Gerónimo Watson, director de Tecnología de Bioceres, está convencido de que los eventos transgénicos que la compañía argentina tiene en gatera para sacar al mercado, la soja HB4 y el trigo HB4 que ofrecen tolerancia al estrés hídrico o a una seca como la actual, serán herramientas de suma utilidad para los agricultores argentinos en este contexto de cambio climático.
¿Pero cuándo? fue la pregunta obligada. Pronto, muy pronto, se ilusiona Watson. Pero no arriesga fecha todavía. “La realidad es que este año impactó negativamente el tema del Covid en el tema regulatorio, porque varias agencias regulatorias dejaron de funcionar por varios meses”, explicó.
Hablamos con él a raíz de la nueva movida en la que se está embarcando la agricultura global y también la argentina: el mandato de la hora es comenzar a hacer cultivos que colaboren a morigerar el proceso de calentamiento global “capturando” una parte de los gases del efecto invernadero que emiten la propia agricultura y otras actividades económicas.
Capturar carbono. Esto se logra con buenos cultivos, vigorosos, y Watson afirma que los eventos HB4 serán muy oportunos para zonas agrícolas marginales donde la oferta de lluvias suele estar en los límites y jugar malas pasadas, generando inestabilidad en los rendimientos de los cultivos. Son esas zonas las que disponen de suelos de peor estructura, donde reconstruir la materia orgánica resulta casi un imperativo.
“En Bioceres tenemos soluciones y productos que abordan esta problemática desde diversos ángulos. Claramente la tecnología que estamos posicionando como ancla para decir esto es la HB4, que lo que hace es maximizar la fijación de carbono en condiciones de estrés hídrico, ya que puede dar un aumento de rendimientos que va de la mano de un aumento de carbono”, indicó el directivo de la compañía que desarrolló los primeros cultivos transgénicos nacionales.
Por supuesto que no será soplar y hacer botellas. Estos cultivos con “resistencia a la sequía”, como se les dice vulgarmente, no podrán capturar carbono si el combo no viene completo, con labranza cero, rotaciones adecuadas, cultivos de cobertura y otros etcéteras prioritarios en el nuevo modelo agrícola.
La soja HB4, desarrollada por la doctora Raquel Chan y un equipo del Conicet y la Universidad Nacional del Litoral, fue aprobada en octubre de 2015, pero su liberación comercial depende todavía de una aprobación posterior de China, principal cliente de la industria sojera local. Con el Covid, ahora se espera que ese trámite pueda ser logrado en 2021.
En el caso del trigo HB4, la autorización oficial todavía está en veremos, aunque las gestiones “muy avanzada”, según dijo Watson. Bioceres está muy atenta a que Brasil, principal cliente para el cereal de la Argentina, de su visto bueno, para evitar luego complicaciones comerciales.
Mirá la entrevista con Gerónimo Watson:
Watson recuerda que ya está bastante medido que, bien hechas las cosas sobre un lote agrícola, el modelo argentino puede llegar a capturar unos 1.500 kilos de dióxido de carbono en cada campaña. “Nuestra tecnología, al aumentar el rendimiento, hace que potencialmente pueda aumentar el secuestro de carbono”, insiste el director de Bioceres.
-¿Está medida la mejora de los rendimientos?
-La realidad es que ya estamos haciendo incremento de inventarios de semillas bajo un esquema de producción que tienen en cuenta todas estas cuestiones. En el caso del trigo estamos teniendo un año fantástico (para evaluar la tecnología, queda claro), con sequía particularmente en la provincia de Córdoba y el norte de Buenos Aires. Y si bien todavía es temprano, las diferencias son visuales y se ven diferencias bastante contundentes. La experiencia previa nos indica que los aumentos de rendimiento están en 15/20% cuando los rendimientos del trigo caen por debajo de las 2,5 o 3 toneladas/hectárea. Por encima de esos valores, el beneficio de la tecnología es menor.
-¿Y con la soja HB4?
-Para la soja los rendimientos están un poquito más abajo. Son entre un 10 y 15%, y eso lo tenemos demostrado con varios fondos genéticos, con muchas variedades. Por eso decía justamente que está tecnología será muy útil en los ambientes que son más frágiles, que es donde funciona mejor la tecnología. En esos ambientes marginales la brecha de rendimiento es mayor. Y es mayor porque la volatilidad climática hace que el productor tenga cierta aversión al riesgo y no aplique toda la tecnología disponible.
Watson dice que esto de los eventos HB4 es solo el principio. En la carrera de ver lo que la biotecnología moderna puede hacer para mejorar este proceso de captura de carbono, cuenta que ya hay varias empresas que están trabajando en ver cómo se mejora la fotosíntesis, a través de optimizar los sistema enzimáticos de fijación de dióxido de carbono.
Bioceres buscó una socia en Brasil para desregular allí su trigo resistente a la sequía
“Hay mucha ciencia alrededor de eso. Pero estamos ante procesos muy complejos que van a tardar un tiempo en llegar al campo”, aclara. Afirma que hay otras empresas que están tratando de eficientizar los modos en los que los microorganismos del suelo completan el proceso de captura de carbono. Parece literatura de ciencia ficción.
De todos modos, Watson no cree que la captura de carbono vaya a ser la panacea de la nueva agricultura, en los términos de ingresos económicos que esperan muchos otros actores del negocio.
Reflexiona: “Hay toda una tendencia a mirar el tema a que tienen que existir incentivos para transicionar hacia sistema que maximicen la fijación de carbono. Yo creo que, al contrario, va a haber penalidades para quien no haga agricultura de estas maneras”.