Jorge Paoloni está muy orgulloso de la ciudad donde creció y donde vive y trabaja: San Salvador, en el centro este de Entre Ríos, que desde 1950 es considerada “la capital nacional del arroz”.
-¿Cómo llegaron a eso?- le preguntamos.
Para contestarnos Jorge apeló a una receta que ya utilizó el Negro Fontanarrosa para definir a su Rosario como “la ciudad con mayor proporción de mujeres lindas por metro cuadrado”. En el caso de San Salvador, nos dijo Paoloni, el récord es la cantidad de molinos arroceros que hay por cada habitante. Existen 16 de esas industria en un pueblo de 15 mil personas.
“Este debe ser la ciudad con más industrias arroceras del mundo. Y ahora estamos tratando de levantarnos, porque de las 1,6 millones de toneladas de arroz que se llegaron a producir a nivel nacional, en esta zona (que abarca los departamentos de San salvador, Villaguay y Colón), se producían 600 mil toneladas”, recuerda Paoloni a Bichos de Campo.
Ahora la Argentina, y Entre Ríos, produce bastante menos. En esta última campaña, ya en plena cosecha, se esperan unas 1,2 millones de toneladas del cereal más consumido en el mundo. Se habían sembrado 189 mil hectáreas, de las cuales unas 80 mil estaban en Corrientes, otras 63 mil en Entre Ríos, 30 mil en Santa Fe y el resto entre Chaco y Formosa.
El arroz argentino viene así, pedaleando en medio de una larga crisis, tratando de remontar cabeza, desde el gran quebranto de 1999/2000, cuando los precios internacionales cayeron en pocos meses a una tercera parte y dejaron mal parados a todos los productores. Pero desde aquel momento la superficie sembrada ya nunca volvió a ser la misma, aunque hubo un repunte en 2011 que en el caso de Entre Ríos llevó el área a 99.500 hectáreas. Pero fue un pequeño oasis y después volvió la nueva normalidad, que es un 30% más pequeña. Esto desluce al polo industrial arrocero de San Salvador, que tiene poca materia prima alrededor y, en consecuencia, una alta capacidad ociosa.
Paoloni, que es como decir un sinónimo de arroz, ya que él es tercera generación de arroceros y ya viene ayudándolo su hijo Federico, cree que todo se debe a una sola cosa: la falta de un plan.
Mirá la entrevista con Jorge Paoloni:
Paoloni, que fue presidente de la Federación Nacional de Entidades Arroceras (Fedenar) y ahora colabora con la Asociación de Plantadores de Arroz de Entre Ríos, cree que no tener un planm para recuperar la producción de ese cereal es una gran picardía, pues esa región entrerriana parece bendecida para producir arroz en cantidad y sobre todo de gran calidad. Tiene una muy buena disponibilidad de agua, suelos arcillosos (vertisoles, les dicen ellos), productores enamorados del cultivo y este tejido industrial que permite agregar valor en la ruralidad, como reclaman los políticos.
Jorge viene batallando por ese plan a favor de esta economía regional desde hace más de 25 años. Pero pasan los gobiernos y ninguno parece querer o poder recoger el guante.
Ahora habría una nueva posibilidad. El arroz argentino está teniendo una buena demanda internacional en este momento, especialmente desde Brasil, y eso ha servido para tonificar un poco más los precios esta campaña. La situación atrajo a varios productores que habían abandonado esa actividad y colocaron soja o maíz en su reemplazo. De todos modos son muchos los que se fueron y que habría que recuperar. En 2011 había en la zona más de 600 arroceros y ahora quedan solo 130. Como los molinos necesitan la materia prima (el arroz con cáscara) se pusieron a sembrar y el área se fue concentrando cada vez en menos manos.
-¿Qué hace falta? ¿Qué te cansaste de pedir sin que te den bolilla?
-Siempre es lo mismo, desde hace muchos años, Quizás lo que suceda es que el arroz sea realmente muy importante para nosotros pero no lo sea a nivel de la economía nacional. Y los gobiernos de turno no conocen la situación, y los gobernantes de las cinco provincias arroceras no saben transmitir lo importante que puede ser este cultivo productiva y económicamente. Entonces vos vas quedando, vas quedando…
Los reclamos históricos de los productores e industriales del arroz no son muy diferentes a los de las demás economías regionales: necesitan que les alivien la intensa presión fiscal y sobre todo estabilidad, que no les cambien las reglas de juego de un año a otro. Retenciones e Ingresos Brutos están a la cabeza de los impuestos considerados distorsivos. En el caso del primer tributo aduanero, el sector pide ser considerado una economía regional para así tributar 0% desde el 5% actual.
Pero el el caso de la cuenca arrocera entrerriana, Paoloni recalcó que una de las principales quejas es por al alto precio de la electricidad que se necesita para mover las bombas que permiten inundar los campos con aguas de las napas. No es tanto el costo de la energía en si mismo, que es variable según el consumo. Pero la factura de la distribuidora provincial llega todos los meses con un “cargo fijo” muy oneroso, que se cobra siempre igual, se esté utilizando o no el fluido eléctrico.
El costos eléctrico y de gasoil para poder regar incide muy fuerte en los costos, que son de unos 1.200 o 1.300 dólares por hectáreas, hasta cuatro veces los que demanda una hectárea de soja. Muchos productores, por esta razón, han decidido irse a sembrar a la vecina Corrientes, donde los arrozales se inundan con represas y agua superficial. Los costos, a pocos kilómetros, son mucho más ventajosos. Y en Entre Ríos, están en desuso el 50% de los pozos para riego que ya fueron construidos.
“En el agro cuando las oportunidades se dejan pasar, no se pueden recuperar. Este año el arroz tiene mucha demanda a raíz de la pandemia, y hay buenos precios internacionales, pero lo que no hay es arroz, o hay muy poco arroz. Entonces no se pueden aprovechar”, se lamentó Paoloni, que reclamó “decisión política” para aplicar el Plan Estratégico Arrocero.
-¿Y te imaginarías a San Salvador sin arroz?
No me lo imaginaría. Es impresionante el movimiento y el dinamismo que nos da el arroz. Aspiro y seguiré trabajando para ver un San Salvador pujante y recuperando un 40/50% de lo que fue.