Escribo en primera persona, porque he sido parte involuntaria de esta historia. Me dijeron el martes a media tarde, fuentes que trabajan dentro del gobierno pero a título de rumor, que eran inminentes algunas medidas de intervención en el negocio de la carne, porque los precios al consumidor habían crecido peligrosamente en lo que iba de marzo, un poco por la combinación circunstancial de situaciones: paro agropecuario, lluvias incómodas, crisis del coronavirus y sobre todo “efecto freezer”. ¿Qué es eso? Que mucha gente, los que tenían dinero, corrieron a las carnicerías las horas previas al inicio de la cuarentena total y arrasaron con toda la disponibilidad de carne.
Me lo contó en ese momento mi carnicero, el de la esquina: “Ojalá vendiera todos los días así”. Después me cobró casi 600 pesos por un kilo y medio de vacío pasado de aromas. Tragué saliva y pagué, hidalgo y orgulloso. Nunca uno debe recular en esas ocasiones. Pero me dolió hasta el tuétano pagar tanto.
Volvamos a la información: con la primera versión de que vendría una intervención sobre los precios de la carne, me dediqué a chequearla. Pude primero confirmar que los precios del alimento más popular había subido bastante, y no solo por mi propia experiencia. Un análisis de los frigoríficos de consumo mostraba que el valor de una media res de consumo de buena calidad llegaba ahora a 235 pesos por kilo, cuando había arrancado marzo en torno a los 200 pesos. El aumento era de casi 18% en pocos días. Pero los privados me aclararon que no podía sostenerse demasiado y me avisaron que en los próximos días seguramente los precios bajarían.
¿Habría una intervención en el mercado de la carne? Todos las fuentes más o menos sensatas la desaconsejaban, porque iba a provocar mayores trastornos que beneficios. Lo mejor, retrucaban, era esperar que los precios se acomoden solos, porque la faena de bovinos estaba finalmente en niveles normales para esta época del año (es decir, la oferta era la habitual), pero inevitablemente la crisis del coronavirus iba a provocar un desplome del consumo y sobre todo de las exportaciones. Los grandes frigoríficos del Consorcio ABC, que como bien dice Mario Ravettino representan cerca del 30% de la faena, están enfrentando desde fin de 2019 una caída estrepitosa de sus ventas, primero a China y más recientemente a Europa. Ellos tienen mucha carne en stock que también podría volcarse al mercado doméstico en caso de ser necesario.
Luego un vocero intachable me confirmó que en el gobierno estaban bastante inquietos con estos aumentos, que ocuparon todo el fin de semana la atención del ministro Luis Basterra y sus colaboradores. También supe que la secretaria de Comercio, Paula Español, había convocado a todos a su despacho ayer mismo a la tarde. Era inminente una intervención oficial. Y eso fue lo que puse en mi cuenta personal en tuiter, en potencial, con las aclaraciones del caso y una opinión mía: que podría ser peor el remedio que la enfermedad.
Esta información preliminar, por cierto, provocó un fuerte revuelo en toda la cadena de ganados y carnes. Y no es para menos: muchos años después, en el sector todavía está fresco el listado de precios máximos para la hacienda que en 2006 el ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno, distribuía entre los consignatarios del Mercado de Liniers, el principal termómetro de los precios en el sector.
¿Cómo no va a estar fresco ese recuerdo si aquel fue el origen de la mayor tragedia ganadera que vivió la Argentina en toda su historia? Entre 2006 y 2009 hubo una fortísima liquidación de vientres, el stock cayó en 10 millones de cabezas, se perdieron miles de puestos de trabajos en los frigoríficos, se fundieron miles de pequeños y medianos productores, las exportaciones cayeron a mínimos nunca vistos. Y a pesar de todo eso, finalmente los precios de la carne al consumidor se dispararon.
Con el correr de las horas, un audio difundido por uno de los socios de la Cámara de Matarifes y Abastecedores (Camya) confirmaba todo lo que yo había adelantado en mi humilde cuenta de tuiter, que incluso era citada. Una de dos: o soy muy buen periodista o soy un forro que fue funcional a una operación del gobierno para aplacar los precios de la carne.
Son dilemas insignificantes ahora. Lo concreto es que el “vocero” avisaba al resto de la cadena que había hablado con funcionarios de la Secretaría de Comercio, y que el mensaje era clarito: no iban a intervenir siempre y cuando el sector mostrara su “solidaridad” haciendo bajar los precios. El empresario incluso ponía valores: había que retrotraer los valores de la media res puesta en carnicería a cerca de 200 o 210 pesos. Y hasta ponía fechas: lo recomendable era que los precios bajaran a los niveles del 6 de marzo, como en el resto de los productos de la economía.
Este es el audio que circuló por todos los teléfonos de los integrantes d ela gran familia ganadera:
Obviamente, frente a la difusión de estas versiones, los dirigentes ganaderos no tardaron en reaccionar. Jorge Chemes, el titular de CRA, sacó a relucir el teléfono rojo que lo comunica directamente con el ministro Basterra. Luego de esa conversación, en la que el ministro negó todo tipo de posibilidad de intervención, el propio Chemes grabó un segundo audio dirigido a aclarar los tantos a toda la cadena ganadera. Decía lo siguiente:
¿Habrá intervención oficial sobre el mercado de la carne? ¿O no la habrá? Qué quieren que les diga, para mi ya se produjo. No hubo intervención, pero sí la hubo. Claramente comenzó el manoseo en el mercado.
Esta mañana, en el Mercado de Hacienda de Liniers y como se había anticipado, hubo un abultado ingreso de animales: más de 11 mil cabezas salieron a remate. Previsiblemente los valores bajaron bastante, lo que haría más sencillo que matarifes y frigoríficos comiencen a acomodar los valores de la media res a las exigencias del gobierno.
Veremos qué sucede en los próximos días. Los que saben dicen que los precios se desplomarán ni bien se tranquilicen un poco las cosas.
Más allá de las promesas de Basterra, los modos en el gobierno no parecen haber cambiado demasiado, aunque ahora haya otros recursos. Ya no se utilizan listados de precios al estilo Moreno ni hacen falta las escenas de gritos histéricos de parte de ese funcionario. Ha irrumpido entre nosotros la cultura del WhatsApp. Las advertencias ahora se pueden enviar por mensajito de audio.