“Es muy difícil cuando sufrís manipulación emocional y psicológica, porque no te quedan marcas visibles, vas a hacer una denuncia y no tenés cómo demostrarlo, es un tema muy sensible del que pude despertar a tiempo, pero hay que estar alerta, yo casi pierdo la empresa por la violencia que ejerció alguien que creí era mi amigo”. El relato es de Jimena Sabor, cordobesa nacida en La Carlota en 1968, su papá agrónomo, su madre piloto de avión y representante de artistas (surgieron lindas anécdotas de aquellos tiempos en la charla).
“Mi plan a, b, c era ser madre, formar una familia, me imaginaba esos autos rurales de antes llenos de hijos”, contó Sabor, que actualmente tiene seis hijos, se recibió de bibliotecaria en 1990 y, entre otros lugares, trabajó en bibliotecas de la Universidad de Buenos Aires, en Cancillería y en el Hospital de Niños.
En 1996 se largó como emprendedora y tomó la posta que su padre había empezado. Fundó Summabio, una empresa que desarrolla, comercializa y distribuye productos biotecnológicos y que dirige actualmente. Esa es la empresa que quisieron robarle. “Yo empecé, me gusta mucho la gestión de las cosas, los procesos, el brainstorming, y después enamoré de los microorganismos”, cuenta.
Como parte de su proceso de “sanación” después de lo que vivió, escribió un libro, “Sandalias con espuelas”, en el que cuenta su historia, un camino lleno de espinas, con violencia de las más feas, las que vienen de personas cercanas… o quienes uno cree que conoce…, pero aún allí, en ese camino espinado y empinado, ella pudo encontrar las flores.
También hablamos de caballos, de liderazgo, de hobbies, libros, series y otras pasiones. Pasen y lean…
-¿Qué te acordás de tu infancia? ¿Cómo estaba conformado ese hogar? ¿Qué hacían tus viejos?
-Mi infancia transcurrió en La Carlota, que es una pequeña localidad de 12.000 habitantes en la provincia de Córdoba. Lo que llamamos un pueblo. Parte también en el campo, porque mi abuelo materno, que fue una figura muy importante en mi vida y en la de mi hermano, trabajaba en una estancia y pasábamos mucho tiempo allí, vacaciones, fines de semana… Y mi papá, ingeniero agrónomo, trabajaba en una cabaña de holando argentino, asique también pasábamos también mucho tiempo con él en el campo.
-¿Y qué recuerdos tenés de aquello?
-Los recuerdos son lindos, yendo de un lado para el otro caminando o con la bici. En total libertad: al colegio, inglés, danza. Y ni hablar en el campo. Me encantan los caballos. Todos recuerdos lindos de una vida que añoro de más contacto con la naturaleza. Todo con estos padres bastante disruptivos que nutrían esas vivencias.
-Ahora te voy a preguntar por tus viejos, pero hablaste de tu abuelo y me gustan las historias de abuelos porque yo tuve uno muy especial. ¿Qué cosas te acordás de él y por qué fue importante en tu vida?
-Fuimos los únicos nietos para este matrimonio de abuelos. Fuimos super mimados. Fueron como padres, pasamos mucho tiempo con ellos. Mi abuelo en particular era muy de campo, usaba bombachas divinas, todas tableadas, super prolijas, era un gaucho coqueto (se ríe). Tenía dos pares de botas: una para la mañana, que cuando venía al mediodía las dejaba par lustrar y a la tarde usaba las otras. Era originario de Charlone, eran los dos muy cariñosos y nos transmitieron toda esta cultura tan linda. Tuvieron la primera radio en Charlone, también el primer auto. Buenas historias.
-Siempre me gusta preguntarles por olores, sabores, alguna comida, Cerras los ojos y ¿tenés algo que te transporte a esos años?
-Te vas a reír, pero una de las cosas que más me transporta a la infancia es el olor a bosta de caballo. Me lleva derecho a eso. Y en cuanto a comidas, nunca he logrado comer una tortilla de papas bien babé como hacía mi abuela. Y la cocinera del campo que era una italiana que hacía la pizza casera con anchoas.
-Te dije que te iba a preguntar por tus padres, en el libro hablás de “locos condimentos de tu infancia”. Una casa en la que pasaban, por ejemplo, bohemios amigos de tu madre como Litto Nebbia, China Zorrilla y Vinicius de Moraes… con quien, por cierto, has jugado a las muñecas… ¡Guau! ¿Qué te acordás de eso?
-Pasa que mi mamá no tenía nada que ver con el campo. Si bien era hija de ese abuelo que te contaba hace un rato que era administrador de estancias, de origen tan campero, y era esposa de un agrónomo, a ella no le gustaba el campo, no iba casi. Ella era directora de teatro y tuvo sus épocas de representante de artistas. Lo de Vinicius fue un verano que vino a Mar del Plata. Mi mamá estuvo toda la temporada allí. Fui a visitarla y ella estaba ahí con Vinicius, Toquiño, todos hermosos personales. Vinicius era muy simpático y recuerdo que yo estaba con mi muñeca en el hall del Hotel Hermitage y él venía, me preguntaba cosas, jugaba conmigo. También China Zorrilla estuvo en mi casa. Y Lito Nebbia, estuvo hasta durmiendo en casa porque los habían echado del hotel y se alojaron en la nuestra las dos o tres noches que duraron las presentaciones.
-¿Tu mamá era piloto de avión también?
-Sí, pero dejó de volar cuando se quedó embarazada de mí que fui la primer hija. Nunca le pregunté por qué dejó de volar. Lo cierto es que era una rareza. Para que te des cuenta lo que digo, en el diploma de piloto decía su nombre y “hombres del aire”.
-Ja, no estaba preparado para mujeres del aire…
-Claro, no, no.
-¿Qué legado recibiste de tus viejos? ¿Qué te resuena en la conformación de tu personalidad de hoy? Porque sos “campo”, que por ahí es más tradicional, pero también arte, que es lo más disruptivo…
-Un hogar que no era para nada machista. Nunca me sentí sesgada en nada y era una familia en la que cada uno podía ir para donde guste. Pero sí con la presión de que adonde fueras tenías que ser muy bueno. Esa cosa me marcó mal, porque es un peso fuerte eso de tener que ser el mejor. Es agotador.
-Hablando de poder elegir, decidiste ser bibliotecaria, ¿por qué elegiste bibliotecaria y no, por ejemplo, algo artístico o algo vinculado al campo? ¿Tenías un plan b?
-Mi plan a, b y c era ser madre. Formar mi familia. En esa época se usaba el Ford Falcoln rural y yo me imaginaba manejando ese auto lleno de hijos. Pero estaba la presión de que algo había que estudiar y ser independiente. Entonces empecé a estudiar administración agraria en la UADE, fue mi primera elección. Pero después pensé que en realidad la parte de administración no me gusta mucho, y que si me casaba con alguien que vivía en la ciudad no iba a poder vivir en el campo y todo eso. Entonces empecé a descartar otras carreras. A mí lo que me gusta es emprender, hacer cosas diferentes, y no hay una carrera para ser emprendedor. Entonces fue una carrera, bibliotecaria, que me mostró diversidad a la hora de ir avanzando. Siempre me había gustado leer, siempre me había gustado estudiar. Disfrutaba del olor a libro. Y hacia allá fui. Lo disfruté mucho.
-¿Y cómo una bibliotecaria a la que le gusta emprender llega a querer estar en una empresa vinculada a la biotecnología?
-Fue medio casual, porque yo empecé a ayudarlo a mi papá mientras seguía trabajando en una biblioteca. Lo ayudaba con las inscripciones en Senasa del producto que había desarrollado. Yo estaba en Buenos Aires y él en Córdoba. Empecé con el registro de marca, de producto, hacer un folleto. Después murió mi padre y me vi envuelta en este proyecto y arranqué. Y después me enamoré de los microorganismos. Algo fascinante. Y me gusta todo lo de I más D, y si bien no meto mano en el microscopio si meto conversaciones e ideas con todo el equipo y es la parte que más me gusta. Porque no me gusta ni administración ni ventas, pero sí el desarrollo de nuevos productos.
-El famoso brainstorming, la tormenta de ideas en la que uno tira sin vergüenza ni tapujos todo lo que se le ocurre para que después quede algo…
-Claro. Y vos sabés que mis aportes, que son desde la ignorancia, sin un sesgo científico, a veces les abre la cabeza y llegamos a cosas interesantes. Y después el desarrollo de la marca.
-Quiero que me cuentes, lo que vos quieras, de lo que pasó con la empresa, quisieron robártela… así de crudo. Y eso a fuerza de hacerte creer que eras la peor profesional y que estabas desequilibrada y no podías llevarla adelante. ¿Qué querés compartir de esa experiencia? Contá brevemente lo que pasó
-Básicamente, un gerente comercial que yo había contratado, con quien éramos amigos desde hacía muchos años, empezó a hacer un trabajo de manipulación psicológica conmigo tremendo. Creo que es un tema invisible, muy difícil de demostrar y mostrar. Yo pongo el ejemplo: si vas a la policía con un ojo negro o la boca rota y decís “mi marido o mi fulano me pegó” es más fácil. Pero si vos decís “mi marido o mi jefe me manipula”, son cosas difíciles de demostrar.
-Y sumemos que, en general, son personalidades, las de los o las manipuladores/as que hacen ese trabajo puntual pero después, para el resto, son personas divinas, adorables, solidarias… es su encanto…
-Totalmente. Entonces, esta persona empezó a hacer un trabajo de manipulación conmigo, que fue lo más fuerte, porque yo empecé a dudar de todo y con todas las personas que trabajaban en la empresa. Hasta que terminó en un día que él me dijo que tenía una persona que quería comprar la empresa, que vendiera, porque si no él se iba, y que yo sabía que sin él no iba a poder seguir trabajando y además con él se iba todo el equipo. Fue un momento muy duro, por suerte tuve dos amigos que lograron que despertara del hechizo que me había hecho esta persona, un hechizo de la manipulación tremendo. Me puede levantar, reponer.
-¿Y cómo saliste de eso?
-Esto fue un jueves, el fin de semana no fui a la fábrica y el lunes fui y me animé a enfrentarlo y a destapar todas las cosas que pasaban y finalmente él se fue. Se fueron dos personas nomás con él, que habían sido sus cómplices. Y a partir de allí empezó la reconstrucción. Fue algo difícil los primeros días porque me habían robado dinero, hubo que denunciar cheques, hubo plata que la perdí, cheques que recuperé, pero pasé dos meses financieramente. Pero por suerte eso pasó.
-¿Y con todo eso, esa terrible historia, escribiste un libro?
-Escribir el libro fue un poco sanador de todas estas cosas. Fue poner en una línea de tiempo lo que había pasado, revivirlo. Y descubrí que me gustaba mucho escribir.
-Contaste un poco la recomposición de la empresa de a poco, contabas también lo que te sirvió el libro para sanar, pero ¿Qué cosas aprendiste vos de esta experiencia que puedas transmitir y que le sirva a otra persona en tu situación?
-Lo básico es creer en uno mismo. En el instinto. Escucharse. “Esto me hace ruido”. “Esta persona no me gusta”. Poder creer en eso que uno siente, en la intuición. Porque uno en general se va dando cuenta que hay cosas que no está bien, pero si no estás bien creés más en lo que te dice otro en vez de creer en vos. Por eso, transmito que escuchen sus alertas internas.
-Cito de tu libro “Sandalias con espuelas”: “Ojalá que mi experiencia le resulte útil a alguien. Mi deseo es que todas las mujeres podamos ser y mostrarnos como somos. Deseo deslizarme suavemente, sin la necesidad de protegerme con escudos que solo me endurecen, haciéndome menos flexible o más intolerante. Pretendo seguir siendo una emprendedora, que dirige su empresa sin fusta ni espuelas, me encanta sentirme libre de jinetear descalza y en pelo”. ¿Cómo traducís esta cita a tu vida hoy y qué quisiste transmitir?
-Esto le da sentido al título del libro. Las mujeres nos hemos tratado de hacer un lugar en las empresas, en nuestras profesiones, tratando de imitar a cómo funcionan los hombres, endureciéndonos, y creo que eso hoy no es necesario, creo que tenemos que poder mostrarnos como somos, con nuestras características, nuestra impronta, que, si nos gusta ponernos un vestido lindo, pintarnos o lo que sea lo hagamos. Que podamos aprovechar todas esas cosas que tenemos las mujeres de flexibilidad, calidez, y no endurecernos porque cuando traté de hacer las cosas de esa manera no me fue bien y cuando me pude mostrar como soy fue mucho mejor.
-También hablás de estilos de liderazgo en el libro…
-Sí, poder tener un estilo de liderazgo blando. La empresa es “B certificada” (N de la R: que cumplen con estándares de desempeño social y ambiental, transparencia y responsabilidad), que mide el impacto social y dentro de ella, poder tener en cuenta en los equipos de trabajo a las personas, aceptando la diversidad, la inclusión. Trabajar otras cosas donde no necesariamente para funcionar bien tenés que ser estricto, duro, cerrado, inflexible.
-Hablás también de seguir teniendo un espíritu emprendedor aún siendo empresario…
-Eso tiene que ver con que no importa el tamaño ni la antigüedad de una empresa sino que uno siga teniendo ganas de emprender, una pasión. Querer hacer algo distinto, nuevo, mejor, crecer. Yo conecto mucho con eso. por eso no conecto tanto con lo administrativo. Animarse a mirar más allá. No necesariamente por tener una empresa que crece tenés que dejar de ser emprendedor.
-¿Qué es lo que te motiva, lo que más te gusta de lo que hacés, de tu laburo?
-Simple. Cuando tengo una reunión con la gerenta comercial y con la gerenta de administración voy con muy pocas ganas de reunirme…
-Jaja.. Le mandamos un saludo a las dos, las queremos igual…
-Jaja… Laura y Rocío, son dos grosas, que hacen el trabajo que a mí no me gusta. Me resulta pesado. Pero sí cuando conecto con las cosas nuevas, el marketing, el I más D, eso me motiva mucho. Esa parte creativa. Tambíen tratar con la gente, conectar con las personas.
-Bueno, llegamos al “Pin-pong” de El podcast de tu vida, y la primera pregunta es ¿Cómo despejás tu cabeza? ¿Cómo te reseteás?
-Tengo un caballo que adopté. Acá en Córdoba se prohibió la tracción a sangre y les cambiaron a los carreros los caballos por motos con carritos. Y en la Rural de Córdoba, que queda a 15 minutos de casa, un lugar hermoso, ahí encontré este caballo. Y eso es lo que me apasiona hoy. En el baúl del auto tengo alpargatas o botas asique con la ropa que sea que tenga me cambio los zapatos y lo voy a visitar. Hubo que ponerlo en estado porque estaba flaco, le faltaban 150 kilos, lo estoy terminando de amansar, pero ya lo estoy montando. Y llego y me transporto a otro mundo. Me encanta su olor, bañarlo, estar con él.
-Hablabas en un momento, cuando te pregunté que querías ser mamá y sos mamá de seis. Lo has logrado. Contame un poco de eso.
-En realidad, no logré esa familia Ingalls con un solo padre para toda la vida. Pero de alguna forma hice esa familia, diferente, porque me casé cuatro veces, mis hijos son de cuatro papás distintos, pero la verdad que lo más lindo que tiene mi vida son esos seis hijos, cada uno con sus particularidades. Y eso siempre me ha motivado a trabajar, emprender, porque mantener a seis y sola no es fácil. Han sido mi motor. De los seis, los dos mayores, la mayor, que es la mamá de Mateo, mi único nieto por ahora vive cerca de Boston, en Estados Unidos, y mi segundo hijo vive en Playa del Carmen hace varios años. Cosas de Argentina. Y en mi casa quedan los que están en la Universidad y uno en el secundario.
-¿Cómo te llevás con la cocina?
-Bien, me encanta cocinar. No la diaria. Cocinar para los seis, después de llegar de trabajar… hacés lo que podés. Pero si te tengo que decir un plato con el que me luzca, a los chicos les gusta mucho el pastel de papas, tengo mis secretos. A los adultos les gusta más la humita, el locro, dicen que me sale bien.
-¿Algún país o ciudad que te gustaría conocer?
-Creo que Israel. Como un pendiente.
-¿Y alguno que conozcas y te haya encantado?
-Muchos. Uno es Provincetown, muy cerca de donde vive mi hija en Estados Unidos, que es casi como una isla, muy chiquito, con casitas de madera, me fascina ese lugar.
-¿Libros? ¿Series? ¿Qué elegís, qué te gusta, por dónde vas?
-Series y películas me gusta lo policial. Aunque una de las series que me gusta es “Heartland”, que es la historia en un rancho y gira todo en torno a caballos. Es mi preferida. A diferencia de los libros que me encantan las novelas. Cuanto más románticas mejor.
-¿Algún superpoder que te gustaría tener y por qué o para qué?
-Justamente, esto de tener a mis hijos lejos, me gustaría teletransportarme.
-Si pudieses viajar en el tiempo, ¿A dónde te gustaría viajar?
-A Buenos Aires en la época de la colonia. Me fascina esa parte de la historia. Mariquita Sánchez de Thompson, todo eso.
-Bueno, llegamos al final y esta charla termina con la elección de un tema musical del entrevistado. ¿Qué elegís?
-Había elegido un tema que me encanta, un grupo que me gusta muchísimo que se llama “Estelares”, de hecho, lo cito mucho en el libro. Pero me arrepentí hoy y quiero terminar con un cuarteto, ese que dice “Que alguien saque a bailar a la morocha que se muere de ganas…”. Cierro con ese.