El girasol no tiene mucha prensa. Pero, así tan calladito, este año hizo un gol de media cancha sin levantar mucha polvareda.
En septiembre del año pasado, cuando ya se veía venir un mercado con precios alcistas por fallas de producción en Rusia y Ucrania, las fábricas procesadoras de girasol salieron a ofrecer forwards para marzo/abril de 2021 con valores de 270 a 290 u$s/toneladas. Por entonces se considera un muy buen precio.
Esta semana, con la cosecha de la zona pampeana ya prácticamente finalizada, los precios para mercadería por entregar en Bahía Blanca y Quequén se negocian en hasta 500 u$s/tonelada para el girasol condición cámara, mientras que en el caso del grano para fábrica se pagan entre 440 y 450 u$s/tonelada.
“Los precios del aceite crudo de girasol experimentaron un crecimiento impactante en los últimos diez meses como producto de caídas simultáneas en la producción de grano de girasol en los cuatro principales productores mundiales”, explicó José Ingaramo en el último informe de mercado elaborado para Asagir.
Sucede que, con el recorte de la oferta prevista, en la segunda mitad del año pasado se le sumó China, que, con un apetito voraz, comenzó a importar cantidades crecientes de diferentes aceites vegetales con el propósito de recomponer reservas internas. Y los precios de esos commodities “volaron”.
“La incidencia del precio del aceite de girasol en la canasta de consumo de los sectores de ingresos medios y altos es lo suficientemente baja como para generar una demanda cuasi inelástica”, apuntó Ingaramo.
Así es como, a pesar de que el aceite bruto de girasol tiene un derecho de exportación del 7,0% y debe hacerse cargo además del “fideicomiso aceitero” implementado por “sugerencia” del gobierno nacional, el empuje de la demanda externa es tan intenso que ambos impuestos pasan desapercibidos.
Idígoras: “Cada indio que mejora su calidad de vida, compra aceite de girasol”
Foto @VientoSurAgro