenzando a producirse cannabis para uso medicinal, pero con tutela de los gobiernos. ¿Tendrá futuro el cultivo?- lo interrogamos a Ardissone.
-Lo debería tener y ya está en proceso, no falta mucho. Pero creo que por la dimensión agrícola de la Argentina el cultivo debería mirar hacia algo más industrial, ya sea para alimentación o para fibra. Esta es una de las plantas con la que más productos podés lograr. En la Argentina hay una veta muy importante para el cáñamo como fibra y alimento. El alimento es el mejor del mundo, porque el cannabis tiene el mejor perfil de aceites omegas y grasa saturadas, además de 23 de los aminoácidos esenciales.
Juan muestra su entusiasmo por este cultivo y lo propone como parte de las rotaciones agrícolas en el país. “El cannabis ayuda a regenerar suelos que estén complicados, tiene una exploración radicular muy grande y aporta mucha materia orgánica. Solo hay que ver cómo podés manejar las malezas, con coberturas, algunos verdes en invierno para poder hacer un cultivo a gran escala”, nos cuenta.
-¿Y hay materia gris en la Argentina para hacerlo?
-Somos muchos en Argentina los que estamos en el ámbito del cannabis, e incluso hay mucha gente de la Argentina trabajando en otros países. Solo falta la desregulación.
El suyo es un caso concreto.
Estimados, quisiera contactar a Juan Ardissone.
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