Gabriela Yurkiv es licenciada en Administración Rural con posgrado en calidad de mieles de abeja. Pertenece a la Fundación Mujeres Apícolas del Chaco que, entre otras cosas, se dedica a rescatar enjambres en peligro: hasta ahora llevan salvados alrededor de 30 enjambres de Apis mellifera y 15 de abejas nativas sin aguijón.
“La intención fue unirnos como mujeres que se dedicaban a la actividad y de esa manera contribuir a la protección de las abejas, de otros insectos polinizadores y fomentar el consumo de miel y otros productos de la colmena”, arranca Gabriela. “También queremos incluir a jóvenes para alentarlos a cuidar el ambiente y a que se interesen por la actividad, a mujeres en condiciones de vulnerabilidad y a los pueblos originarios”.
La Fundación, de la cual también participan varones, tiene presencia en Resistencia, Barranqueras, Villa Ángela y Buenos Aires. Están encarando el proyecto de un apiario demostrativo y productivo destinado a prácticas apícolas, monitoreo, visitas guiadas y, también, a la producción de material vivo (núcleos y reinas) y de subproductos de la colmena.
“Queremos que el apiario sea modelo para el desarrollo de eventos, visitas guiadas e investigaciones que permitan a la comunidad, instituciones y entidades públicas o privadas conocer de cerca el potencial de la zona la producción de miel, material vivo y su diversificación”, describe. “También nos permitirá generar ingresos y acompañar a quienes hayan cumplido un periodo de entrenamiento adecuado para la atención de las abejas para iniciarse en la actividad apícola. En relación a las abejas nativas sin aguijón (ANSA) estamos aprendiendo sobre ellas porque es otro mundo”.
El tema de los rescates de abejas comenzó porque desde la Fundación empezaron a pedir que no se las queme y que no se destruyan enjambres: “Como ya nos conocen fueron llegando avisos de boca en boca de donde había un enjambre y comenzamos a ir a rescatarlos”, explica Gabriela.
“Queremos crear conciencia de la protección de las abejas, que las personas sepan que si no se las molesta no aguijonean, que hay que cuidarlas para proteger el ambiente y que sin abejas no hay polinización y por ende no hay alimentos”, declama.
En Resistencia ya los bomberos tienen los datos de contacto de las personas que integran la Fundación, pero como muchas veces les llegan pedidos de rescates del interior que no pueden cubrir por la distancia, la idea es que los apicultores de toda la Provincia se sumen a la iniciativa de los rescates.
“Es fundamental la capacitación para personal de entidades como municipalidades, unidades sanitarias, defensa civil, bomberos, departamentos de policía, operarios de las empresas de luz y agua, encargados de cementerios, jardineros, directivos de escuelas, iglesias, encargados de fábricas o edificios abandonados y público en general para que cuando encuentren un enjambre puedan rescatarlo o que no los destruyan”, enfatiza.
Hay un tema nuevo y es que las abejas están cambiando sus “preferencias inmobiliarias”: su hábitat natural siempre fueron troncos huecos de árboles en montes o zonas selváticas, pero hoy están siendo expulsadas a las ciudades.
La gran paradoja es que los grandes enjambres que se trasladan encuentran una vida más sana en las ciudades que en las zonas de cultivos arrasadas por las aplicaciones de fitosanitarios, los desmontes y el avance de la agricultura extensiva.
“En las ciudades encuentran otras opciones para su alimentación, no en abundancia pero atractiva y continua, como flores de jardines, plazas, parques, escuelas y distintos alimentos dulces que atraen a las abejas”, destaca Gabriela. “Las abejas no son plaga, por lo tanto no hay que eliminarlas”.
La especialista remarca que también hay aplicaciones de fitosanitarios en las ciudades, cuando se fumigan hogares, instituciones y espacios para “control de plagas” y que muchas veces las personas que llevan a cabo esta actividad desconocen del mundo de las abejas y que en realidad no es un control sino la eliminación de estas especies tan necesarias.
“Por eso no sólo podemos verlas saliendo de árboles en las veredas o en los jardines, sino también de lugares tan cercanos como las mismas casas, ubicadas en techos, ventanas, en el hueco de una pared, postes de luz, conductos de agua, de ventilación, dentro de algún mueble en desuso, en tanques para agua vacíos, en parrillas, dentro de chimeneas, en el hueco entre cielo raso y techo y en huecos de lápidas en cementerios”, enumera Gabriela.
“No es extraño ver también que las abejas sean visitantes asiduas de panaderías y fruterías donde transitan adultos mayores y niños, los más vulnerables ante una situación de agresividad”.
Estudios recientes alertaron que alrededor del 90% de la población de abejas desapareció en los últimos años y que Argentina pierde un 34% de colmenas por año, cifra que nos coloca en el quinto país de América Latina en mortandad de abejas.
“En 2018, en Córdoba murieron 72 millones de abejas, así que ante este panorama, el cambio climático y la falta de flora cumplen un papel muy perjudicial”, advierte Gabriela.
“Tengamos en cuenta que aproximadamente entre el 60 y el 80% de los alimentos que consumimos necesitan de la ayuda de los agentes polinizadores como las abejas, así que si su población disminuye, la biodiversidad también lo hará y esto puede afectar a otras especies”.
“Este año se suma la pérdida de colmenas por incendios en los campos debido a la extrema sequía que atravesamos en la Provincia”, alerta.
En resumen: Las abejas son sumamente importantes en la polinización de los cultivos y sin ellas no hay cultivos, no hay alimentos… y no hay vida. Hay que ir a su rescate.