Si Manuel Belgrano estuviese vivo en la actualidad, sería un ferviente crítico de la política económica del gobierno de Alberto Fernández, pues, tal como se advierte en su obra, fue siempre un defensor del desarrollo del sector agropecuario y de la libertad de comercio.
Un artículo elaborado por los profesores de Historia Económica de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba, Roberto Varo y Luis A. Coria, explica que Belgrano tenía conceptos muy claros y precisos –adelantados para su época– sobre la determinación de los precios y la importancia de la oferta y la demanda.
“Ninguna cosa tiene su valor real, ni efectivo en sí mismo, sólo tiene el que nosotros le queremos dar; y éste se liga precisamente a la necesidad que tengamos de ella; a los medios de satisfacer esta inclinación; a los deseos de lograrla y a su escasez y abundancia”, señala Belgrano en uno de sus escritos.
Es decir: sabía muy bien que el libre comercio entre las personas era la clave para determinar el valor de las cosas y, por lo tanto, permitir crear los incentivos para realizar una adecuada asignación de los recursos.
Belgrano consideraba que la agricultura “es la madre fecunda que proporciona todas las materias primeras que dan movimiento a las artes y al comercio” y agrega que “si la riqueza de todos los hombres tiene origen en la de los hombres del campo, y si el aumento general de los bienes de la tierra hace a todos más ricos, es de interés del que quiere proporcionar la felicidad del país, que los misterios que lo facilitan se manifiesten a todas las gentes ocupadas en el cultivo de las tierras y que el defecto de la ignorancia, tan fácil de corregir, no impida el adelantamiento de la riqueza”.
El prócer argentino consideraba que el comercio resultaba de importancia vital para el desarrollo de la actividad agropecuaria. Y remarcaba que el valor de la producción crecía cuando se removían los obstáculos al comercio, entre los cuales incluía la falta de libertad para comerciar, de infraestructura y de educación y capacitación.
“Los productos de las cosechas exceden en los años regulares en mucho al consumo de los habitantes, con que no buscando en otra parte su venta, serán perjudiciales a este país y vendrá a suceder la carestía en lugar de la abundancia (como vimos pocos años ha), por una razón muy obvia, cual es, de que ninguno quiere encontrar pérdidas en lugar de ganancias; no habiendo consumo, el labrador [que] se halla en este caso, abandona, por consiguiente , el cultivo, y véase aquí la escasez indispensablemente. Es pues, precisa la extracción, y ésta toca al comerciante, que por este medio suple la falta de consumidores, dando valor a todas las producciones, adquiriendo ganancias para sí y proporcionándolas al labrador”, señala el prócer.
Belgrano comprendía muy bien que, al intervenir o desincentivar el libre comercio, la pérdida de incentivos económicos contribuía a destruir la inversión en el sector productivo y eso, con el tiempo, terminaba generando una menor oferta que derivaba en una destrucción de riqueza y prosperidad.
Además, tenía una visión integral de la economía, porque argumentaba que la industria, junto a la agricultura y el comercio, “son las tres fuentes universales de la riqueza”.
“¡Labradores, que con vuestros afanes y sudores proporcionáis a la sociedad precisa subsistencia, los frutos de regalo, y las materias primeras para proveer lo necesario al Estado! ¡Artistas, vosotros que dando una nueva forma a las producciones de la naturaleza, sabéis acomodarla para los usos diferentes a que corresponden, y les añadís un nuevo valor con que enriquecéis al Estado, y aumentáis su prosperidad! ¡Comerciantes, que con vuestra actividad agitáis el cambio así interior como exteriormente, y por vuestro medio se fomenta la agricultura e industria, y el Estado recibelas utilidades con qué poder atender a sus necesidades y urgencias!”, describe Belgrano.
Y en otro documento manifiesta “¿cuáles serían los objetos de comercio sin la agricultura? ¿Acaso las manufacturas? Y éstas ¿a quién deben sus materias primeras? ¿No es la agricultura quien se la suministra? Sí, señores, ella es la matriz de las artes, y del comercio, y así como un infante sin la leche de la nodriza no puede mantenerse ni caminar por grados a la edad adulta, así también, ni las artes ni el comercio pueden mantenerse sin la agricultura, ni llegar al grado de mayor perfección”.
Belgrano, además de contar con una enorme valentía y sentido de la ética pública, contaba con un gran sentido común y facilidad para explicar los fundamentos de la organización social, algo que, más de doscientos años después de su fallecimiento, algunos no tienen tan claro.
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