Dicen que durante la época de Rosas, cuando la Argentina era más ovejera que vacuna, se trajeron varios ejemplares de ovejas Merino Rambouillet para poblar la provincia de Buenos Aires. Esta raza, de origen español pero popularizada en Francia, era muy valorada por las clases altas europeas por su lana fina y hasta ha sido objeto de disputas diplomáticas.
Unos pocos años después de su desembarco en el país, en 1928, el abuelo de Matías Pérez Garderes decidió abrir su propia cabaña de Merino. La llamó La Argentina, fue el rodeo número 53 que tuvo el país, y es de las pocas cabañas antiguas que aún existen.
Esa es la historia que hay detrás de la oveja que Pérez Garderes llevó a la última Exposición Rural de Palermo, luego de 12 años sin participar en el evento. Es una historia de tradición familiar pero también de fuerte apuesta por la genética y el mejoramiento, con una pasión por la actividad sostenida por casi ya 100 años.
Ubicada en Alpachiri, un pueblo que está 135 kilómetros al sur de Santa Rosa, la capital pampeana, la cabaña La Nueva Argentina cuenta con unas 300 ovejas Poll Merino. Esta raza, que es una de las más antiguas en el mundo, es en realidad de origen australiano y también su tradición en el país se remonta a la época del abuelo de Matías.
Fue en 1936, recuerda él, cuando su familia decidió adquirir carneros de Australia, descendientes de los Rambouillet pero con un alto potencial para la zona. Esa es la línea de parentesco que han mantenido y que está expresada en los animales que hoy tiene en su campo.
En realidad, como su padre fue el único de la familia que decidió continuar con la cría de ovejas, tanto Matías como su hermano recibieron los animales que provenían del rodeo de su abuelo. Que su cabaña se llame La Nueva Argentina es también un homenaje a esa historia.
“Ojalá que mis hijos sigan con esta actividad”, expresó Matías, al repasar esa larga historia.
“Normalmente la oveja antigua tenía lanas muy apretadas y eran animales muy arrugados y muy difíciles de esquilar. Hoy, gracias a que se ha trabajado mucho en la selección, tenemos un Poll Merino lanero y carnicero”, explicó el criador de Poll Merino, que se diferencia de la Merino tradicional solo por la ausencia de cuernos.
Si bien él también se dedica a la ganadería bovina, la cuestión de la genética ovejera lo atrae bastante. En esa materia asesora a otro establecimiento y también trabaja en el suyo, pues lo que hace es traer semen, embriones y hasta animales en pie de Australia. La única condición, señala, es mantener siempre las líneas familiares para asegurar un tipo determinado de animal.
Además de la venta de lana, su establecimiento también lleva corderos para faena, muy vendidos sobre todo en el sur pampeano. En el caso de las corderas, las suelen criar y vender para ser madres.
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Pero Matías no fue el único que desembarcó en Palermo este año. Junto a su oveja, hubo también un ejemplar de Nicolás Pino, el presidente de la Sociedad Rural, y otro de un criador chubutense. Si de algo está seguro el criador es que no dejará pasar otros 12 años sin participar de la muestra.
“Había dejado de venir porque estaba solo y no tenía con quién competir, no era muy divertido. Ahora me entusiasmé y, aunque el año que viene esté solo voy a venir porque es un evento hermosísimo”, concluyó.