Manuel Jaramillo, director general de Fundación Vida Silvestre Argentina, compartió con Bichos de Campo este artículo tras los incendios que se registraron diez días atrás en las cercanías de El Bolsón y Lago Puelo, Chubut.
Nuestros antepasados comenzaron a dominar el fuego hace más de 1,7 millones de años. Este fue el primer gran paso de la humanidad en el control de la naturaleza y en la dominancia de la especie humada, sobre las demás especies de vida silvestre del planeta. Este dominio, como ocurre siempre, fue en desmedro de los más débiles. Especies animales y vegetales, procesos ecológicos, ambientes, paisajes quedaron atrás al compás del aumento de la población humana, el incremento de sus recursos tecnológicos y económicos y su nivel de consumo. El fuego fue, y en algunos casos sigue siendo, un recurso para calentarnos, protegernos, cazar y cocinar, malear metales, combatir enemigos y habilitar áreas para la instalación de cultivos.
Aunque el fuego puede ser una herramienta de manejo y, en algún caso, funcional para mantener las dinámicas ecológicas en algunos ambientes, el mismo debe ser controlado. Cada quema que no se realiza de manera apropiada, respetando las prescripciones técnicas y climáticas y bajo la supervisión de personal calificado, puede transformarse en un incendio. Si no existe una adecuada capacidad de respuesta temprana ese incendio puede quedar fuera de control y, si no ha habido suficiente inversión en prevención – principalmente disminuyendo la carga de combustible y su continuidad-, el incendio fuera de control puede ser una real tragedia ambiental, social y económica como la que estamos viendo en estos días.
El cambio climático, originado en parte por el carbono liberado a la atmósfera por los incendios forestales, la deforestación y la quema de combustibles fósiles, promueve la persistencia de un clima más cálido y seco. A nivel global se estima que el 75% de los incendios son causados por la actividad humana de manera intencional, o por negligencias que permiten que las quemas se trasformen en incendios. Argentina no escapa a este análisis global, con escasas erupciones volcánicas y dónde la incidencia de tormentas eléctricas es menor, se estima que ese porcentaje puede llegar al 90-95%.
Año tras año son noticia los incendios forestales que acumulan cientos de miles de hectáreas abrazadas por el fuego. Esto ocurre a la vez que miles de bomberos voluntarios y brigadistas de todo el país luchan con templanza, y muchas veces con pocos recursos, para evitar y controlar estos incendios. Los registros oficiales dan cuenta de muchos focos ígneos detectados que no llegan a ser incendios de amplitud, gracias al esfuerzo de estos hombres y mujeres.
En las últimas semanas hemos sido testigos de lo que puede catalogarse como una de las peores tragedias vinculadas a incendios forestales en nuestro país, luego de la muerte de 25 bomberos de Puerto Madryn el 21 de Enero de 1994. Precisamente también en Chubut hemos tenido el peor incendio de interfase que se haya registrado en el país, con cientos de viviendas destruidas, perdidas de suministro eléctrico y de agua potable y el fallecimiento de dos personas. Todo esto cómo parte de una crónica anunciada en base a diferentes factores que pudieron evitarse y que cuentan con claros responsables en su implementación.
Los recientes incendios de la Patagonia son parte de una dinámica recurrente, tristemente común a fines del verano cuando la acumulación de materia seca llega a su máxima expresión. En primer lugar la falta de un adecuado Ordenamiento Ambiental del Territorio ha llevado a una inadecuada configuración del paisaje urbano y rural; sumado a ello la escasa planificación urbana y la carencia de medidas tendientes a reducir el riesgo de incendios de interface ha sido un factor agravante. La ocupación espontanea e informal en algunas áreas recientemente quemadas ha expuesto también a un sector de la población a condiciones inaceptables de riesgo por incendios de interfase. Sin adecuadas medidas de prevención (como la disminución de la carga y continuidad del combustible; la revisión del estado de los tendidos eléctricos; la disfunción y concientización a la población local) será cada vez más difícil evitar que catástrofes de esta envergadura se repitan año a año.
En la zona recientemente incendiada en la Patagonia se suma otro factor que agrava la situación, la introducción de especies exóticas invasoras hace algo más de 40 años, principalmente diversas especies de pinos que, ante la falta de manejo apropiado se han asilvestrado y colonizado diferentes espacios. Estas especies, sin poda ni raleos han también contribuido significativamente a la conectividad vertical que propicio los incendios de copa que tornaron los incendios incontrolables.
Es sumamente importante determinar si el fuego inició de manera intencional o se debió a negligencias en el desarrollo de actividades humanas. En cualquier caso la identificación y sanción de los responsables debe ser urgente y ejemplar. No obstante eso no exculpa a los responsables políticos e institucionales que por omisión de varios de los puntos arriba mencionados, son también participes necesarios de este desafortunado desenlace.
Apagadas las llamas es momento de la reconstrucción, para lo cual el estado y la sociedad civil deben estar presentes. No solo colaborando con los damnificados y recuperando la infraestructura, sino también restaurando los bosques nativos ya que el artículo 40 de la Ley 26.331 de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos, indica que corresponde a la Autoridad de Aplicación de la jurisdicción respectiva la realización de tareas para la recuperación y restauración de los bosques nativos que hayan sido afectados por incendios o por otros eventos naturales o antrópicos que los hubieren degradado.
Es momento de actuar, de asumir responsabilidades y corregir errores. Si no lo hacemos seguiremos siendo todos responsables de los próximos incendios forestales en nuestro país y de sus devastadoras consecuencias para la naturaleza y las personas. A diferencia del paradigma inicial de que buscaba controlar y dominar la naturaleza, hoy necesitamos conservarla y restaurarla: Si no logramos comprender que somos parte de la naturaleza y que de ella depende nuestra subsistencia, no habremos aprendido nada en todos estos años.