La idea de Plenta nació hace tres años, cuando Romina y su marido Julián se inscribieron en un curso de hidroponia porque tenían ganas de encarar una actividad consistente con lo que pensaban (y piensan) sobre la producción de alimentos y el futuro de las nuevas generaciones.
Romina explica que se decidieron por la hidroponia por diversos motivos: la posibilidad de hacerlo cerca o en la ciudad, porque emplea tecnologías que permiten producir alimentos de manera sostenible y permite acercar el campo y la producción primaria a la ciudad.
“De por sí el sistema hidropónico es un sistema más amigable con el medio ambiente y sustentable en cuanto a la utilización de los recursos naturales”, asegura. “Utiliza un 84% a 87% menos de agua que la agricultura tradicional porque el agua circula por un circuito cerrado, entonces no se pierde en el suelo; las plantas toman lo que precisan y el resto vuelve a las cisternas para luego ser recirculado nuevamente”.
“A la vez, si bien se utiliza más energía que en un sistema tradicional, usamos energía solar para activar el circuito de agua y devolver electricidad a la red en los momentos en que los paneles les sobra parte de lo que generan. Y al no cultivarse en suelo, no erosionamos ni contaminamos el mismo”, detalla.
La premisa, al momento de concretar un emprendimiento, era estar cerca de la ciudad y del consumidores para bajar las distancias de transporte, el uso de combustible y el tiempo desde cosecha hasta entrega para asegurar la calidad del producto.
Con 1000 metros cuadrados de superficie, el invernáculo donde producen verdura de hoja se reparte en cuatro variedades de lechuga (crespas, mantecosas, moradas y hojas de roble), espinaca chica para ensalada, dos variedades de rúcula y albahaca. Y están incursionando en algunas variedades más adaptadas a las necesidades de ciertos restaurante, como es el caso de acelgas tallo rojo para decoración, algunas aromáticas y en breve “microgreens” o brotes de diferentes tipos de plantas.
El invernáculo puede producir unas 4000 plantas de lechuga y unas 10.000 plantas de porte más pequeño, como la rúcula y la espinaca, entre otras. Aún no están al 100% de capacidad porque recién van por el tercer mes de producción y están haciendo ajustes, pero ya se preparan para el verano, donde se registra el mayor consumo estacional de verduras frescas.
Como sustrato usan espuma fenólica que aloja la semilla de los distintos cultivos y acompaña a la planta hasta el momento en que se cosecha, haciendo de sostén en las etapas iniciales y acumulando agua para los momentos en que no circula por el sistema. Al ser un sistema muy intensivo, resulta esencial el cuidado de la sanidad de los cultivos.
Para Romina, la hidroponía “es un método de producción que requiere de una inversión inicial más alta que a campo, pero los productos que se logran tienen algunas ventajas, como ser cosechados con raíz y, por lo tanto, la planta vive más tiempo y llega en mejor estado a los comercios y hogares; tienen además menos carga de fitosanitarios porque no están en el suelo compitiendo con malezas, y llegan limpios de tierra y restos vegetales”.
“A la vez hay que poner corazón y empuje porque requiere de muchas horas dentro del invernáculo, mucho tiempo dedicado a la producción, a la cosecha, a las entregas y a la venta. Para las plantas no hay feriados, ni sábados ni domingos”, añade.
Los clientes de Plenta van desde comercios frutihortícolas hasta restaurantes, pasando por distribuidores pequeños y clientes directos. Tal diversificación les permite atender distintas necesidades, porque no es lo mismo un comercio, que necesita productos que puedan mantener sus propiedades durante un tiempo determinado, que un restaurante, que precisa más que nada productos específicos para platos específicos en las distintas temporadas del año.
“Las necesidades del restaurante están más orientadas a la calidad, el sabor, el tamaño del producto que precisan para los platos que elaboran, mientras que el comercio precisa productos que sean atractivos para sus clientes, que logren una mayor vida útil en sus locales y que les permitan diferenciarse de la competencia”, comenta Romina.
Con respecto al comprador directo, la emprendedora dice que, además de ser cada vez más exigente, incorporó nuevos hábitos en los últimos tiempos. “El consumidor final es el segmento que más dinamismo ha traído con la pandemia, ya que los hábitos de compra cambiaron mucho y migraron en gran medida hacia las compras digitales y el ‘delivery’, así que se acostumbró a que gran parte de lo que consume le llegue a la casa en los horarios que mejor se adaptan a su nuevo ritmo de vida”, reflexiona.
“Hoy es enorme el público que compra por WhatsApp o por las páginas de venta de productos, lo cual implica un desafío grande para los emprendimientos chicos o nuevos, ya que eso requiere de infraestructura, organización, gestión administrativa y, sobre todo, constancia y capacidad de atención”, agrega.
Ahora bien, ¿qué pasa con los valores? Y sí: las verduras hidropónicas tienen un precio mayor a las que se cultivan con métodos tradicionales porque requieren de una inversión inicial más alta y un costo de producción más elevado. Según Romina, si bien parte de la demanda reconoce el valor agregado, el diferencial de precios no puede ser muy amplio porque la oferta de productos alternativos de buena calidad es alta.
-Uno de los posteos del Instagram de Plenta dice que “El cambio comienza con cada uno de nosotros”. ¿A qué se refiere concretamente?
-La idea es que pasemos de la palabra a la acción. Es pararse a pensar cuántas veces decimos que tenemos que cuidar el planeta, pero cuántas veces realmente hacemos algo al respecto. En nuestro caso, nos hemos dedicado durante más de veinte años a la agricultura. La mayoría de las empresas relacionadas al agro tienen dentro de sus objetivos “ayudar a alimentar al mundo” o “ayudar al productor a producir más y mejor, para alimentar a un mundo en crecimiento”.
-Así es…
-Claro, pero eso no ha resuelto el hambre y, además, está teniendo un gran impacto en el ambiente. Y no es una crítica porque es muy difícil cumplir con estos objetivos tan grandes, adaptarse a las nuevas tendencias, cumplir con las expectativas de los inversores, ser rentables y cuidar de nuestro planeta. Por eso decimos que el cambio empieza por nosotros. Por entender que las generaciones que vienen van a desafiar la forma en que producimos alimentos.
-¿Por ejemplo?
-Y… tal vez el modelo de país productor de granos para alimentar ganado en otro continente no es del todo sustentable, sobre todo a largo plazo. La huella de carbono de ese modelo es alta y la Argentina tiene alternativas que pueden ser mejoradoras, económicamente viables y que a su vez nos permitan alimentar a las generaciones futuras de una manera mucho más en sintonía con las nuevas tendencias.
-¿Todo eso los motiva?
-Sí. Poder demostrar que un sistema de producción de alimentos se puede integrar a la ciudad, que puede hacerse sin dañar el ambiente y que puede adaptarse a las exigencias del consumidor. Todo eso es, para nosotros, ayudar a andar el camino del cambio.