En el este de Bolivia hay una región de monte que pertenece al Departamento Santa Cruz, y que se la conoce como la Chiquitanía. En el corazón de ese bosque, el verde se mezcla con los pastizales y en su interior conviven muchos productores ganaderos. Uno de ellos es Gonzalo Aguirre, que decidió probar que se puede producir carne sin destruir lo que la naturaleza da, a contramano de lo que suele suceder en la región, donde según dice “el 95% de los productores desmonta”.
Lo encontramos en un encuentro organizado por la Fundación ProYungas, esa red que busca conectar a empresas y productores que trabajan en lo que llaman paisajes productivos protegidos. Entre ellos está Gonzalo, un joven ganadero que combina tradición, innovación y la convicción que la ganadería puede ser aliada de los bosques, no su enemiga.
“Yo soy un productor de Santa Cruz de la Sierra. Actualmente estamos en la propiedad Nueva Esperanza, en Concepción, en la Chiquitanía boliviana, donde tenemos una región muy próspera para poder producir ganado bovino”, contó. “Hacemos producción de carne con razas muy establecidas en la zona, como el Nelore, y además un cruzamiento industrial con Senepol y otras razas que mejoran la productividad”.
La zona que describe Gonzalo es boscosa, de monte cerrado y clima seco, una frontera viva entre el Chaco y la Amazonía. Allí, la mayoría de los productores tumban los árboles para ampliar sus pasturas. Él, en cambio, eligió otro camino.
“El manejo que tenemos es en el bosque. Metemos el ganado en el monte y trabajamos con el ramoneo”, explicó. “Este sistema nos permite aprovechar la región boscosa sin deforestar. Ser amigables con la naturaleza. Producir alimentos sin desmontar”.
En Bolivia, dice Gonzalo, la política dominante es la de la expansión. “Lamentablemente, hay una política de depredación de los bosques. Buscan tumbarlos para ampliar las pasturas. Estamos hablando del 95% de los productores”, se lamenta. “Nosotros tratamos de demostrar que es posible producir eficientemente conservando la naturaleza. Con un modelo que sea rentable, porque al productor le importa el bolsillo, pero también sostenible, que conserve el ambiente”.
Mirá la entrevista completa con Gonzalo Aguirre:
A diferencia de muchos discursos ambientales, el suyo está respaldado por números. En Nueva Esperanza, la producción es tan eficiente como la de los campos convencionales, y a veces más, pero sin quemas ni desmontes.
“Queremos prepararnos para una ampliación del mercado. En Bolivia todavía no hay un beneficio concreto para quienes producimos carne verde, pero queremos darle visibilidad a este modelo para llegar a mercados internacionales”, cuenta.
De hecho, Gonzalo ya piensa en el 2030, cuando la Unión Europea exigirá que todos los productos importados provengan de zonas libres de deforestación. “Ese es el objetivo. Bolivia podría quedar en offside porque el 95% de los predios no tienen ese manejo. Nosotros queremos mostrar que ese es el camino, y que además tiene réditos económicos”, explica.
Hace poco, su empresa participó de un encuentro Crea en Santa Cruz, donde presentaron indicadores productivos y económicos que sorprendieron. “Podemos demostrar que somos más eficientes que el 80% de los predios de la región, y además somos un predio PPP. Eso demuestra que se puede producir bien y conservando”.
El cambio cultural, dice, vendrá de la mano de la evidencia. “Hay que mostrar el trabajo que se hace, con números. Muchos productores nos miran de reojo y dicen: estos son unos hippies. Pero cuando mostramos los resultados, eso cambia”, asegura.
Gonzalo no busca confrontar. “Queremos llegar a todo el departamento, a todo el país. Porque no necesitamos dañar el medioambiente como lo hacen tan drásticamente. Peor ahora, con los incendios forestales. En la temporada seca se descontrola todo y eso también es una amenaza para nosotros”.
La carne que producen en Nueva Esperanza ya viaja a China, su principal destino, pero también llega a otros mercados: Asia, África y América Latina. “Tenemos mercados en Ecuador, Perú, Chile, Egipto. La demanda es enorme, pero todavía no podemos cubrirla. Queremos crecer y mejorar la calidad para llegar también a Europa, que hoy está abastecida por países como Brasil, pero hacia ahí apuntamos”, dice.
A pesar de su juventud, Gonzalo ya está al frente del establecimiento. Y cuando habla de su padre, el fundador de la empresa, se nota que su proyecto tiene raíces. “Mi padre fue quien estableció la empresa. Yo seguí su legado. Es importante combinar la experiencia de las generaciones anteriores con la innovación de las nuevas. Así podemos crecer más rápido”, reflexiona.
Y remata: “Con la experiencia y la tecnología podemos ser más productivos. Y hacerlo cuidando el monte. Porque se puede”.