Siendo Jonatan Andrés Gómez (35) hijo de un músico, y habiendo estudiado para ser piloto de aviones, jamás imaginó que en Río Grande, al centro norte de la isla de Tierra del Fuego, su actual actividad principal resultara ser la de horticultor con el moderno sistema de hidroponia
“Es que mis abuelos paternos eran productores campesinos, que hacían de todo en Uspallata, al norte de Mendoza -comienza explicando sus orígenes, el fueguino-. Pero mi padre fue director de orquesta y un día le salió un concurso para fundar la banda municipal de Río Grande. Por eso se vino. Una vez acá, aunque se dedicó siempre a la música, le tiraron sus raíces campesinas y, cuando yo tenía 20 años, se compró la chacra 13 en un barrio productivo de Apimema. El mismo era de 50 por 30 metros, donde plantó lechuga y rabanitos para consumo familiar, y con el tiempo empezó a vender algo”, comenta.
Indica Jonatan que en la isla siempre es necesario cultivar bajo cobertura, en invernaderos, porque no es posible hacerlo a cielo abierto, a causa de las bajas temperaturas, los fuertes vientos y las pocas horas de sol. “En la isla te puede caer una helada en cualquier época del año, ha nevado hasta en noviembre”, asegura.
Antes de llegar a ser horticultor, aclara que él se había recibido de piloto de aviones privados y trabajó en la fábrica del Grupo Mirgor, como operario, donde terminó como encargado de área. Allí tomó conciencia de que tenía carácter para ser autogestivo. “Y algo curioso es que de cinco hermanos que somos, sólo a mí me gustaba ayudar a mi padre en la huerta”, señala Gómez.
“Por eso cuando cumplí 26 años, me compré mi propio terreno en el mismo barrio que mi padre, adonde me fui a vivir y formé familia -continúa Jonatan, relatando cómo llegó a ser horticultor de profesión-. Con mi señora, tuvimos dos hijos, y comenzamos a cultivar lechuga en tierra, a modo de hobby, para autoconsumo y vendiendo siempre algo, como lo hizo mi padre. Pero hace 6 años, cuando yo tenía 29, se me ocurrió incursionar en la hidroponia”.
El hombre de Río Grande cuenta cómo empezó: “Compré caños de calidad, pero lo demás fue todo con accesorios reciclados. Empezamos con 300 plantas de lechuga y hoy producimos 10.000 por cosecha. Después incorporamos rúcula, de las cuales hoy estamos haciendo 9.000 plantas. No me imaginé que llegaría a vivir de esto, de que la hidroponía pasara a ser mi actividad principal”. Agrega que creó la marca Hidro Grande y con ella salió a vender su producción.
“La temporada alta de producción de hidroponía hoy, para nosotros, es de octubre a enero, porque ya en febrero empieza a declinar la cantidad de horas de luz solar. Mi idea está en producir todo el año, pero en invierno es muy costoso calefaccionar y agregar luces artificiales”.
“Quiero ir de a poco, sin sacar créditos, y ya me pasó que he colapsado por falta de plata, pero también por no alcanzarme el tiempo -va dando precisiones, el horticultor-. Estamos felices de que hoy nos compra el principal restorán de nuestra ciudad, las carnicerías, pollerías y minimarkets. Además, estoy en tratativas para ingresar a ser proveedor de los cruceros, con lo cual es como que llegaría a tocar el cielo con mis manos”, dice, esperanzado.
Pero no todo fue fácil: “Con mi señora, Natalia Varas, nos dimos cuenta de que había que difundir el sistema, porque acá la gente no lo conocía y por lo tanto, no estaba acostumbrada a consumir, desconociendo sus virtudes, las diferencias de calidad con el modo tradicional de cultivos en tierra. Por eso este año arrancamos, dando charlas y capacitaciones, yendo a escuelas y a facultades. También nos visitan escuelas y el municipio nos ayuda con los traslados”, indica, Gómez, con satisfacción.
“Mi señora y mis hijos hoy están muy entusiasmados con el sistema hidropónico. Agustín tiene 20 años y nos ayuda en todo -afirma, Jonatan-. Y a Lucas, de 8, le armé un caño o línea de hidroponía, con su propia bomba. Él sabe medir el PH y controlar la electroconductividad. Me emociona verlo, cómo ya entiende y le gusta entretenerse con el sistema, porque lo toma como un juego y hay que verlo, cómo goza y se asombra al contemplar el crecimiento de sus propias plantas. Está feliz de que con la venta de éstas, tiene su propio ingreso para ahorrar o comprarse sus cositas”, señala, orgulloso como padre.
Comenta, además, el horticultor patagónico que este año, sacaron a la luz unos ahorros que tenían e invirtieron en construir torres hidropónicas para los hogares, como una de las tareas que hoy desarrollan para sostenerse durante los meses ociosos de los largos inviernos.
“Las vendemos listas para cultivar, con las semillas, la bandeja, la esponja germinadora, una bomba, las canastitas o módulos encastrables, el medidor de PH y el de electroconductividad (EC). Cada torre sale preparada para germinar 15 plantas, destinada a frutas y verduras”, apunta.
Aclara Gómez: “En una superficie de un metro cuadrado podés colocar dos. Tiene que recibir luz, de modo que lo ideal es colocarlas en un jardín de invierno, por ejemplo. Hay plantas que necesitan más luz diaria que otras. Por eso apostamos a la rúcula, que necesita poco tiempo de luz solar y se vende bien, como un producto gourmet. Y gracias a esta difusión que hacemos, nos está llamando mucha gente a la que le vendemos el sistema y le cobramos por la instalación. Además, vendemos insumos”.
Remata orgulloso Jonatan: “Es muy lindo contar que una señora nos llamó, porque no puede salir de su casa, a causa de que tiene un hijo con capacidades diferentes y no lo puede dejar solo. Entonces se le ocurrió que la hidroponía podría ser una fuente de ingresos posible e interesante, sin salir de su hogar. Hoy produce 120 plantas de lechuga”.
“Buscamos tener soberanía alimentaria en la isla, para no depender de que nos llegue el alimento desde el continente, porque hay que pasar por la aduana chilena y todo es muy engorroso y se encarece -reclama, Gómez-. Debo agradecer al municipio porque me apoya mucho, y pronto pienso incursionar en frutillas”, puntualiza.
Pero Jonatan no se detiene: “Hace un tiempo que vengo investigando para producir truchas en acuaponia, lo que se llama acuicultura, que es 100% orgánica, a partir de la que podría hacer compost y hasta producir biogás. Aunque acá necesitamos generar calor para que trabajen las bacterias. La idea es fusionar o complementar ambos sistemas, pero es un proyecto costoso, aunque mi idea es hacerlo en escala chica, ya que no me daría el cuero para más. Esto, además, nos abriría otra puerta, a recibir turistas. Pienso que podría asociarme, y estoy abierto a eso, para sumar capitales y poder crecer”, indica el horticultor.
El emprendedor fue por más: “También para que no me quede tiempo ocioso en invierno, se me ocurrió presentar un proyecto educativo en hidroponia al Ministerio de Educación de la provincia, y felizmente me lo aprobó. Hoy estoy dando clases en el colegio provincial Haspen, y también hago asesoramientos, como también me las rebusco construyendo invernaderos y sistemas hidropónicos a terceros, además de mantenimiento”.
Culmina Jonatan: “Lo que no quiero a largo plazo es abandonar mi vocación de piloto y la pienso alternar con los cultivos, aunque fuera sólo los domingos. Lo bueno es que me sobra demanda, pero por ahora no puedo producir los 365 días. En lo que resta de este año, queremos ver si podemos empezar a automatizar todo el sistema”.
Jonatan Gómez y su familia eligieron dedicarnos la canción “Pájaro Cantor”, de Abel Pintos.