Fernando Fredy Fleita es un pequeño productor agropecuario de Colonia Tres de Abril, una pequeña localidad de 5.000 habitantes ubicada a unos 20 kilómetros al noreste de la ciudad de Bella Vista, y que recién hace cuatro años pasó a ser municipio. Sus padres son campesinos y viven cerca, en su chacra de 20 hectáreas. Ellos le dieron 4 hectáreas a Fredy para que empezara su propio emprendimiento. Todo sucede en Corrientes. A solo 6 kilómetros de las costas del río Paraná.
Con su esposa, Marisa Romero, Fredy fue comprando lotes vecinos y hoy tiene 30 hectáreas. Tienen tres hijos varones, uno ya recibido de ingeniero agrónomo que da clases en dos escuelas agropecuarias, y los otros dos estudian en Corrientes capital, uno veterinaria y el otro agronomía. La zona es de muchos pequeños productores como él, de 20 a 30 hectáreas, y algunos grandes que se dedican a la forestación, la ganadería o la producción de arroz.
En su chacra, Fredy tiene 3 hectáreas destinadas a cítricos, 24 hectáreas a criar unos 40 vacunos, 2 cerdos, 30 gallinas, y finalmente dedica 3 hectáreas a los cultivos de chacra o “cementera”, palabra que refiere a plantas rústicas, que necesitan poca agua y por lo tanto, poco riego y mano de obra, como batata, mandioca, maíz amarillo -el que se aprovecha para cocinar el tradicional plato de “mbaipí”-, zapallo, maní, porotos, habillas –que es el poroto manteca- y algunas verduras. También tiene algunas colmenas.
Él estudió en la escuela agrotécnica de Bella Vista y luego trabajó para INCUPO, institución que le dio la posibilidad de estudiar agroecología a distancia, desde una universidad de España. Por eso hoy toda su producción es agroecológica.
Cuenta Fredy que la pandemia los había complicado. Luego, la falta de gasoil, sumado a la inflación con la suba de los costos que no se pueden trasladar a los precios de venta. En el último verano tuvieron muchos días de altas temperaturas, de hasta 40 grados, con escasas precipitaciones, por lo que se secaron las pasturas y se perdieron muchos cultivos. Pero tuvo la buena suerte de que no lo alcanzaron los incendios. Explica que las plantas, a modo de defensa, para conservar su poca agua, van descartando sus hojas con el afán de salvar sus frutos. Pero cuando persiste la sequía, las frutas no alcanzan su máximo crecimiento, sino que quedan pequeñitas y no se pueden vender.
Sigue explicando Fernando que los pequeños productores, al bajar las napas, no podían sacar agua de sus pozos ni para su consumo familiar. Es que, como están en una zona que normalmente es de abundante agua, los pozos apenas llegan a los 25 o 30 metros de profundidad. Actualmente están perforando más abajo sus pozos, pero eso les cuesta caro, y muchos vienen perdiendo sus cosechas y no está fácil acceder a un crédito. Necesitan mucha ayuda.
“Las instituciones del Estado repartieron algunos rollos de forraje y los políticos prometieron subsidios que llegaron a una minoría. Unos pocos productores tuvieron buena suerte y recibieron ayudas de 150.000 hasta de 300.000 pesos. Y usted sabe que una golondrina, no hace verano… También ofrecieron líneas de créditos a tasas bajas, pero muchos productores no pueden cumplir con los requisitos de los papeleos”, dice.
Detalla Fredy que son pocos los productores que han logrado instalar riego por goteo y comprar bombas de mayor capacidad de extracción de agua. Para colmo se han ido quemando las cortinas de árboles que protegían a los cítricos de los vientos. Aclara que también ofician de cortinas los cultivos de maíz, de sorgo, de caña de azúcar, que además se aprovechan luego como forraje para los animales.
Comenta: “A fines de febrero pasado habíamos sembrado los cultivos de cementera, pero al no haber lluvias, tuvimos pocos rindes y llegamos sin reservas de forraje para alimentar a los animales en invierno. Y ahora tenemos que volver a sembrar la cementera, cuya mejor época de siembra es de mediados de septiembre a mediados de octubre, pero venimos arrastrando la ‘seca’, con algunos chaparrones. Y el pronóstico para el próximo verano es que la ‘seca’ va a continuar”.
“En Bella Vista hay 3 fábricas de jugos y de aceite, que -cuenta Fredy- venían comprando menos cítricos a causa de los bloqueos por la guerra de Ucrania. Dos de ellas habían cerrado por las complicaciones del gasoil y aprovecharon para hacer reformas. Ahora hay dos funcionando”.
Para resistir a semejante debacle, relata Fredy que se unieron entre 11 familias campesinas y crearon una feria agroecológica a la que llamaron “De las 3 colonias”, porque incluye a productores de las cercanas El Progreso y Desmochado. Funciona en dos lugares que les brindó la municipalidad de Bella Vista: uno en la terraza de la terminal y el otro en la plaza Mitre de esa ciudad. Se realiza los sábados de 7:00 a 14:00.
Detalla: “Cada productor lleva sus verduras, hortalizas, huevos, cerdos, corderos, gallinas, patos, todos congelados, enteros o trozados, porque en la feria no se puede manipular. En Bella Vista hemos logrado que salga una ordenanza municipal que nos obliga a controlar el agua, la brucelosis y demás. Cada familia se compromete bajo declaración jurada a producir según protocolos y criterios de seguridad alimentaria y a trabajar en grupo, visitándose unos a otros. Cada productor debe tener su carnet sanitario y concurrir a las capacitaciones. Se creó un Consejo integrado por los productores, el INTA, la Subsecretaría de Agricultura Familiar, los Municipios, la Universidad y los consumidores. Hay además, una comisión ecologista de consumidores, y el Consejo siempre está abierto a que se sumen más instituciones”.
“Menos mal que en la feria, tenemos buena demanda, debido a que vendemos productos frescos, sanos y a precios más bajos que los supermercados. Ahora la mayoría quiere comprar huevos caseros de gallinas pastoriles, que tienen una yema más amarilla. A éstos los cobramos más caros, pero a pesar de eso, la gente los prefiere. También prefieren nuestros quesos, leche y miel”.
“Creo que la pandemia ayudó a que la gente se volcara hacia los productos agroecológicos y que tomara más conciencia”, asegura este productor que la pelea a diario, y continúa: “Desde el año pasado bajó mucho la producción, por la sequía. Fue muy difícil abastecer de verduras a la feria”.
Fredy cuenta que los jóvenes no quieren trabajar en los campos de su región, sino que prefieren, por ejemplo, ir a trabajar a los tambos de Santa Fe. Dice que los campesinos siguen resistiendo, mientras que sólo un 20% de la población continúa viviendo en el campo.
No es la primera crisis a la que se enfrentan este tipo de campesinos. Fredy recuerda que él producía de todo en la época de Menem, pero en los ’90 cayeron todos los productos regionales. La mayoría de los que quedaron hoy produce limón, si bien Bella Vista es llamada capital nacional de la naranja y ahora le sumó un agregado culposo “de la Diversidad”. Señala que entró en crisis el algodón y la caña de azúcar y lamenta que ya no pudo crecer más, ni comprar más tierras.
Pero Fredy y su señora no pierden la esperanza de que en algún momento su pago y en definitiva, su país, mejore. Y que mejoren las políticas en favor de los productores. Mientras tanto, seguirán luchando para que sus hijos no se vayan sino que puedan seguir viviendo y trabajando en su propia tierra.
Fredy y Marisa nos despidieron con un chamamé de Pedro Mendoza, “A Bella Vista”, por Ernesto Montiel y su Cuarteto Santa Ana.