Victoria Zorraquin es especialista en educación rural y trabajó junto al Gobierno anterior en el proyecto EscuelAgro, que buscaba tender puentes entre las escuelas y el sector productivo, para formar chicos con las habilidades que el mundo agroindustrial demanda.
“Es mucho lo que la educación rural puede aportar”, dijo Zorraquín, quien, a través de esa experiencia siempre buscó mostrar los casos de personas del agro, que, independientemente del nivel académico recibido, habían podido construirse un buen oficio. “Siempre recuerdo un señor de Misiones que, con sexto grado en su haber, inventó su propia cosechadora de té. Luego conocí mujeres que inventaron oficios, como por ejemplo, dos chicas que lograron dar seguimiento de semillas de una manera única. Está lleno de casos” de personas que logran encontrar un mejor modo de vida en el sector, describió Zorraquín.
Mirá la entrevista completa realizada a Victoria Zorraquín:
Para la especialista en educación rural, hay que entender que en el agro pueden hacerse cosas interesantes, pero para eso hay que llegar, primero, a los docentes. “Esto tiene que impactar de lleno en las carreras de formación docente”, analizó.
Advirtió además que el gran desafío es lograr una conectividad efectiva, no sólo en la escuela rural sino también en los parajes más alejados. “Creo que con conectividad eficiente, la escuela rural podría transformarse”, afirmó.
Según Zorraquín, “esta crisis nos demuestra que a los alumnos hay que salir a buscarlos, y en ese punto, los docentes de las escuelas rurales son muy perseverantes hacia sus alumnos. El mismo desafío se le plantea a la escuela urbana, donde los alumnos se pierden y se duermen pensando en otra cosa. Entonces los docentes deben provocar ese deseo de aprender. Con muy pocas herramientas, la escuela rural provoca el deseo de aprender, incluso pese a estar distanciada de los logros que se consideran en muchas escuelas urbanas”.
¿Y hay buenas escuelas rurales en Argentina? Zorraquín afirmó que “sí. Tenemos buenas escuelas. Lo que pasa es que los que gestionan la educación están muy inmersos en el ámbito urbano, y les cuenta entender las dimensiones que atraviesa la escuela rural”.
Zorraquín manifestó que “la discusión que se da es en torno a pensar que, quien vive en la ruralidad solo debe apuntar a tener un oficio o profesión que esté vinculada a la ruralidad, y yo no pienso eso. Creo que lo interesante es la mezcla; el agro necesita de todo tipo de profesiones pero que comprendan los ritmos del agro”.
Cuando preparaba cada edición de EscuelAgro, Zorraquín recordó sus conversaciones con muchos alumnos de secundarias agrarias, a los que preguntaba a qué se iban a dedicar cuando fueran grandes. “Me respondían que querían ser abogados, o maestras jardineras, o médicos. Con esto quiero decir que el agro necesita abogados, médicos y maestros que entiendan del agro y sus ritmos”, manifestó.
“No hay que pensar que un chico con botas embarradas, boina y una bombacha sucia esté alejado de la tecnología, porque en ese universo en donde él está trabajando hay genética, tecnología y agricultura de precisión”, afirmó Zorraquín.
A la hora de analizar si los chicos de la ciudad son educados para entender el fenómeno agropecuario y si se ven impulsados adquirir un oficio agropecuario si quisieran, Zorraquín cree que no. “Hicimos una experiencia de hacer una EscuelAgro en el Jardín Botánico. Ahí llevamos voces del agro y alumnos de escuelas técnicas orientadas a alimentos y fue fascinante el intercambio con los docentes. Es que hay muchos ciudadanos que piensan que la leche sale del sachet y no se dan cuenta toda la cadena increíble que hay ahí detrás”, evaluó.
“Siempre aliento a que continúen programas del tipo de EscuelAgro, porque descubrimos tantos casos de egresados de escuelas agrarias haciendo cosas fascinantes, viviendo en la ruralidad y no en el medio del campo, sino en parajes medianos o ciudades más chicas. El vivir cerca de otros no se contrapone con tener un oficio en el agro y querer mejorarlo”, concluyó la especialista.