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Flamante ingeniero agrónomo, Manuel Rubio trabaja como investigador en Francia, y mientras aquí se degrada al INTA él agradece a la UBA que le permitió andar sin nada que envidiar del “Primer Mundo”

Esteban “El Colorado” López por Esteban “El Colorado” López
13 julio, 2025

Manuel Rubio (32), siendo hijo del reconocido actor y humorista Luis Rubio, explica que su madre estudió “de grande” y se recibió de psicóloga, después de haber criado a sus hijos, en 2010. Unos años después, él decidió estudiar la carrera de Agronomía. De ahí nos surge la primera curiosidad: de dónde le vino esa vocación sin tener antecedentes familiares, ya que además sus padres parecen ser netamente “citadinos”. 

Otra curiosidad sería cómo le fue en los años de facultad hasta recibirse. Hoy, Manuel reside y trabaja en Francia como investigador en cuestiones agronómicas, desde el año 2021. Por lo que nos generó más curiosidad es saber si sufre el desarraigo y si piensa en regresar, cuando acá muchos jóvenes están pensando en irse. Fue así que, por vía telefónica, lo entrevistamos.

-¿De dónde pensás que te puede haber nacido la vocación por la agronomía?

-No lo tengo muy claro. Mi abuelo materno era un apasionado de las plantas y siempre tenía muy lindo su jardín. Mi madre, en eso es igual a mi abuelo, porque tiene tuvo huerta y su jardín, y ama tanto a las plantas que siempre mantiene todo de modo espléndido, y es increíble cómo es capaz de revivirlas. Somos oriundos de Rosario, pero cuando vivíamos allá, como mis padres, pero sobre todo mamá, querían tener algo de tierra y de verde, compraron una casa de fin de semana en Roldán. Después nos mudamos a Buenos Aires a causa del trabajo de papá, pero ellos siguen yendo a la quinta los fines de semana que pueden, adonde mamá tiene su cable a tierra.

-¿Cómo llegaste a definirte por la agronomía?  

-Estudié en una escuela de Buenos Aires, donde aprendí a programar computadoras y al final elegí la especialización en tecnología. Al tener que decidirme por una carrera universitaria, ni se me ocurrió pensar en algo referente a lo rural. Me anoté en Economía, pero al año abandoné, porque no me gustaba como salida laboral. En eso conocí a un chico que estudiaba Agronomía en la UBA y me contó que estaba en la parte de botánica, haciendo prácticas concretas. Eso me atrajo mucho y entonces me anoté en esa misma facultad.

-¿Te costó estudiar la carrera sin tener referencias rurales más que los jardines de tu madre y de tu abuelo?

-Al principio me costaba porque yo no tenía ninguna experiencia de campo y varias veces pensé en abandonar. Yo no conocía ni la palabra zaranda, y la mayoría de mis compañeros se había criado arriba de un tractor. Pero después me di cuenta de que mi posición podría llegar a ser una ventaja, al descubrir que, por venir desde afuera del sector rural, podría aportar una visión más amplia o ser más crítico. De modo que lo que en mí parecía un defecto, podría llegar a ser una virtud. Después descubrí que no era el único, y no me sentí tan solo. 

-¿Hoy te dedicás a la investigación, por casualidad o porque te apasiona esa rama de las ciencias agronómicas?

-Siempre fui muy curioso y hasta hoy todo me llama la atención y me interesa. Me doy cuenta de que pude haber estudiado historia o filosofía, ya que esos temas también me apasionan. Y lo que más me gustó de la agronomía fue la parte de biología, lo vegetal, la fisiología, porque me interesa ir al fondo del conocimiento de las cosas, para saber cómo son y cómo funcionan. Después, me puso muy contento saber que un agrónomo puede trabajar como investigador, que no es necesario ser biólogo para investigar estos temas. 

-¿Cuándo te recibiste de ingeniero y cómo fueron tus comienzos?

-Una compañera de Facultad, Ángela Garrote, me insistió que nos postuláramos a una beca para estudiar en España. Nos la otorgaron y viajamos en 2019 a una ciudad universitaria cercana a Vigo, en Galicia. Le agradezco a mi amiga porque pude experimentar vivir afuera y quedé con ganas de volver. Porque a fines de 2020 regresé a Argentina, me recibí y mi primer trabajo fue en la semillera Klein, en la localidad de Alberdi, provincia de Buenos Aires, donde empecé con variedades de trigo.

-¿Cómo se te dio lo de viajar a Francia?

-Pedí una beca para hacer un máster en analítica de datos agronómicos, en la Universidad de UniLaSalle, y me la otorgaron en septiembre de 2021. Viajé a Francia y residí en Ruan, la ciudad de Juana de Arco, a una hora de París, en la región de Normandía. En marzo de 2023 terminé el máster y conseguí trabajo en el instituto técnico-agrícola de investigación Arvalis de Francia, financiado en parte por los productores agrícolas y en parte por el Estado. Es inmenso, cuenta con filiales en todo el país, pero yo investigo en la sede ubicada en el conurbano de París, cerquita de Villiers le Bâcle, si bien estamos en constante diálogo con todos los investigadores. Y vivo en Vitry Sur Seine, a una hora y cuarto de allí, en tren y colectivo, pero tengo la suerte de tener que ir sólo tres veces por semana. 

-Contanos cómo es tu ambiente laboral. 

-Integro un equipo de 6 a 7 personas, que investiga sobre variedades y genética y trata de hacer síntesis anuales sobre las variedades que se trabajan en Francia, o sobre algunas que aún no están ni comercializadas. Además, trabajo sobre proyectos europeos, principalmente en cereales como trigo de invierno, que es el que más se trabaja, además de maíz, cebada, algo de colza y algo de papa. Todos los años se publica una síntesis con los resultados de las investigaciones, al servicio de los productores para que sepan qué hacer. Acá tenemos una parcela de 15 hectáreas dedicadas a la investigación, con producciones intensivas, y como mi trabajo es más de oficina, me hace bien salir a recorrer los cultivos. En Francia no hay grandes extensiones de campos, como en Argentina. Son todas parcelas pequeñas, y el país está plagado de pueblitos.

-¿Qué características tiene la investigación allá?  

-En Argentina, la investigación es general y teórica, para conocimiento público. En cambio, en Francia está segmentada en dos tipos: una investigación fundamental, de teoría por la teoría pura. La otra es investigación aplicada, que es lo que yo hago acá, no tan profunda pero enfocada a resolver algo puntual y práctico, menos exhaustiva o compleja. Investigamos, por ejemplo, sobre: ¿por qué les fue tan mal en la cosecha pasada? O, por ejemplo, para resolver algo urgente. Pero la investigación tiene un plus muy interesante, cual es que de pronto descubrimos algo que no estábamos buscando, que no era el objeto de la misma. 

-¿Qué más nos podés contar acerca de cómo investigan?

-Planificamos a 10 años, por ejemplo, sobre todo para pronosticar cómo será el sistema productivo en función del cambio climático. Todos los estudios que yo hago acá, lo tienen en cuenta, porque está teniendo mucha incidencia y pareciera que no fuera a mitigarse. Yo creo que el presidente Milei lo niega por razones económicas. En mi caso, trabajo en un proyecto en el que intentamos clasificar los agroalimentos de Francia, de acuerdo a zonas agroclimáticas que tienen una serie de indicadores. Las mismas están agrupadas por la geografía, y a veces cambia mucho la recomendación de los cultivos a causa del régimen hídrico o por una radiación solar en tal período, etcétera. 

-¿Qué puesto ocupás en Arvalis? ¿Te recibieron bien, tus compañeros? 

-Acá no me tomaron para trabajar de agrónomo sino como ingeniero en investigación y desarrollo, y en mi equipo soy un referente en desarrollo informático. No publico artículos míos sino que difundo los de otros, de modo extensivo. Si bien estoy mucho en la oficina, ayudo a mis compañeros en los cultivos, tractoreo, curo semillas, y eso me divierte. En Francia se trabajan 7 horas diarias, por ley, son exigentes en puntualidad como en Suiza o Alemania. Cuando vine a Europa dudaba de mi nivel universitario, y ya en España resultó que mi formación era superior. Y una vez en Francia, noté que tenemos un nivel por encima de la media. Acá las carreras son cortas para que después hagas una especialización. En cambio, en la UBA ves todo en profundidad y gratis. Hoy valoro que la educación de mi país me dio todo. 

-Hablanos de las diferencias culturales que hallaste.

-Para organizar una reunión de amigos tenés que programarla con 15 días de anticipación. Acá es raro que la gente se abrace, llegás al trabajo y saludás de lejos. Extraño el trato con la gente, incluso reírme como allá. Mi papá es el tipo que más me hace reír en el mundo. Aunque el otro día, ya logré cebar mate a cinco compañeros franceses, pero dulce. Mi jefe es muy piola y curioso por saber de otras culturas, y me trae yerba La Merced, pero si yo compro prefiero Playadito. Acá conseguís yerbas de Brasil, Paraguay, Uruguay y todas cuestan casi lo mismo.  

-¿En el tema laboral? 

-Si te quedás sin trabajo, pasás a cobrar una ayuda social y hay un organismo estatal que te ayuda a conseguir uno nuevo. Acá podés ahorrar y viajar, porque los aviones son accesibles, más baratos que los trenes de alta velocidad, hay promociones. Hace poco fui a Alicante a visitar a un amigo, agrónomo, argentino. La carne vacuna es cara, se come poco, y el pescado es más caro.  

-Contanos sobre tu corazón, tus sentimientos.

-Apenas llegué al país me enamoré de una francesa muy especial, Ana, con la que ya convivo, queremos tener hijos y me gusta que compartimos el mate amargo; ella toma más que yo y ya me trata de “vos”. Soñamos con vivir alternando entre su país y el mío, porque mis padres invirtieron en una finca con olivos y vides en Catamarca, que hoy asesoro a distancia, y cuando puedo visitarlos. A mi madre le tira tanto su pasión por la tierra y las plantas que está pensando en dedicarse casi de de lleno al emprendimiento agrícola, y me gustaría acompañarla más de cerca. 

La mejor jugada de Eber Ludueña: Luis Rubio, el actor y humorista detrás del rústico futbolista, se lanzó con familia y amigos a cultivar vides y olivos en Tinogasta

-¿Cómo ves a la Argentina?

-Me preocupa la situación del país, tengo muchos amigos que están muy mal y no veo buen futuro para las Pymes. La idea es montar un hospedaje y apostar al turismo en la finca de Tinogasta, pero el año pasado muchos se fueron a Brasil y se estima que este año se irán al Caribe. Menos mal que nuestra finca familiar es productiva, porque hacemos vino y aceite de oliva, y sería mi desafío hacerla crecer en esa parte. Paradójicamente extraño el caos de mi país, a la vida tan controlada de acá. Y aunque en este país la materia prima sea de primera calidad, no hay como nuestras milanesas argentinas. Tal vez sea por todo eso que muchos queramos volver. 

Manuel Rubio eligió dedicarnos la pieza instrumental “Donde quiera que estés”, de y por Quique Sinesi junto a Carlos “Negro” Aguirre.

Etiquetas: agrónomosarvalis de franciafacultad de agronomíaFranciaintainvestigación agronomicaluis rubiomanuel rubrioUBA
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Comentarios 1

  1. Tomas Vera says:
    4 horas hace

    Buenas tardes Manuel!!! Te mando un fuerte abrazo desde Argentina, tú país al q extraña y te extraña. Especializarte lo más q puedas q por aquí una vez q pasé está “tormenta” te vamos a necesitar y mucho. Un fuerte abrazo y no pierdas tus sueños y ganas q otra Argentina es posible

    Responder

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