Federico Quiroga es un joven ganadero de General Lavalle, plena cuenca del Salado, que apuesta por la productividad del campo pero siempre con la premisa de la conservación del medio ambiente. Lo considera toda una apuesta al futuro.
“Cuidamos el pastizal natural sin recurrir en la medida de los posible a promociones de glifosato, controlando las plantas exóticas como las festuca o la acacia negra y favoreciendo al tala, que es el árbol de la zona. La intención es hacer una ganadería por ambientes entendiendo su fragilidad”, explicó Federico a Bichos de Campo.
Su establecimiento es de 1.700 hectáreas de “suelos clases, 6,7, medio frágiles no aptos para la agricultura y estoy en una parte complicada porque la zona hace miles de años era mar. Tengo la mitad del campo bien de arcilla, inundable, con 400 hectáreas de cañadones, y en la otra mitad un suelo nuevo, con poca materia orgánica. En una mitad el campo es inundable y en la otra sufrimos sequía”.
Allí tiene un rodeo de 800 vacas Hereford con una carga moderada de 0,6/0,7 por hectárea, una preñez cercana al 90% y un destete que, dependiendo del año, ronda de 75% a 80%. Además de producir terneros, hace la recría para venderlos con más pesos e incrementar la facturación.
A modo de ejemplo de cómo maneja el pasto contó: “tenemos 400 hectáreas de cañadones, alrededor de los cuales hay bajos salinos. La idea no es sobrepastorear esos bajos o dejarlo cubierto en verano que es cuando le pega el sol y suben las sales”.
Para él, los bajos “no son desperdicio sino refugio de aves y de servicios ecosistémicos que todavía no se pueden poner en valor, pero hay iniciativas para que sí se pueda a futuro hacerlo. Si te gusta la conservación tendrán un valor intrínseco y a su vez tendrán un valor real en el mercado de bonos de carbono, como purificación de agua y en cuanto a su biodiversidad. Lo que hoy no parece posible, en poco tiempo será viable”, confía.
Hace pocos meses recibió en su campo a técnicos de la Universidad de La Plata que midieron la calidad del agua. Las zonas cercanas a la costa registraban ciertos niveles de contaminación debido a que tomaban contacto con las aguas tratadas del Partido de la Costa, “pero al final del cañadón era prácticamente pura porque los pastos la purificaban”.
Por eso cree que, además del beneficio primario y más importante que es el ambiental , en poco tiempo más el cuidado que está teniendo del medio le reportará beneficios económicos. “Hoy vendo terneros, pero con todo el tema del blockchain y las nuevas tecnologías se van a generar iniciativas para poner en valor todo eso, y quien compra un campo ya no va a pensar en los cañadones como desperdicio”.
Quiroga está lejos de ser un fanático. “No es una regla que no se puedan usar agroquímicos. El objetivo es hacerlo pero lo menos posible. A veces es una herramienta a la que recurrir porque los sueldos hay que pagarlos y hay que vivir. Se los usa pero de forma puntual”.
Esta forma de producir conservando el medio ambiente es también conservadora desde lo económico, lo que reduce el riesgo de sufrir mayores pérdidas.
“Si vos aplicás agroquímicos y barrés con toda la vegetación del campo quedás atado a reproducir lo mismo cada año y te volvés frágil ambiental y económicamente”, sentencia el productor.
En cuanto a lo económico explicó que en ese modelo “quedás atado a los cambios de precios de los insumos y del dólar”.
Y en cuanto a los ambiental, define que “en campo sembrado con pasturas podés tener pocas especies implantadas, mientras que en un campo natural podés tener 500, algunas aguantarán mejor la seca y otras la inundación o heladas tempranas y tardías. Quizás en productividad no le ganan a una pastura, pero entre todas son mucho más resilientes y plásticas ante cambios climáticos”.
Quiroga explicó que este planteo lo empezó hace 10 años y que hay tres familias viviendo del campo. Los resultados económicos le dicen que el camino es el correcto.
“Si voy a los números, trabajaría igual, siempre en función del riesgo que a mí me gusta tomar, que es bajo. El modelo que usa muchos insumos tiene años en los que se gana más dinero, pero también otros en los que se pierde mucho. Y en este campo, en el que no tenemos otros ingresos y todos vivimos de la cría, no hay espalda para bancar un año malo”.
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