El “boom” de la hidroponia no sólo representa una oportunidad interesante para los productores que buscan reconvertirse, o quienes necesitan de un ingreso extra. Lo es también para quienes están del otro lado del mostrador, y abastecen a esa cadena.
Por eso el fortalecimiento de estos circuitos, en el que hoy se acrecienta la cantidad de establecimientos que producen a escala, siempre es celebrado, porque además de generar empleo y agregar valor, impulsan la iniciativa de la industria local, con desarrollos bastante interesantes.
El caso de Florensa, una empresa semillera de Córdoba que desarrolla sus propias variedades de hortalizas, flores y aromáticas, es bastante ilustrativo. Y es que originalmente fue concebida, hace 80 años, para la producción tradicional a campo, en los cinturones hortícolas que rodeaban la ciudad capital, pero hoy encuentra en la hidroponia un nuevo nicho en el cual hay mucho por crecer y para el que ya trabajan en generar una genética propia.
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¿Qué piden los hidroponistas, además de semillas de lechuga? Las posibilidades son muy vastas, porque con el desarrollo de distintas técnicas por fuera de los tradicionales perfiles NFT, como lo es el sistema de bolsas, hoy puede sembrarse desde tomates, pimientos y berenjenas hasta sandías y melones prescindiendo del suelo, utilizando otros sustratos.
Para esta empresa familiar, que va por su cuarta generación y hace ya 15 años desarrolla su propia genética, significa un mundo nuevo para incursionar y meterse de lleno.
Si bien la misma semilla que sirve para sembrar en la tierra puede ser usada en hidroponia, en Florensa ya están trabajando para obtener variedades adaptadas particularmente a esta técnica. “No falta nada, ya lo están probando nuestros genetistas”, señaló el asesor técnico Jorge Almada, que asegura que eso les permitirá abrirse paso en varios mercados de nicho.
“Hace algunos años atrás, había poca variabilidad, pero ahora se ven muchas más hibridaciones, materiales y formatos diferentes”, explicó.
Las ventajas de obtener variedades específicamente destinadas a la hidroponia tienen que ver, más que nada, con la adaptabilidad. Si bien esta técnica se caracteriza por la posibilidad de producir verduras, hortalizas o aromáticas independientemente de las condiciones climáticas o el estado del suelo, hay igualmente un grado de variabilidad que lo aporta la humedad del ambiente, la temperatura y hasta el agua utilizada.
“Del NOA al NEA, de Corrientes a Salta o de Mendoza a Mar del Plata, tenemos climas opuestos, suelos distintos y enfermedades también diferentes”, señaló Almada.
En un país tan vasto, y con una actividad en pleno desarrollo, pensar en semillas para cada región o cada nicho, no parece descabellado.
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Si resulta viable es porque también hay una estructura ya instalada que lo permite, como es la de esta empresa familiar. De hecho, más allá de la investigación y el desarrollo, ya tienen aceitado su circuito comercial, pues hace décadas que trabajan con los cinturones hortícolas de grandes ciudades, como Córdoba, La Plata, Salta y San Salvador de Jujuy.
Ahí donde la hidroponia comienza a ganar casilleros, la industria demuestra poder dar respuestas. Y mejor aún, una industria local, con tradición productiva, que quita dependencia de los proveedores de extranjero.