En la entrega anterior de este informe histórico sobre el Mercado de Hacienda de Liniers se explicaba que todos los ferrocarriles transportaban ganado vivo y que contaban con miles de vagones y estaciones con instalaciones habilitadas compuestas por corrales, abrevaderos, bretes y mangas. En algunas estaciones aún se pueden ver dichas instalaciones en pie, resistentes al paso del tiempo gracias a la nobleza de sus materiales constructivos: hierro y madera dura; quebracho colorado o lapacho.
En caso de que por las largas distancias los viajes superaran las 30 horas también era posible descargar el ganado en las estaciones habilitadas para que descanse, coma y beba agua, para luego seguir rumbo a su destino final. En muchas oportunidades en los trenes de hacienda se permitía viajar a los reseros que iban acompañando a los animales para cuidarlos durante el viaje y en la descarga, y se ubicaban en el furgón de cola, junto al guarda.
“Si bien el tiempo de viaje estaba ligado a la distancia de la estación donde se cargaba la hacienda, analizando algunos Itinerarios de servicio podemos decir que los trenes del Sarmiento podían tardar de dieciséis a veinticuatro horas”, describe Ezequiel Semo, artista visual, investigador y con fascinación por el Mercado de Hacienda.
-¿Cómo era el sistema de descarga?
-El ganado era transportado en vagones especiales que a lo largo de la historia se fueron modificando para generar el menor daño posible a los animales: las cabezas de los bulones que atornillaban la madera debían de estar bien colocados para no generar roces, debían tener un piso que impidiera el resbalamiento longitudinal y lateral de los animales dando fácil salida a los residuos y, a diferencia de los acoplados transportados por camiones, los vagones tenían techo.
Una vez que la formación era depositada en el desvío de carga o en los embarcaderos de descarga, se abrían las puertas frontales de todos los vagones y se hacía pasar el ganado por el extremo de ese pasillo constituido por la unión de vehículos con las puntas abiertas.
La estación Mataderos del Sarmiento estaba compuesta por los embarcaderos que servían tanto para descarga como para carga: tenia mangas, corrales propios y vías auxiliares para las maniobras que permitían acomodar y luego quitar los vagones ya vacíos. Desde los años 30 contó con una locomotora auxiliar que ayudaba en el trabajo por la demanda que existía en esos años y en su época de esplendor llegó a contar con doce muelles. Una vez vacíos, los vagones jaulas o las rejas (como le llamaban en el Sarmiento), eran trasladados a estaciones con lavaderos de jaulas. En la estación Tablada había uno y el proceso estaba dividido en limpieza y desinfección. Una vez limpios y desinfectados, los vagones jaulas eran transportados a playas de clasificación y alistamiento; estaba prohibido cargar animales en un vagón jaula sin limpiar.
La estación de la CGBA/Belgrano contaba con instalaciones más variadas. Existían ocho galpones de hierro galvanizado para cargas generales y cereales, una báscula para pesar carros y corrales y vías auxiliares que tenían la misma finalidad que las instalaciones del FCO/Sarmiento. Cambiaba un poco el paisaje ya que este ferrocarril era de trocha métrica.
-¿Cómo nace su interés por los trenes?
-Según el relato de mi abuela paterna, Juana, un hermano de su madre era maquinista del Ferrocarril Sud en Olavarría, pero en verdad la génesis de mi pasión está ligada a mi abuelo Abraham. Siempre vivimos en La Paternal, a pocas cuadras de la estación y cuando era chico junto a mi abuelo íbamos a El Palomar, a viajar en tren. Es aquí que aparece el ferrocarril como algo lúdico y de descubrimiento de otras geografías y mi relación con el tema: como usuario.
Ya de adolescente, en 1999, empecé a viajar continuamente en el Ferrocarril General San Martín y a descubrir el mundo ferroviario, su historia, su gente, sus olores. En 2003 me uní a la Agrupación Boletos Tipo Edmondson (ABTE) que desde el arte trabaja en el paisaje ferroviario considerando a la cultura ferroviaria como fuente de inspiración y resistencia. Por otro lado, tengo un gran interés por la historia: el ferrocarril está ligado a los distintos procesos históricos que se desarrollaron en estos 164 años de Argentina.
-¿Qué le dice la gente cuando sabe que usted se dedica a investigar este tema?
-En líneas generales se asombran y tratan de encontrar alguna conexión de tipo familiar para comprender mi pasión pero simplemente fui observando detalles y descubriendo ese mundo que es cautivante. Por otro lado, los amigos, ferroviarios o la gente siempre me comparten fotos, datos, anécdotas o artículos relacionados y hay veces que me donan objetos como carnets, abonos, uniformes y algunos, también tratan de sacarse dudas o hacerme consultas sobre temas ligados a este medio de transporte.
-¿Qué opina de la mudanza del Mercado a Cañuelas?
-Me motivó para visitarlo y documentar las huellas físicas del ferrocarril aún sobrevivientes y qué recuerdos tenían los trabajadores, reseros, capataces, empleados de frigoríficos y consignatarios. Quería dialogar con ellos para registrar memorias y anécdotas sobre los servicios ferroviarios. El viernes 6 de agosto fue mi primera visita. Pude recorrer el predio y llegar hasta un sector donde encontré una gran reja construida con barrilones (durmientes metálicos) donde se podía leer FCO 1908. Este material, por lo que me dijo el capataz Rubén Díaz y el empleado de frigorífico Adolfo Asís, es lo que queda de un lateral de uno de los corrales que tenía el ferrocarril Sarmiento. También se puede ver el edificio donde funcionó la estación Mataderos del FCO/ Sarmiento.
-¿Y por qué gusta tanto el tren en general a todo el mundo? ¿Tiene un halo de misterio?
-Creo que el ferrocarril, al igual que el Mercado de Hacienda, tienen cierta magia y mística. Y estos dos conceptos están ligados a tantos años de historia: el pasado agosto el ferrocarril cumplió 164 años en la Argentina y en abril el Mercado de Hacienda de Liniers cumplió 120 desde su inauguración. Podemos afirmar que ambas son instituciones fundacionales: sus existencias atraviesan tres siglos en la historia de nuestro país. Podemos hablar de una cultura ferroviaria y de una cultura del Mercado de Hacienda de Liniers, siempre encarnada en la gente que hace funcionar estos sistemas: por un lado los ferroviarios y usuarios y, por el otro, “los gauchos del asfalto”, los trabajadores y consignatarios. Esto es lo que más me cautivó del Mercado y por lo cual quería visitarlo antes de su traspaso a Cañuelas: creo que tomando fotos, registros y generando una relación con sus trabajadores, uno forma parte de esa historia.