Por Jeremías Drobot (@JereDrobot).-
La menor importancia que se le daba al girasol cuando todos los granos tenían retenciones se debía a que no había forma de que compita con los márgenes que arrojaba la soja, sobre todo en la región pampeana. Pero -ya sin la carga de ese tributo- hoy el girasol vive un renacer y ha ganado importancia en las pampas. Según nuestro entrevistado del servicio técnico de Syngenta: “En el sur de Buenos Aires es más fácil llegar a los 3.300 kilos por hectárea de girasol que de soja, con los híbridos actuales”, señala el agrónomo Francisco Ciucci.
El técnico cuenta que en los últimos años además se ha mejorado mucho el rinde, la sanidad y el porcentaje de grasa de los granos. “Este último factor es algo sobre lo que se ha trabajado mucho y se ha llegado hasta el 52%. El productor obtiene bonificaciones por el nivel al que llegue y le permite cubrir muchos costos. La evolución de la genética desde hace cinco años atrás ha sido formidable”, señala Francisco. Y agrega: “Antes el productor destinaba el girasol a los lotes malos, pero ahora cambió esta mentalidad y busca que el cultivo exprese el máximo potencial”.
En cuanto a las zonas girasoleras argentinas, se pueden identificar claramente tres núcleos productivos.
Uno está en el NEA, dentro del Chaco y el norte de Santa Fe, donde se utilizan materiales con alta estabilidad y resistencia a ciertos hongos, como la roya negra y el “downy mildew”, y no se siembran ciclos cortos porque se acota demasiado la floración (momento que se define rinde) y queda muy escueto el tiempo de necesidad de agua, con resulta arriesgado.
Otra zona productiva es el centro del país, la zona que abarca el oeste de Buenos Aires, La Pampa y sur de Córdoba. Allí se buscan materiales con mayor potencial productivo que en el norte y ya se empieza a marcar el porcentaje de grasa y el rinde.
Por último, la zona sur de Buenos Aires es la más apropiada del país para el girasol, con altas marcas en cuanto a rinde y contenido de grasa. Allí se pueden utilizar tanto híbridos de ciclo largo como de ciclo corto.
En la última campaña se sembraron 1.750.000 hectáreas con la oleaginosa, pero según el técnico especialista en el cultivo “hay mucho por crecer, sobre todo en la zona sur de Buenos Aires. Siempre y cuando la soja siga siendo menos rentable con las retenciones actuales”.
Las adversidades que mantienen en vilo al girasol son fundamentalmente las malezas, las palomas y cotorras, y algunos hongos. Para las malezas existe la tecnología “Clearfield”. Se trata de híbridos resistentes al Clearsol, un herbicida de amplio espectro con poder residual. Luego de la siembra puede aplicarse este herbicida que se activa con el agua y la idea es que funcione hasta que el cultivo logre cubrir el surco y ya no existan riesgos de que las malas hierbas consuman recursos.
“Siempre debe realizarse un buen barbecho para que este plan tenga éxito”, aconseja el técnico. Esta tecnología no es tan nueva, tiene ya diez años en el mercado, pero hoy en día se volvió de gran importancia por la gran cantidad de malezas resistentes. En el sur de Buenos Aires ya se siembra un 90% del total girasolero con estos híbridos CL.
En cuanto a las plagas de aves, en el sur de Buenos Aires preocupa bastante la paloma. “Tampoco es que lleve al productor a dejar de sembrar”, dice Ciucci. En La Pampa los ataques han sido importantes. Pero los criadores han ido seleccionando materiales que “escondan” bien el capítulo una vez maduro, para minimizar el daño por las torcazas.
Por último, cabe mencionar que en el mercado existen dos tipos de híbridos de girasol, según el nivel de ácido graso que posean. Están los tradicionales con mayor proporción de ácido linolénico y los “alto oleico”, con mayor contenido de este último. Serán las demandas del mercado las que marquen la decisión del productor en cuanto a qué híbrido a elegir.