Los federados que llegaron a la ciudad de Buenos Aires eran apenas 24 y no 300, como los valerosos espartanos que enfrentaron al numeroso ejército persa en el desfiladero de las Termópilas. Lo que grotescamente los asemeja con ellos es que aquí también el adversario era mucho más poderoso, a punto tal que pudimos contar 21 efectivos de la Policía Federal que los custodiaran solo en la vereda, sin mencionar a los que había dentro del edificio de la Secretaría de Agricultura y en el patio.
Federados versus federales. Por más heroismo que se le ponga, difícil parada para los chacareros.
Los espartanos eran considerados los guerreros más letales de la antigüedad, con solo nombrarlos imponían respeto. Los dirigentes de la Federación Agraria Argentina (FAA) también han escrito páginas gloriosas en la historia del gremialismo agropecuario, especialmente cuando Don Humberto Volando enfrentaba al rey Carlos en pleno Menemato. Pero con franqueza desde la gran pelea del 2008 vienen de mal en peor, ya no asustan a nadie, y caen como moscas en las sucesivas batalla, a un ritmo semejante al frenesí de sus internas. Caen com caen también sus soldados representados, los productores familiares chicos y medianos.
Que sean pocos, como los guerreros que acompañaban a Leónidas, no implica que no sean valerosos y mucho menos que no tengan razón. Quizás inconscientes del peligro, los dirigentes de la Federación Agraria se metieron ellos solos en un desfiladero muy estrecho, al convocar primero a fines de febrero a una asamblea agropecuaria en San Nicolás, donde todavía eran acompañados por las otras ciudades griegas de la Mesa de Enlace y algunas hordas independientes de “autoconvocados”. Pero fue a partir de allí que se empezarona quedar completamente solos.
La “marcha a Buenos Aires” que anunció a los gritos en ese momento el presidente de la entidad, Carlos Achetoni, degeneró rapidamente en este nueva postal triste pero a la vez algo romática y heróica: ahora quedaron en absoluta soledad, porque el resto de los aliados fueron desertando al ver el tamaño del enemigo (el gobierno nacional) y sobre todo su crueldad e indiferencia frente a los dramas individuales que entre los productores provocó la sequía.
Superados en número y armamento, de todos modos, los bravos federados llegaron a Buenos Aires y mantuvieron un cónclave con el secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, que seguramente tampoco arrojará resultado, como aquellas negociaciones entre persas y espartanos previas a la masacre. Para afuera, el Rey Jerjes muestra respeto y admiración por la bravura de sus ocasionales adversarios. Pero seguramente no hará demasiado para evitar el derramamiento de sangre que se avecina. Las urgencias del imperio pasan claramente por otro lado y los votos chacareros resultan indiferentes, insignificantes.
Los federales desplegaron sus tropas estratégicamente sobre el tablero del viejo edificio de Paseo Colón, donde Bahillo recibió de Achetoni un petitorio al cual nadie le dará demasiada bolilla.
Antes de ingresar al cónclave, el bravo Achetoni explicará a los periodistas el motivo que los llevó a meterse en semejante desfiladero. “Traer nuestro petitorio y nuestra demanda ante una situación muy dificial que está atravesando el sector. Sabemos que tenemos productores en un quebranto importante y necesitamos un salvataje para que puedan continuar en el circuito productivo”, dirá el dirigente en los aprontes. A la salida, repetirá exactamente lo mismo.
Este es su testimonio completo:
La imagen de los espartanos resultaba lastimosa. Y aún así el espíritu guerrero de los 300 se respiraba en el aire.
La idea novedosa que llevó la Federación Agraria a los despachos del poder es que el salvataje de pequeños y medianos productores debería consistir, además de eximirlos de ciertos impuestos, en asignarles “una suma de dinero por hectárea, hasta 300 hectáreas en el caso de la pampa húmeda, (y de 30 hectáreas para las economías regionales)”, según indicó el líder federado.
En el caso de las actividades ganaderas y lecheras, Achetoni explicó que el límite para recibir el subsidio estatal de rescate debería ser de 300 animales.
Así las cosas, los productores de granos deberían cobrar, según esta iniciativa, unos 150 mil pesos por hectárea, lo que daría un máximo de 45 millones por productor.
En ganadería y lechería, el aporte reclamado debería ser de 100 mil pesos por cabeza, lo que da un máximo posible de 30 millones.
Para las economias regionales los 300 también aparecen, pues la cifra de 300 mil pesos es la que reclama Achetoni para quienes tengan hasya 30 hectáreas. Daría un tope de 9 millones de pesos.
Parecida a estas cifras, el bravo federado indicó que si no se aplica un salvataje de este tenor, este año de dura sequía podría dejar un tendal de unos 30 mil productores.
Los policías federales se fueron rápidamente a comer un sanguche una vez que los bravos 24 dirigentes federados se marcharon, atravesando el difícil desfiladero en el que decidieron resistir el embate, rumbo al Congreso.