Seguramente hemos escuchado la renombrada “Zamba para no morir”, pero pocos saben que su letra perteneció al poeta Hamlet Romeo Lima Quintana, y muchos menos saben que compusieron su música Norberto Jorge Ambrós y Héctor Alfredo Rosales. “Al quemarse en el cielo la luz del día, me voy / con el cuero asombrado me iré / ronco al gritar que volveré, / repartido en el aire al cantar, siempre…” reza el estribillo.
En los años ’60, Hamlet abría un camino en esta zamba hacia una poesía folklórica con metáforas de mayor vuelo, que lo enrolaron en un movimiento de habla hispana, a la altura de Miguel Ángel Asturias, Rafael Alberti, Elvio Romero, Augusto Roa Bastos, Juan Gelman, Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat, Paco Ibáñez, Roberto Juárroz, Alejandra Pizarnik y de artistas plásticos como Carlos Alonso, Rodolfo Campodónico, El “Gordo” Mattalía, Carlos Terribili, Oliveira, el titiritero Javier Villafañe y otros.
Junto a su amigo, el poeta mendocino, Armando Tejada Gómez, Mercedes Sosa, “Tito” Francia, Oscar Matus y otros, Hamlet integró el Movimiento del Nuevo Cancionero, surgido en 1963 en Mendoza, que propuso abordar una temática poética que no sólo hablara del paisaje, sino de la problemática social del hombre. Sus ideales se propagaron de tal manera que provocaron el nacimiento de la Nueva Trova Cubana y el Nuevo Cancionero de Chile, entre muchos colectivos.
La obra que el poeta Lima Quintana nos dejó a lo largo de sus casi 79 años de vida es vastísima: unas 400 canciones registradas y escribió 30 libros. Pero lo que nos importa destacar en esta nota es que, por haberse criado Hamlet en contacto con la vida rural de los pagos de Saladillo, en la provincia de Buenos Aires, este paisaje y la cultura de la llanura pampeana afloró en casi toda su poesía, además de haber investigado su historia y escrito sobre ella. Se identificó tanto con ella que, a pesar de haber nacido en la ciudad de Morón, en el conurbano bonaerense, Hamlet prefería decir que era oriundo de Saladillo.
Dicha localidad está ubicada un poco más al norte del centro de la provincia de Buenos Aires y enclavada en la llanura pampeana, a 185 kilómetros de la Capital Federal, sobre la Ruta 205. Sus suelos son parte de la llamada “Depresión del Salado”, con buenos campos, mixtos, pero algunos con tosca y otros que se inundan. Décadas atrás fueron más bien ganaderos.
El año pasado se celebró el centenario del nacimiento del poeta, que había nacido en 1923 y había partido a la eternidad el 21 de febrero de 2002. Para esta ocasión, el medio ABC Saladillo publicó una nota con el título: “Hamlet Lima Quintana, el poeta que eligió ser saladillense…”. Hamlet llegó a decir: “Hay un largo poema en el que yo digo que el lugar donde se aprende a caminar es el único lugar donde se pisa en el suelo, y que en cualquier otra comarca o bajo cualquier otro cielo sólo se pisa en el aire. Escribir sobre el sitio en el que uno aprendió a caminar y se formó es tan valedero, que es como si uno no se hubiera ido nunca”.
Respecto de la pasión que tuvo Hamlet por Saladillo y por la extensa llanura pampeana, uno de sus hijos, Germán Lima, nos aportó: “Mi padre aprendió a caminar en Saladillo, de donde eran dos tías, primas hermanas de su madre, más un tío y una prima segunda de él, que vivían en medio del campo, en el cañadón que separa a Saladillo de 25 de Mayo. Pasó allí mucho tiempo en su infancia, y ese paisaje lo acompañaría, en su corazón y en sus ojos, durante toda su vida”.
“Ya de grande, nos empezó a llevar a mí y a mi hermano, Mariano, que hoy es titiritero y vive en Neuquén –continúa Germán-, a pasar los tres meses de las vacaciones de verano y las vacaciones de invierno. Pero él iba cada fin de semana, de por medio. Como además era muy amigo de una importante poeta de Saladillo que vivía en la ciudad, Susana Esther Soba, a veces parábamos en su casa, en vez de en el campo”.
“Yo me animo a decir que casi toda la obra de mi padre está inspirada en la llanura pampeana, a partir del paisaje de Saladillo, que tanto lo nutrió -continuó aseverando Germán Lima-. También se puede decir que su obra poética ‘La Pampa Verde’, musicalizada por Oscar Alem, también está inspirada en su paisaje amado de Saladillo. Nótese que casi todos los personajes que se nombran en las distintas canciones, son parientes de mi padre, que él visitaba en Saladillo”.
“Dicha obra aborda los géneros musicales pampeanos como vidalita, zamba, milonga, huella, estilo, ranchera y triunfo -siguió Germán-. Los títulos reunidos son ‘Habla la tierra’, ‘Pampa genial’, ‘De madre y de Pampa’, ‘Tomasa Coronel’, ‘Huella de la tranquera’, ‘Y así me siento más hombre’, ‘Milagrerías’, ‘Como flor de cañadón’, ‘Antigua muchacha’, ‘Gato del maicito’, ‘Zamba del duraznillo’, ‘Entre mi gente’ y ‘Vinieron a pedirme’. Por todo esto es que hoy, una plaza de esta ciudad lleva el nombre de mi padre. Y por eso el intendente de Saladillo, se refirió a él como ‘el poeta que eligió ser saladillense’”, finalizó Germán Lima.
En palabras del propio Hamlet, La Pampa Verde es “una obra caliente, vital, llena de luces que iluminan personajes cotidianos, sufridos y forjadores de poblaciones. Una obra de profundidad donde se han unido un poeta y un músico (Oscar Alem), hijos de la llanura de esta provincia”.
Las zambas La amanecida y la del duraznillo, de autoría de Hamlet, se consideran netamente inspiradas en el pago de Saladillo. Disfrutemos de la poesía de la Zamba del Duraznillo: “Cachirlas que vas boleando, / Arroyos de fruto al sol, / Trabajando en el campo / Como jugando, / Pájaro en vuelo. // Misterios de nido pobre, / Tientito enhebrando luz, / Boyerito sin culpa, / Flor de inocencia, / Sombra sin sombra. // Vientito de los caminos / Volando te vas, / Igual que los duraznillos / Que crecen por ahí nomás. / Soles de infancia, / Soles maduros, / Sos como un pasto más. // Con alas de mariposa, / Torcazas del monte azul, / Vas gastando los sueños / Día tras día, vida por vida. // Te hiciste montando en pelo / Y tu hombre se anticipó. / Un silencio que canta / Flor en tu pecho, / Mate de leche //.
Padre de muchos hijos, Hamlet, con Esther Pujadas compartió la formación del grupo Los Mandingas, y en ella sembró su simiente dando a luz a Ana Cecilia Lima, Silvia Esther Lima, Germán Jorge Lima y Mariano Ventura Lima. Luego, del amor de Hamlet con la antropóloga argentina Alcira Imazio, su segunda esposa, nació Felipe Ramón Lima. Y de su tercer matrimonio nacieron: Juan Martín Lima y Juan Cruz Lima.
La zamba La Amanecida fue musicalizada por Mario Arnedo Gallo, padre de Diego Arnedo, el músico de Divididos. Comienza diciendo: “Monte de soledad / Nos vamos bebiendo el día / Y un andar por la tierra salobre / De lágrimas perdidas // Ya no puedo decir / Que el viento es pan de horizonte / Ni acercar la mañana a mi boca / Labios carne de cobre”.
Hamlet aseguraba que “lo mejor del folklore es, desde luego, lo que está en los ranchos”, con pisos de tierra y en los boliches, que conoció en Saladillo. Allí, aprendió a montar a caballo, arrear el ganado, cosechar el maíz y el girasol, mientras se hacía amigo de la guitarra, disfrutaba los cuentos de fogón y conocía de cerca el mundo mágico y misterioso de las creencias populares.
El padre de Hamlet, Romero Ventura Lima, tenía raíces en San Antonio de Areco, cuna de la tradición. Y su madre, Leila Carmen Quintana, era descendiente de la “tribu de Coliqueo”, de raigambre mapuche. Su padre escribía poemas y se acompañaba con la guitarra, su madre tocaba el piano. De manera que la música y la poesía estuvieron en su vida desde la infancia.
Hamlet trabajó de oficinista, cobrador, vendedor de libros a domicilio y de relojes. Luego fue periodista, corresponsal de la Agencia United Press y redactor de la sección política del diario Clarín. Hasta que al fin se dedicó de lleno a lo que a él más le gustaba: escribir, cantar y recitar. A finales de los años ‘40 se había sumado a la compañía de Ariel Ramírez, para integrar después el grupo Los Musiqueros, junto a Antonio Rodríguez Villar, Chango Farías Gómez y Mario Arnedo Gallo. Con éste formó luego un dúo, que en 1955 se transformó en trío, con la incorporación de Raúl Cerrutti y finalmente fue solista, hasta que dejó de cantar.
A tal punto amó, Hamlet, a Saladillo que al morir quiso que sus cenizas fueran esparcidas en el arroyo Saladillo. En su “Antolobiografía” hace una explícita referencia a su vínculo con Saladillo: “Mi tía Maximina Coronel Quintana, nieta de la procedente tribu de Coliqueo, nació en Saladillo, provincia de Buenos Aires, lugar donde yo aprendí a caminar, el 29 de mayo de 1893. Allí creció, vivió y murió el 18 de noviembre de 1990, a los 97 años de edad. Ella fue curandera, discípula de Pancho Soler y de la Madre María, famosos curanderos, también de Saladillo.
En voz mapuche, como a ella le hubiera correspondido, sería la Machi que significa médico/a. En la mujer, generalmente es la más vieja, por lo que, además, se la considera sabia y tiene el respeto y reconocimiento de la tribu. Murió tomada de mi mano y con plena conciencia de su muerte. Ese mismo día, y en Saladillo, escribí el poema: ‘Más allá de la muerte de la Machi” (Segundo epílogo del libro “Callvucurá y su elogio de la tribu”).
Unos versos del poema de Lima Quintana en homenaje a su tía Maximina dicen: “Ella había amortajado a la abuela/ como aplacando la sed de algunos Coliqueos,/ Catrieles, Pincenes, o simplemente chusma/ que se agregaba un poco más al sur de los recuerdos. Pero ahora su paciente mortaja la aguardaba,/ se ponía de fiesta ante la fiesta azul de la perfecta tribu. / La Machi es la más sabia de todas las mujeres,/ la que tiene vejez en su bandera al viento/ como su corazón que viaja hasta casi los cien años. / La Machi es la que pone los collares de piedra en las gargantas, / la que da el exacto color de los vestidos,/ la que vierte en el aire el olor de las mañanas,/ la que da con un gesto el sentido de la vida/ y la que da el amor sin pedir nada. Ella entonces ponía su mortaja/ para que cada cual cumpliera su destino.”
Dedicado a Pedro Coronel, escribió Hamlet la “Milongueada por Pedro Coronel en Saladillo”, que en uno de sus versos decía: “Tenía una propuesta de guitarra, sangre adentro / que él apuraba el pulso, como una golondrina rumorosa / sobaba cueros mientras silbaba con apenas un hilito de viento. / Usaba tabaquera de piel del charo viejo, / calzaba su cuchillo que esgrimía seguro en el trabajo / carneaba un cordero, como haciendo un sacrificio religioso. / tocaba la guitarra en los boliches como farol de campo / y distribuía las canciones como quien da cartas de truco.”
Entre sus libros, resaltan “Callvucurá y su elogio de la tribu”, “Declaración de los bienes”, “Cuentos para no morir” y “Los estafados”, además de haber escrito la única biografía de su amigo Osvaldo Pugliese. Todas sus canciones están llenas de ternura y provocan emoción, porque nos tocan algún rincón del alma o nos identifican con algún momento de nuestras vidas. Podemos citar: “Homenaje a la tierra”, “Cantando un sueño”, “Triunfo de las salinas grandes”. “La cuatrereada”, “Canción para Carlos Alonso” y “Juanito Laguna remonta un barrilete”.
El cantante Enrique Llopis fue su gran admirador y amigo que compartió parte de su carrera, y hoy es uno de sus más grandes difusores. En 2010 escribió un emotivo libro “Crónica de un semejante, Un perfil de Hamlet Lima Quintana”, que incluye un CD “Cielito del amor”. Cuenta Llopis que Hamlet fue el primer gran artista que le dio una mano al iniciar su carrera, cuando llegó de Rosario a Buenos Aires.
El año pasado, en ocasión del centenario del nacimiento de Hamlet, se publicó el álbum doble, “Canciones para no morir”, 1 y 2, publicado sin fines de lucro. Incluye obras inéditas, musicalizadas para la ocasión y otras grabadas por primera vez gracias a partituras rescatadas por la familia de Hamlet.
Hamlet estaba convencido de que la ternura salvaría al mundo. Y en los versos de “Zamba para no morir” preanunció su eternidad: “Mi razón no pide piedad, se dispone a partir / No me asusta la muerte ritual / sólo dormir, verme borrar. / Una historia me recordará, siempre”.
Les dejamos dos versiones para disfrutar de la Zamba del Duraznillo:
Zamba del duraznillo, con letra de Hamlet Lima Quintana y música de Oscar Alem, por Mercedes Sosa.
Zamba del duraznillo, interpretada por Julio Lacarra y Mónica Abraham, en el disco La Pampa Verde, arreglado y dirigido por Tato Finocchi.