El año pasado fue una verdadera fiesta para el girasol: con el encerramiento pandémico, el consumo hogareño del aceite se disparó a nivel global justo cuando las cosechas de los principales países productores del mundo –con Rusia y Ucrania a la cabeza– se cayeron fuerte por problemas climáticos.
En muchas nacionales centrales además se vienen implementando políticas y campañas orientadas a reemplazar el uso industrial de aceites hidrogenados por aceite de girasol alto oleico con el propósito de mejorar el perfil nutricional de una gran variedad de alimentos ofrecidos en las góndolas (Argentina también es parte de esa movida).
“El año pasado el precio internacional del girasol llegó a tener un premio del orden de 500 u$s/tonelada versus el aceite de soja, lo que destruyó demanda en algunas naciones, que debieron reemplazar el consumo de aceite de girasol por otros más económicos”, explicó Agustín Baqué, analista de mercados granarios y asesor en comercialización agrícola, en diálogo con Bichos de Campo.
Sin embargo, este año, gracias al incentivo de los buenos precios y un clima más benévolo, se espera una gran cosecha de girasol en el hemisferio norte, con lo cual los precios internacionales del aceite de girasol están mucho más “desinflados”.
De todas maneras, las industrias aceiteras están ofreciendo en el sudeste bonaerense precios de 400 u$s/tonelada a retirar del campo para entregas en marzo/abril de 2022, es decir, un “preciazo” diseñado para generar superficie de la oleaginosa.
¿Cuáles son los factores que explican esa conducta? El primero –comentó Baqué– es que la cosecha canadiense de colza, a partir del cual se elabora un aceite de alta calidad que compite con el girasol, experimentará una caída considerable a causa de un desastre climático generado por una sequía.
“En Malasia e Indonesia, los mayores productores de aceite de palma, no están dejando ingresar trabajadores del exterior por restricciones derivadas de la pandemia y muchas plantaciones de palma no se están pudiendo cosechar”, indicó el analista, para luego agregar que la demanda de India, uno de los mayores consumidores globales de aceites, se está recuperando luego de aflojar durante el último año.
Otro aspecto no menor es que los productores de granos oleaginosos del mundo, gracias a los buenos precios, están mucho más “líquidos” y, por lo tanto, se muestran más reticentes a vender mercadería si los precios no los convencen.
Todos factores alcistas. Pero en el mercado internacional de aceites en general y de girasol en particular existe un “cisne negro” potencial que podría “dar vuelta” al mercado: estamos hablando de la posibilidad de que alguna nación relevante decida recortar el corte interno de biocombustibles con combustibles fósiles. Como se trata de una decisión política, es difícil de prever si la misma terminará ocurriendo, pero es necesario tenerla dentro del “tablero de comando” de alternativas posibles.
En lo que respecta a las variables locales, la restricción hídrica presente en el norte argentino, junto con el pronóstico de una campaña influenciada por una fase “Niña”, hacen temer por el resultado final del cultivo que pueda lograrse en esa región. En ese marco, las industrias tienen un incentivo adicional para originar mercadería del ciclo 2021/22 en la zona pampeana.
Al 1 de septiembre pasado, según los últimos datos oficiales disponibles, la industria había comprado 193.800 toneladas de girasol 2021/22 versus 172.900 toneladas en el mismo período de 2020.
La competencia de los exportadores de semilla de girasol –que en 2020/21 declararon embarques por más de 165.000 toneladas– se encuentra limitada por los esfuerzos en trazabilidad orientados a lograr mercadería libre de Diclorvós, un principio activo que, si bien está prohibido en la Argentina desde fines de 2018, sigue apareciendo en algunas partidas de girasol.
“Los precios ofrecidos para el girasol 2021/22 son muy atractivos, especialmente teniendo en cuenta la posibilidad eventual de un cambio de política de corte de biocombustibles en alguna nación clave”, apuntó Baqué, quien vaticinó que es muy probable que el área sembrada este año en la Argentina con girasol crezca respecto de 2020.