A mediados de julio en Bichos de Campo se publicó una nota sobre el cuestionamiento al rewilding (o reasilvestramiento), una estrategia de restauración biológica que busca recuperar “la integridad de los ecosistemas naturales”, es decir que los ambientes vuelvan a tener todas las especies que tenían antes de la acción humana.
Para entender mejor este tema, decidimos entrevistar a Sebastián Di Martino, biólogo y director de Conservación de Fundación Rewilding Argentina, quien nos da un ejemplo sobre una especie amenazada: el venado de las Pampas, que se encuentra en peligro de extinción y gracias al rewilding se está recuperando en algunas regiones.
Ese venado habitaba la mayor parte del territorio argentino pero la cacería, las enfermedades del ganado y la pérdida de hábitat lo llevaron al borde de la extinción. Ante esta circunstancia, la fundación inició en 2009 el proyecto de reintroducción de esta especie dentro del Gran Parque Iberá, en Corrientes, donde había desaparecido hacía ya varias décadas.
“Las campañas de captura fueron muy planificadas para disminuir los riesgos: se necesitaron dardos anestésicos, vehículos aptos para transitar en los malezales, avionetas, helicópteros y un gran equipo conformado por guardaparques, veterinarios, biólogos y colaboradores y, en julio de 2009, se hizo la primera campaña de translocación llevando los seis primeros venados que marcarían el inicio de recuperación para la especie”, describe Di Martino.
“Hoy, a casi 15 años de aquella primera campaña, la población de Iberá es la que presenta la mayor densidad de venados de Argentina y la tercera población más importante del país, y esa experiencia sirve de antecedente para ser replicada en otros sitios, con otras especies”.
En Argentina habitan 8 especies de ciervos nativos. Seis de ellos están en peligro de extinción y los otros dos están un poco mejor, lo que significa que constituyen uno de los grupos de mamíferos más comprometidos. Los que están peor situación son el venado de las pampas, el huemul, la taruca, el ciervo de los pantanos, el pudú y la corzuela roja. La corzuela enana tiene la categoría de “casi amenazada” y solo la corzuela parda no presenta problemas de conservación.
El especialista explica que los proyectos de reasilvestramiento cuestionados son dos: el de reintroducción del ciervo de los pantanos en El Impenetrable (Chaco) y el de reintroducción del huemul en Santa Cruz. Y que son cuestionados de la misma forma que, en su momento, se opusieron al proyecto de recuperación de venado de las pampas por considerarlo muy riesgoso.
Di Martino enfatiza que las propuestas de conservación tradicionales no han podido revertir la tendencia declinante de la gran mayoría de las poblaciones de ciervos nativos argentinos. “Es tiempo de aplicar nuevas estrategias, como el rewilding, y nuevas tecnologías y acciones de manejo activo, tal como se realiza en otras partes del mundo, para recuperar las poblaciones de ciervos amenazados”, explica.
El ciervo de los pantanos es el mayor ciervo de Sudamérica -los machos alcanzan los 140 kilos- y está en peligro. La única población no amenazada es la de los Esteros del Iberá, que pasó de estar casi desaparecida a albergar alrededor de 9.000 ejemplares. “La creación del Parque Iberá y la eliminación de amenazas contribuyeron a su recuperación y hoy la población de Iberá está en condiciones de donar animales para recuperar a esta especie en numerosos sitios de la Argentina donde ha desaparecido”, asegura el biólogo.
Con respecto al huemul, la situación es peor ya que es el ciervo más amenazado del continente americano: subsiste en el sur de Chile y Argentina en unas 100 poblaciones aisladas y en su gran mayoría con tendencia declinante. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la situación actual del huemul es inviable, especialmente en Argentina, donde se cree que solo sobreviven menos de 400 ejemplares adultos.
Ahora bien, ¿por qué es importante cuidar a estos animales? Los grandes herbívoros, como los ciervos, cumplen roles ecológicos únicos e indispensables para mantener el buen funcionamiento de los ecosistemas que habitan.
“Son importantes modeladores de los paisajes, especialmente aquellos con predominancia de pastos, por la fuerte presión que ejercen sobre la cobertura, densidad, crecimiento, supervivencia y reproducción de las plantas. En algunas áreas incluso el pastoreo intensivo incrementa la producción de las plantas, atrayendo más herbívoros que a su vez depositan orina y heces, potenciando a su vez la producción de pastos. Esta retroalimentación positiva puede sostenerse indefinidamente”, describe el especialista.
Otra de las funciones de los grandes herbívoros es que, al consumir importantes volúmenes de vegetación, evitan la acumulación de material seco y por lo tanto reducen la frecuencia, intensidad y extensión de los incendios.
“No queremos que ninguna especie más desaparezca del territorio argentino; pudimos hacerlo con el venado de las pampas, podemos hacerlo con el ciervo de los pantanos y el huemul”, agrega Di Martino. “No podemos continuar siendo pasivos, es momento de actuar para salvar a nuestra fauna nativa”.