Gustavo Llobet es ingeniero agrónomo, docente de la Universidad Nacionald e Rosario (UNR) y adempas colabora en la administración de un campo bastante particular de Roldán, Santa Fe, a tan solo 25 kilómetros de Rosario. Al lado de la capital de la soja, allí se hace ganadería en base a los principios del método Voisin, que se basa en el pastoreo racional rotativo e intensivo, que permite el descanso de los pastizales. Sin la presión de la herbivoría, se supone que así se recupera la fertilidad de los suelos.
En ese campo, los años de la soja a buen precio y el abuso del cultivo de la oleaginosa , hicieron que los lotes se degradaran, empobrecimiento de la fertilidad y destruyendo de la estructura física de los suelos; con síntomas como compactación, planchado, etcétera.
“Se partió de una premisa falsa: que los suelos se recuperan dejando rastrojos en superficie, cuando lo que mantiene y eleva la fertilidad de los mismos son los exudados de las raíces de plantas vivas, los azúcares que desprenden y alimentan a la microflora subterránea. Todo con la fotosíntesis y energía del sol, que es gratuita”, destacó Llobet.
Junto a Ignacio Corominas, el dueño de ese campo semidegradado, Llobet decidió traer a la vaca como recuperadora. “Hay que partir del concepto de que toda la fertilidad de nuestros suelos se generó y formó con los herbívoros, que trabajando en manada, todas juntas, atemorizadas por los predadores, comen a fondo en el mismo lugar, que bostean y pisotean enterrando las semillas”, empezó una breve explicación de la ganadería regenerativa.
“Luego, una vez que comieron bien y bostearon el lugar, pasan a otro lado, porque no les gusta comer sobre su bosta. Y así van pasando de sector en sector para volver una vez que el olor a bosta ya se fue, los pastos están altos y regenerando el suelo”, explicó.
Aquí la entrevista completa con el agrónomo Gustavo Llobet:
“Tengamos en cuenta que las principales civilizaciones que estudiamos en la escuela, todas desertificaron los suelos”, planteó Llobet a Bichos de Campo. Explicó que esto tiene que ver con que el hombre civilizado lo primero que hace al llegar a un lugar es eliminar a los predadores naturales. Así los herbívoros se relajan y se dispersan por todo el campo, ejerciendo la presión de selección de pasturas. Eso termina empobreciendo los suelos. Ahora, según el docente, el boyero électrico reemplaza al anterior predador. Con el alambrado se vuelve a mantener a todas las vacas juntas como cuando estaban en manada y se recupera el efecto deseado: que coman y caminen en grupo compacto.
Llobet sostiene que bajo estos sistemas el pasto alcanzará y sobrará para sostener grandes rodeos vacunos, con mucha más capacidad de carga que en un planteo tradicional.
“Lo que tenemos que pensar es que esto conlleva tecnología de procesos, no requiere ni un insumo. Esto hace que la gente vuelva al campo, que haya gente trabajando con la naturaleza”, finalizó.