“Dejé la adrenalina de una empresa grande en un cajón, pero sigo en el campo, con unas hectáreas agrícolas donde puedo continuar en la actividad que amo, y también tengo más tiempo para Marcela, mi mujer, mis 5 hijos y mis 6 nietos”. Con estas palabras describía Gerardo Bartolomé lo que sentía cuando grabamos el capítulo 53 de El Podcast de tu vida (por entonces Oli-Nada-Garcas) a boca de jarro, pocos meses después de haberse retirado (el 31 de diciembre de 2022 dejó la presidencia) de la empresa que imaginó, fundó y vio crecer exponencialmente, y hoy puede disfrutar desde otro sitio, sabiendo que queda en buenas manos: un gran equipo y uno de sus hijos.
Nació el 27 de marzo de 1956 en Buenos Aires, se crió en San Isidro. Con apenas 26 años fundó “Asociados Don Mario”, un semillero que nació especializado en soja pero después fue creciendo en la paleta de productos así como fronteras afuera. Hoy Grupo Don Mario (GDM) es un semillero internacional.
Hoy, retirado de la presidencia activa de GDM es el presidente del directorio, interactúa mucho con “Nacho” su hijo, que es el CEO, y está colaborando con la sociedad “tratando de devolver algo de lo que recibí”. Juega al tenis, le gusta navegar con amigos y hacer asados.
Entre otras cosas, escribió un libro, “La soja y el agrónomo, vidas paralelas”, fue docente y presidente de ARPOV, la Asociación Argentina de Protección de las Obtenciones Vegetales. En esta linda charla que tuvimos los invito a conocer el camino de un emprendedor, un visionario, alguien que se animó.
¿Cómo vivió y sintió Gerardo toda esa evolución y crecimiento? ¿Qué jirones dejó en el camino? ¿Cómo se siente hoy ya retirado de la presidencia de la empresa? Además, claro, hablamos de música, comidas, viajes en el tiempo y hobbies. Pasen y lean…
-¿Cómo es tu día a día hoy? ¿En qué te cambió la vida después de dejar GDM?
-Es un buen tema en enero mi hijo Ignacio tomó la posta de liderazgo de GDM y dejé en un cajón la adrenalina que tenía de todos los días, de liderar una empresa de 1200 personas, varios territorios, varios cultivos, programas de mejoramiento. Contento. Yo conservé un campo en Chacabuco todo agrícola y alquilo campos en la zona, lo que esa actividad, que es de 7000 hectáreas me mantiene ligado a la agricultura, una actividad que amo profundamente. A su vez soy el accionista de GDM y presidente del directorio, con lo que tenemos una reunión cada 15 días. Y en lo personal, teniendo más tiempo con mi mujer Marcela, pudiendo salir a comer, jugar tenis, andar en barco. Ya estoy en fin de llenado del grano. Después viene la madurez y R8 que pasa la cosechadora.
-Bien, me gusta el paralelismo. Contame de tu infancia, ¿Qué te gustaba hacer de pibito?
-Nací en capital, pero me crié en San Isidro. Todavía tengo amigos de la infancia, del colegio. Jugaba al fútbol. En San Isidro el rugby es casi más popular que el fútbol. Jugué dos años en el CASI pero con la frustración de que no era buen jugador, no tuve chances.
-¿De qué jugabas?
-Trataba de jugar de apertura (se ríe).
-Bueno, tenés un parecido, un aire a Hugo Porta…
-Jajaj… nooo… me estás elogiando demasiado. Después empecé a jugar a la pelota a paleta. Lo jugué por 6-7 años. Una linda infancia. Con mis padres y cuatro hermanos, una mujer y tres varones. Con un hermano, Alejandro, que también es agrónomo, un año mayor que yo, mucha cercanía, estudiamos casi juntos.
-¿Qué hacían tus viejos?
-Mi madre ama de casa y mi padre trabajaba en comercio exterior. Una empresa que se llamaba Juan Antonio Bartolomé, mi hermano mayor Juan la siguió y la hizo crecer significativamente.
-¿Y el campo cómo surgió en tu vida? ¿Cuáles son tus primeros recuerdos con el campo?
-Nuestra familia no tenía vínculo con el agro. Pero un amigo mío, Pablo Güiraldes, tenía campo en San Antonio de Areco, ese era mi vínculo, pero siempre le tenía cariño a las plantas. Cuando empecé la facultad le pedí a mi madre de dar vuelta el jardín y sembrar pasto nuevo. Ese fue mi primer vínculo con el agro… si querés doméstico.
-Te hago dos en una, vinculada con el estudio, la agronomía. Viste que uno cuando decide estudiar una carrera lo hace por un supuesto, porque tiene algún pariente o conocido que hace tal cosa y uno se imagina haciendo eso. ¿La agronomía fue lo que imaginaste?
-Me sorprendió para bien. fisiología vegetal, edafología, me abrieron un mundo nuevo. Pero soy entusiasta, ansioso, emprendedor. Le tengo mucho cariño a la Universidad de Buenos Aires. Hace unos años se celebraron 200 años de la fundación de la UBA. Se premiaron a 200 egresados y tuve el honor de ser uno de esos en nombre de la FAUBA. Lo disfruté mucho.
-Y la otra pregunta es si tenías un plan B. El mío era profesor de educación física. Si no era periodismo era eso. ¿Vos tenías uno?
-Si, bien lejano porque siempre agronomía ganaba por varios cuerpos. Incluso en el colegio mi camada del colegio debe haber 8 médicos. Eso tal vez me motivaba.
-Tenías 26 años y estabas arrancando con Don Mario, ¿Qué viste vos cuando decidieron arrancar con el semillero? ¿Qué objetivos se trazaron?
-La historia fue así. Yo tenía de compañero de facultad a César Belloso. La madre de César tenía un campo de 50 hectáreas en Chacabuco y apenas terminamos la facultad me invitó a sembrar ese campo, que la madre nos lo alquilaba. Había un tercer agrónomo, Daniel Canova, que luego se fue a Rosario. Esa actividad nos conectó mucho, nos metimos de lleno en la soja. compramos libros americanos sobre soja porque acá no era popular como allá. Y ese fue nuestro primer enamoramiento con la soja. Al año siguiente agrandamos el negocio. Una especie de un pool de siembra. La diferencia es que armamos un grupo de seis donde cada uno puso capital y con eso empezamos a trabajar. Éramos César, mi hermano Alejandro, yo y tres inversores más. Eso fue 1982.
-¿Y cómo empiezan a hacer semillas?
-Con el tiempo fuimos creciendo en lo productivo y en 1985 viendo que había poca oferta de variedades en Argentina decidimos conectarnos con empresas americanas, introducir algunas variedades y vimos que en el grupo IV de madurez, para la zona de Chacabuco tenía un potencial muy alto. Y eso nos motivó a hacer mejoramiento vegetal en soja.
-¿Y ustedes en ese momento qué veían en la soja? Porque había muy pocas hectáreas de soja en Argentina.
-En los 80 si mal no recuerdo no había más de 3 millones de hectáreas. Era un cultivo desconocido y con muchos desafíos técnicos. Junto con César aplicamos a un puesto de ayudante de trabajos prácticos en la UBA y estuvimos dos o tres años y nos dieron la responsabilidad de redactar el capítulo soja. Pensá que tendríamos 27 años. Era una gran responsabilidad.
-¿Cuál creés que es la clave de tu éxito? No me refiero al de la empresa, sino a vos, a emprender, animarse…
-Hubo momentos buenos, pero también muy duros. Empezamos en Capital, no nos conocía nadie, éramos jóvenes. Yo te diría que la profesionalidad, la vocación de estudiar y conocer a fondo sobre lo que hablábamos, el foco, ser especialistas en soja, aunque después nos abrimos a otros cultivos. La humildad para aprender de otros, escuchar. Y el esfuerzo, dedicarle horas de trabajo. Y todo se cierra con la pasión por la agronomía y la soja.
-¿Si te digo soja que es lo que se te viene a la cabeza?
-Alimento para los animales y el ser humano. Está asociado a proteína y aceite. También biocombustibles. Otro tema que después, trabajando con un profesor italiano, que se llama Stefano Mancusso, que habla de que las plantas tienen sensibilidad un sistema nervioso descentralizado. Le cortás una rama a un árbol y rebrota. Eso también siento. Por eso el libro que escribí con analogía entre el periodo reproductivo y la vida de las personas.
-Bueno, decís del libro, uno dice, tener un hijo, plantar un árbol y tener un escribir un libro. ¿por qué o para qué escribiste “La soja y el agrónomo, vidas paralelas”?
-Dejar el mensaje de ver la analogía entre las plantas y el ser humano. Las plantas son las fuentes de vida del planeta. La analogía con los estadíos reproductivos de la soja es: R2, la floración, que coincide para mí con los 20 años de una persona, donde todo es efervescencia y potencia; hasta llegar a R7 con el inicio de la madurez y R8 que es la década de los 80s para el ser humano, el fin de la madurez de la soja y pasa la cosechadora.
-Hablás también en el libro del rol del agrónomo. Te quiero preguntar por tu familia, tu mujer y tus hijos. ¿qué es para vos la familia y cómo apuntalaron ellos tu trabajo?
-Marcela, siempre lo digo, es el sostén y protagonista en el éxito de la compañía porque siempre me acompañó. Apenas nos casamos nos fuimos a vivir a Chacabuco, ella de zona norte, no estaba vinculada con el campo. Y nos fuimos para allá sin teléfono, sin internet, vivíamos en las afueras, y me acompañó. Sin dudarlo. Y mis hijos, Sofía, casada, cuatro chicos, estudió diseño de indumentaria en la UBA; después Ignacio, también casado con dos hijos, y estudió administración de sistemas en el ITBA; Josefina que es diseñadora gráfica; Lucía que estudió comunicación; Y Ani que la más chica y se dedica a la gastronomía.
-Te pregunté por tu familia, porque los agrónomos están de un lado para otro, la vida en el campo y la familia tiene que bancar esa movida. ¿Cómo pudiste balancear entre la profesión, el crecimiento de la empresa y la familia?
-Hay épocas que los días son largos, la cosecha, pero hacía el esfuerzo para estar a la noche en casa, poder participar de los actos que podía. En retrospectiva veo que podría haber dedicado más tiempo a la familia, pero ellos me entendieron y me entienden.
-Y ahora sos un abuelo joven para meterle con todo a los nietos.
-Si, la revancha con los nietos.
-Quiero preguntarte por qué opinás sobre la grieta que hay campo-ciudad… o campo con algunos de la ciudad, los oligarcas, etc…
-Creo que hay mucha hipocresía en esto. Se desconoce mucho qué se hace en el campo. Yo los invitaría a recorrer el interior productivo, la sustentabilidad es un bastión muy importante. Creo es por desconocimiento que se habla mal. Hoy es una locura la oportunidad que tiene Argentina de producir alimentos y se está perjudicando. No entiendo esa posición de anti-campo.
-Bueno llegamos al pin-pong de El podcast de tu vida, lo primero tiene que ver con si tenés algún hobbie, ¿Cómo despejás tu cabeza?
-Fundamentalmente, llego a casa, hablo con Marcela si coincidimos, hablamos del día, los chicos, la actividad familiar. Ese es mi primer cable a tierra. Me gusta leer mucho todavía el diario en papel. Hay veces que la ayudo a Marcela con la cocina. Me gustan los asados, pero cocino algo básico pero cocino. Alguna serie y algo de tele y a la cama. Los fines de semana juego al tenis, salimos en un barco que tenemos con dos amigos, un crucero de madera viejo del año 56, justo el año que nací. Los domingos el asado es sagrado y el que puede venir sabe que se prende el fuego.
-¿Hablando de asados, hay algún corte que tengas que se tu caballito de batalla?
-Dos. Matambrito de cerdo y un lomo que lo hago con mostaza, azúcar y sal. Sale una costra increíble.
-Juguemos con la máquina del tiempo. El famoso auto de Volver al Futuro. ¿Qué te dirías a vos mismo cuando tenías 18-19? ¿Qué le dirías a ese muchacho?
-Nunca lo pensé. Pero no cambiaría mucho de lo que hice. Fui afortunado en la vida con mis padres y mis hermanos, Marcela, mis hijos. Hice la actividad que me gustaba. Disfruto de crear puestos de trabajo, armar equipos de trabajo. Quizás darle un poco más de tiempo a la familia.
-¿Tu ciudad favorita de las que hayas conocido?
-Tengo dos. San Isidro, donde me crié. Y Chacabuco lo disfruto mucho.
-¿Y un lugar que te gustaría conocer y por qué?
-China, tal vez.
-¿Alguna serie, libro o película que te haya gustado y recomendarías?
-Dos series, “Peaky Blinders” y “Breaking Bad”.
-¿Qué superpoder te gustaría tener y por qué, o para qué?
-Generar riqueza y poder derramarla en nuestra gente más marginada de Argentina. Y que tengamos una sociedad más justa en un país excepcional. Más oportunidades para la gente humilde.
-Te dejan volver el tiempo atrás. ¿A dónde volverías y por qué?
-Al 24 de agosto de 1984, que fue el día de nuestro casamiento con Marcela. Que es la gestora de todo lo lindo que me ha pasado.
-Bien, me gusta. Bueno, llegamos al final. ¿Qué tema musical elegís para cerrar esta charla?
-Tengo varios, porque otro de los hobbies es escuchar música. Ahora con Spotify puedo acceder a todo. Uno que me gusta mucho es Simply Red, un conjunto británico. Otro viejo que se llama como el pan, Bread. Si puedo elegir, “Holding back the years”, de Simply Red.