Me lo dijo un colega y quizás tenga razón: “Se están equivocando de estrategia los dirigentes rurales que salen a putear por esto de las retenciones”. ¿Cómo? “Y sí -añadió- Si finalmente esto que hizo Alberto es lo que iba a hacer Macri, pero no hizo para no perder los votos del campo”. Luego razonó que los agropecuarios, más allá de las críticas de rigor por la falta de consenso, deberían orientar sus esfuerzos en desbaratar la próxima jugada del gobierno de Alberto Fernández en el Congreso. “Hay que salir a decir que con esta suba de retenciones el agro ya está haciendo un gran aporte, para así evitar que haya un manotazo mayor”, explicó.
Después del decreto que este sábado retocó varias retenciones a productos del campo, la sensación que queda flotando es que con Mauricio Macri el campo no pagaba retenciones y ahora que llegó Alberto le van a aplicar este impuesto confiscatorio. Nada que ver, falso. Además de que nunca cumplió con la rebaja prometida del tributo a la soja, Macri reimplantó en septiembre de 2018 este impuesto distorsivo para todos los productores de la economía. En el Presupuesto 2019, además, blanqueó que en el caso de los granos se podría establecer un derecho de hasta 12% en los cereales y de hasta 30% en el complejo sojero.
Hasta el viernes los productores venían sufriendo un descuento (25% en soja y 7% en otros granos) algo menos que esos topes, porque el papanatas de Nicolás Dujovne sacó de la galera en aquel momento el invento de los 3 y 4 pesos por dólar exportado, como tope adicional. Los productos agroindustriales y de las economías regionales pagaban la alícuota más barata. Los granos, la más alta. A la soja se le sumaba 18% fijo que nunca estuvo en discusión y que incluso el gobierno de Cambiemos pensaba estirar más allá de diciembre de 2020 en caso de ganar las elecciones que perdió.
Como desde entonces a esta fecha hubo terribles devaluaciones, la tasa porcentual cobrada a los productos agrícolas fue cayendo sin prisa y sin pausa. Hace un año esos 4 pesos arrancaron representando un 10/11% y ahora estaba apenas entre 6/7%. Por eso cuando cayó Dujovne y asumió en Economía Hernán Lacunza, una de sus primeras propuestas fue eliminar el tope de 3 y 4 pesos para volver a aplicar porcentajes, de modo de no perder la recaudación prevista. En ese momento, Macri estaba todavía convencido de que podía levantar cabeza luego de la aplastante derrota de las PASO y Luis Miguel Etchevehere, el titular de Agricultura, lo convenció de que sería esa una muy mala señal para sus votantes del sector agropecuario.
Todo volvió a fojas cero. Lacunza aceptó a regañadientes, pero hubiera aplicado este sinceramiento de las retenciones en caso de que Cambiermos hubiera triunfado.
Ahora fue Alberto quien comenzó a meter mano. ¿Qué hizo el nuevo gobierno? Eliminó el tope de 4 pesos por dólar (y entonces los granos pasarían a pagar el 12% establecido como máximo en el Presupuesto, con el 30% excepcional para la soja y sus derivados), creó una categoría especial de 9% (para colocar allí a las carnes, la leche en polvo y algunos productos de las economías regionales) y mantuvo una larga lista de productos (entre ellos las frutas y los productos más elaborados) tributando los devaluados 3 pesos por dólar, que equivalen a una retención efectiva de menos del 5%.
Es decir que en algunos casos la propuesta del albertismo es más favorable de la que pensaba aplicar Mauricio hace apenas un par de meses, y de la que desistió solamente por motivos electorales.
Por ejemplo, si Macri hubiera sincerado en porcentajes las retenciones originales, los delicados complejos frutícolas deberían pagar ahora más retenciones de las que estarían pagando si todo sigue como quedó ahora, con los 3 pesos por dólar. Lo mismo pasa con el olivo, la yerba mate, y muchas otras economías regionales.
En cambio, otros productos sí deben tributar más porque en el esquema actual. Es el caso de los productos que figuran en el Anexo 2 del decreto, para los cuales se estableció una retención de 9%. En algunos casos, como la carne vacuna, se venían pagando 3 pesos por dólar, con lo cual esto implica duplicar la presión fiscal sobre el sector. Lo mismo sucede con la leche en polvo, los productos de la pesca, algunos regionales como el maní y el arroz.
Mi amigo me pregunta en este punto si no sería buen negocio para los frigoríficos, luego de la bruta devaluación del peso y pensando en el récord de exportaciones que se registra en 2019, que las retenciones queden en el 9%, siendo que se estaban hablando de un posible aumento hasta el 15% y hasta de la imposición de retenciones mucho más elevadas para los cortes populares como el asado.
En el caso de los granos, que aportan el filón del dinero de las retenciones (solo la soja explica 75% de la recaudación), la pregunta que queda flotando es qué sucederá la semana que viene. Y es que el gobierno ya subió el tributo todo lo que podía subirlo sin pedirle nuevas autorizaciones especiales al Congreso, que es quien tiene potestad de definir en materia de impuestos. Pero se sabe que enviará una Ley de Emergencia Económica, mediante la cual podría ser autorizado a elevar todavía más estos tributos a la exportación, más allá de este retoque y de la eliminación de los 4 pesos.
En soja está latente la posibilidad de que se lleven las retenciones al 35% (5 puntos más que ahora y 10% más que en el esquema previo de los 4 pesos), como en el gobierno de Cristina. En maíz y trigo se hablaba de tasas de entre 15 y 20%, superiores al 12% que regiría ahora.
Me dijo mi colega: “¿No sería negocio para los ruralistas -en lugar de amenazas con medidas de fuerza y bravuconear con declaraciones altisonantes- salir a decirle a la sociedad que el agro acepta este nivel de retenciones, que este es su aporte para desterrar el hambre, y que ya no está en condiciones de poner más dinero del que se pone?” El lunes, el gobierno convocó a una runión del Comité contra el Hambre, en el que se esbozarían las estrategias que mucho tienen que ver con el aporte de los diferentes sectores. Horas antes habría una ruenión de la renovada Mesa de Enlace. Amerita pensar.
La verdad es que me dejó dudando mi colega. Y es que hasta ahora la suba de retenciones ha sido en concreto de 4/5 puntos en la mayoría de los productos, mientras que hay economías regionales que no sufrieron cambios y se mantienen (merced a los 3 pesos) en niveles muy bajos. Pero en definitiva, l con este esquema como está hasta aquí, la soja pagaba 25 y ahora pagaría 30%; los cereales pasaron de 6/7% a 12%; las carnes, de 5% a 9%. Era más o menos lo que quería hacer Macri,.
Si se pudiera discutir desapasionadamente con los legisladores, sería fácil demostrar que en estos niveles el aporte del agro es más que sustancioso (de unos 10.000 millones de dólares anuales), y que subir mucho más las alícuotas le pegaría a muchos productores -la inmensa mayoría- bajo la línea de flotación.
Me dijo mi colega: “Hay que tragarse este sapo, dejando en claro que las retenciones son un impuesto de mierda y que deben ser removidas con el tempo, pero mostrándose comprensivos con la estrategia de Alberto”.
En cambio, si creciera de tono la discusión, con amagues de protesta y reacciones airadas, el escenario más probable que es el peronismo logre con facilidad abroquelar a muchos legisladores y aprobar en el Congreso un aumento todavía mayor. Sería una pésima decisión en un gobierno que apenas comienza.