Pablo Fernández Cabodi forma parte de la quinta generación de molineros en su familia. El molino Cabodi, ubicado en el partido bonaerense de Rojas. es un caso muy particular, pues funciona desde mayo de 1853, cuando la Argentina apenas debutaba como República al consagrar su primera Constitución Nacional.
“En 2019 cumplimos 166 años. Nuestra empresa, de capitales 100% nacionales, es de las más antiguas de la Argentina. Todo se lo debemos a nuestro tatarabuelo, Don Sebastián Roques, un inmigrante francés que en ese momento no había implementado más que una tahona de piedra tirada por caballos, y hasta tuvo que introducir desde el sur de Santa Fe las semillas para cultivar trigo, debido a que en el norte bonaerense todavía no era un cultivo conocido”, relató a Bichos de Campo Pablo, que ejerce el cargo de director de Molinos Cabodi SA y administra la empresa junto a varios de sus primos y hermanos (en la foto, Pablo es el de la derecha).
La historia de su empresa, es para Pablo, “la historia de la Argentina y de la industria molinera. En nuestra familia se mezclan la sangre inmigrante italiana, francesa, española y criolla. Y además pasamos de la tracción a sangre y la tahona al motor de vapor, luego al motor diésel y finalmente a la fuerza motriz eléctrica”.
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“En 166 años pasamos crisis de todo tipo”, rememora Fernández Cabodi, que recordó anécdotas relatadas por su abuela, de los tiempos en que Rojas era todavía un puesto de avanzada contra los indios: “Durante la infancia de mi abuela todavía había malones y el molino familiar tenía a su alrededor una empalizada muy grande. Entonces, cuando se anunciaba el malón, todos los pobladores se refugiaban dentro de esa empalizada hasta que pudieran volver a salir con seguridad. Como esas hay muchas anécdotas”, contó Pablo.
En la actualidad, Molinos Cabodi es una empresa que, según su director, “trata de crecer con las vicisitudes económicas y con el esfuerzo de nuestros empleados. Gracias a ellos inauguramos una nueva planta de almacenamiento de harina de 800 toneladas e inauguramos recientemente unas oficinas comerciales en Buenos Aires. Pero toda nuestra producción y acopio de trigo está íntegramente en Rojas”.
En el molino trabajan unos 270 empleados que, de acuerdo a Pablo, “tienen un sentido de pertenencia que es fuera de lo común, y ese es nuestro mayor orgullo porque ellos son el verdadero valor más allá de cualquier activo”.
Fernández Cabodi agregó un dato: “El promedio de antigüedad de nuestros empleados es mayor a 25 años, y eso que en los últimos años incorporamos muchos jóvenes. Tenemos varios que incluso ya cumplieron 50 años en la empresa, y muchos pasaron el oficio de padres a hijos. La gran mayoría de los que ingresan, terminan jubilándose con nosotros. Creo que eso dice mucho de nuestro espíritu”.
Luego, el empresario remarcó que el molino familiar “figura entre las 4 empresas más importantes de la molinería argentina, llegamos a casi todo el país y dedicamos el 30% de nuestra producción a la exportación”.
En cuanto a su visión de la coyuntura actual, Fernández Cabodi expresó que “muchos empresarios de este sector son chicos, muchos componen empresas familiares y centenarias como la nuestra, implantadas en pueblos del interior donde cumplen no solo una función económica sino también social”.
En este sentido, el empresario explicó que “los dos grandes problemas del sector son la marginalidad, estimada en el 30%, y la capacidad instalada en la Argentina para molienda de trigo, que es prácticamente el doble que la demanda. Con la Federación Molinera (FAIM) se está haciendo foco en estos problemas, implementando por un lado controladores de molienda, tal como se hizo en la cadena de la carne, y próximamente se incorporará el remito electrónico para combatir la evasión que nos perjudica a todos. Y en cuanto al segundo problema, la salida es crecer con la exportación”.
“Argentina está en condiciones de pelearle el podio a Turquía (en el mercado internacional de harina) y no sólo vender trigo sino también productos de la primera y segunda transformación, como harinas, pastas y galletitas. Pero para eso debemos cambiar cosas. Tenemos 47 mercados abiertos para el trigo, pero sólo dos para exportar harinas”, remarcó.