Todos los 18 de marzo se celebra en la Argentina el Día del Ruralista. Lo decidió, a partir de 1986, Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) con el objetivo de homenajear a quienes trabajan en las instituciones vinculadas al agro, haciendo gremialismo para defender a sus pares.
Viene bien entonces recrear la historia de uno de los dirigentes rurales de más extensa trayectoria en las filas de CRA, quien hasta hace pocos meses formaba parte del secretariado nacional de esa entidad en representación de los productores de la Patagonia. De Fermín del Papa estamos hablando. Con él nos encontramos hace pocas semanas en la exposición rural de Comodoro Rivadavia. Y repasamos su historia y el sentido de ser ruralista.
-¿Vos no eras de la Patagonia sino que llegaste?
-No soy de la Patagonia. Soy de un pueblo de la provincia de Buenos Aires, 25 de mayo. Y soy de una familia humilde. Vine a la Patagonia que con un 4L (en referencia a un Renault 4) que unos amigos me habían conseguido. Erta 1971 y yo tenía en ese momento 21 años.
Mirá la entrevista a Fermín del Papa:
Fermín contó que aquella aventura surgió porque “tenía que ir para un lado o para el otro buscándome la vida, y salí para la Patagonia en un auto que me había comprado pero todavía había que pagarlo”.
“Yo llegó a Puerto Deseado, a las 23,30 de la noche del día de mi cumpleaños en el año 1971. Puerto Deseado tenia solo 3.500 habitantes. Y en una esquina había de la gente que estaba en un comedor, jugando al cacho y al truco. Golpee la puerta al comedor, y el señor con un repasador me hace una seña y me dice que por el costado. Luego me dice: “Buenas noches, ¿qué es lo que necesita?” Le digo: “Mire, el reloj es de plástico, el coche lo debo y tengo ganas de dormir y de comer”. El señor mi mira y me contesta: “Los hippies han avanzado”. En ese momento yo tenía el pelo largo.
Lo cierto es que más allá de esa chanza, en Puerto Deseado le dieron al joven del Papa comida y un lugar donde dormir, y con el tiempo se hizo amigo entrañable de aquellos que lo habían recibido con tanto afecto. Todavía recuerda el menú de su cumpleaños cuando lograba la mayoría de edad: una sopa minestrone primero y después una carne al horno.
“¡Pero cómo come usted!”, celebró el del restaurante, antes de preguntarle si además no quería probar un pingüino. ¿Un pingüino?, se sorprendió Fermín con susto. Pero era una jarrita con un buen vino para acompañar la comida nomás.
La anécdota, casi de película, confirma que la Patagonia es una tierra llena de oportunidades, donde la poca gente que la puebla suele construir lazos de confianza y solidaridad de modo permanente y desinteresado.
“Hay una cultura patagónica. Lo que soy se lo debo a la Patagonia, se lo debo a los productores patagónicos. Por eso nunca me fui de acá”, dice del Papa, que con el correr de los años se convirtió no solo en un importante dirigente rural de aquella región sino también en un importante proveedor de insumos veterinarios para los productores ovejeros.
-¿Como arrancaste en el ruralismo?
-Llegado el momento, yo había hecho dinero, había podido hacerle a mis padres una casa, me iban muy bien las cosas. Había viajado l exterior, premiado por un laboratorio. Y bueno, en un momento teníamos que estar en CRA, pero no había dinero acá en la Patagonia para mandar un delegados. Por eso me ofrecí y ahí comencé a hacer esto.
Fermín del Papa hace 48 años que integra la Federación de Instituciones Agropecuaria de Santa Cruz (FIAS), fue presidente de una rural de base en la provincia, y permaneció más de 25 años integrando el consejo directivo de CRA en representación de los que alguna vez le dieron cobijo y oportunidad en las lejanas tierras sureñas, tanto que hoy es dueño de su propio laboratorio de productos veterinarios. Es el dirigente que ha permanecido mayor tiempo en ese consejo, durante trece mandatos.
-¿Y qué es para vos el ruralismo?
-Para mí es el gremialismo rural, especialmente acá, es una pasión. Si esto no se hace por pasión no se podría hacer, porque no se cobra un sueldo para nada. Incluso yo estuve representando a CRA en el Banco Nación y tampoco nunca cobré nada.
-Se necesita mucha pasión para representar las voces que muchas veces en Buenos Aires no se escuchan demasiado. Ese debe ser el gran desafío del dirigente patagónico.
–Claro. Ahora la comunicación es mucho mayor. O sea es un poquito más fácil hacerse entender, en ese momento nos era muy difícil hablar con un secretario de Agricultura o un ministro. A veces teníamos que esperar tres meses. Ahora es distinto, por vinculación y todo eso llegamos a ser atendidos mucho más rápido. Yo creo que las cosas cambiaron, pero la Patagonia sigue siendo eso, una familia.
Fermín insiste con esa idea: “Es algo muy lindo: a mí lo que me pasó fue que me siento familiar de un montón de gente que no son familia mía. Y así el cariño que me brindaron traté de devolvérselo. No sé si lo hice, por lo menos me mantuve tratando de hacerlo”.
Pero a ese esfuerzo, la tarea gremial no deparó grandes resultados. “Cuando llegue a la Patagonia era totalmente distinto. Había 5 millones y millones de cabezas (ovinas) en Santa Cruz, y hoy en día son 2 millones. O sea, hay muchos altibajos y es difícil hacer comprender a nivel nacional las necesidades de acá. Tenés vientos de 80 a 120 kilómetros, y lo poco que te puede llover son de 150 a 200 milímetros en la meseta central”.
-Y me imagino las distancias.
-Te cuento una anécdota. Yo era presidente de una Rural que estaba a 220 kilómetros de acá (Comodoro Rivadavia). Peor día por medio iba. Salía a las 12 del mediodía y a las 17 iba a tomar unos mates con los ganaderos día de por medio. Luego seguía a Comandante Luis Piedrabuena, otros 200 kilómetros más. Desde acá salís y te parece que es una acelerada. Y no es así. Los caminos han cambiado, porque antes eran desastrosos.
-¿Y alguna vez probaste el pingüino al final?
-No, pingüino no comí nunca, pero de las jarritas me he tomado muchas y siempre con buenos amigos.